DE GUATEMALA A GUATEPEOR

Editorial de  “La Gaceta” del 21 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

El formateado es mío (L. B.-B.)

No hay mal que cien años dure, ni siquiera la pesadilla de la última legislatura y media que tanto daño ha hecho a España y a la democracia. La baza del nuevo Gobierno es la falsa paz con ETA a cambio de su blanqueamiento

Observen gestos y miradas (L. B.-B.)

Como en un chiste clásico, la crisis del Gobierno supone una noticia buena y otra mala. La buena es que Zapatero y lo más frívolo y demagógico del zapaterismo tiene puesta desde ayer fecha de caducidad. No hay mal que cien años dure, ni siquiera la pesadilla de la última legislatura y media que tanto daño ha hecho a España y a la democracia (gracias en buena medida a la Inquisidora María Teresa Fernández de la Vega, la gran perdedora de la remodelación).

Pero todo ello queda eclipsado por la noticia mala: y es que quien toma el relevo del frikismo es el lado más tenebroso del felipismo, con Rubalcaba como director de orquesta, y José Enrique Serrano, como apuntador entre los bastidores de Moncloa. La eminencia gris que aupó a Zapatero al poder, entre los días 11 y 14 de marzo de 2004, a golpe de insidias y sms, oficia ahora de enterrador de ese peculiar régimen y se perfila como posible sucesor.

A Zapatero le queda grande el jubón de Maquiavelo leonés (espionaje contra Bono incluido) al lado del maquiavelo de los GAL y Faisán. Aunque parezca imposible mayor infortunio, España puede pasar de Guatemala a guatepeor. Por más que, en un enésimo ejercicio de estupidez adolescente, Zapatero presumiera ayer ante Rajoy de haber salido indemne del bache de las primarias, salvado los presupuestos gracias a los pactos con PNV y CC y renacido con la remodelación del Gabinete, no estamos ante un Ave Fénix sino más bien ante un zombi, que se dispone a transitar por el peligroso último tramo de la legislatura con la respiración asistida de Rubalcaba.

La baraka de Zapatero ha durado tanto como la paciencia de la vieja guardia, harta de ver como Bambi les ponía en ridículo y conducía a España al desastre de los casi cinco millones de parados y al descrédito internacional, y arrastraba al PSOE a un waterloo electoral. Ésa es la verdadera lectura de la crisis y no las patéticas explicaciones dadas por Zapatero.

De hecho, el guión no va firmado con la Z del zapaterismo, sino con la F del felipismo. Así cae un ministerio ideológicamente tan emblemático como Igualdad o una ministra tan frívola e ineficaz como Corredor. Aunque el Gobierno conserva otra cartera no menos ideológica e inútil como Cultura; y asciende a un personaje tan sectario e inane como Leire Pajín. Pero se acabaron las concesiones. La mano felipista apuesta por la seriedad con Ramón Jáuregui, un histórico del PSOE solvente y respetado, al frente del Ministerio de la Presidencia, o con la comunista Rosa Aguilar, que incorporada al Gabinete, en un claro guiño a la izquierda, podría restar votos a una IU crecida frente al declive socialista.

También en esa partitura se inscribe la gran asignatura pendiente del Gobierno: la lucha contra la crisis y el paro. Aunque en este campo los socialistas tienen ya escasa credibilidad. Por un lado proclama Zapatero que “hace falta un Gobierno políticamente reforzado para superar la crisis” pero deja en Economía a Salgado; y por otro, apuesta en Trabajo por el ugetista Valeriano Gómez que –reflejo de las contradicciones socialistas–, debe defender la reforma laboral después de haberse manifestado en contra el 29-S.

La verdadera baza del Gobierno tiene más que ver con una falsa paz de ETA a cambio de su blanqueamiento político. Lo dio a entender el propio Zapatero al decir que los movimientos de Batasuna y la izquierda abertzale “no caerán en balde”. Y sobre todo lo ha dejado gráficamente de relieve al entregar el peso del Gobierno a Rubalcaba, el bombero pirómano, el maestro de la simulación y la maniobra, que dirige por un lado la lucha contra ETA y por otro permite el chivatazo del bar Faisán.

La historia se repite: en abril de 2006, nada más declararse la tregua-trampa de ETA, Zapatero le llamó para que se encargara de Interior; en 2010 y con la perspectiva del desembarco de Batasuna en los próximos comicios municipales, lo convierte en triministro. Nadie más hábil y mejor conocedor de las cloacas del Estado para “avanzar en el final de ETA”. El problema es a cambio de qué.

Repasando la trayectoria de Rubalcaba nos tememos lo peor. ¿Qué se puede esperar del portavoz con los GAL, el Fouché de las escuchas de Sitel, o de la policía política que, bajo el mando del controvertido supercomisario Juan Antonio González, acosa al primer partido de la oposición? ¿Qué papel jugará ante el deseo de los proetarras por cambiar la metralleta por la moqueta uno de los muñidores principales de los acuerdos del Gobierno con el PNV?

Todo indica que la coda rubalquista puede ser peor aún que el zapaterismo. Sobre el papel, Rubalcaba es uno de los políticos más hábiles y de los que mejor valorados están en las encuestas. Pero es dudoso que sea beneficioso para España, dadas sus siniestras credenciales. Y está por ver, incluso, que el giro felipista vaya a salvar al barco a la deriva del Gobierno.

En primer lugar porque nada permite augurar que la tragedia del paro vaya a remitir. Cierto que Zapatero trata de contrarrestar la foto de la interminable cola en el Inem con la foto de una falsa paz de ETA. Pero aún en el hipotético caso de que la consiguiera, su efecto electoral sería muy relativo: ¿permitirá llegar a fin de mes a los españoles que están con el agua al cuello? ¿Devolverá el trabajo a los cinco millones que están mano sobre mano?

Y en segundo lugar, porque pese al balón de oxígeno, el PSOE se enfrenta en este curso a una durísima pista americana electoral, con previsibles batacazos en las catalanas de noviembre y en las municipales y autonómicas de mayo.