EL DESASOSIEGO NACIONAL
Artículo de ¿¿¿¿¿¿?????? en “La Gaceta” del 21 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
En medio de este clima
interiormente enrarecido y exteriormente pleno de desconfianza, el
“progresista” ‘The New York Times’ nos presentaba
esta semana como “la sombra de Europa”
Madrid ahora es una cena. Han vuelto los refrigerios vespertinos a medida que las gentes se atragantan con almuerzos apresurados y a medida, también, que el desasosiego ha cundido entre amplias capas de la población. Las cenas se convocan a las nueve de la noche, o sea cuando aún el sol pica y cuando en el estómago no suele caber más que una sal de frutas procedente de la comida. Pero las cenas proliferan porque a esas horas parece que ya se puede hablar mal de Zapatero con mayor libertad. La gente cree que, pasadas las ocho, los espías de Rubalcaba y del militar del CNI de Zapatero y Bono se van de fiesta, y no se dedican a su menester, que no es otro que poner la oreja para trincar a todo el que pone mal al Gobierno. De modo que las cenas están de moda con un solo objetivo: hacerse lenguas de lo mal que está todo y de hasta dónde nos puede llevar este insensato.
También
se habla, es verdad, del deterioro físico, ojeras en forma de alforjas
incluidas, en que ha caído el presidente, de los sudores calientes que cada día
corren más profusos por la faz del ex candidato a la Presidencia del Gobierno,
José Bono Martínez, del último estirón del bono español respecto al alemán
(aquí el que no sabe de bonos, con minúscula, es sencillamente un
irresponsable), de las ruinas de los medios informativos socialistas (Prisa, al
parecer ha pedido a la Seguridad Social que aplace sus pagos), de cómo los
insultos de la izquierda aún mandante son ternezas poéticas mientras los de la
derecha abyectas invectivas fascistas, y se habla por fin, entre los
espárragos, cada día más tiesos, y la merluza, cada día más garbancera (te la
tomes como te la tomes nunca sabe en Madrid a merluza), del último rumor que
sitúa a varios personajes de la Villa y Corte con tumores irreversibles de
sigma, un cáncer que ofrece grandes esperanzas a los enemigos del enfermo.
El
Cacao español
Pero,
sobre todo, se habla del cacao español últimamente aderezado por la
resurrección de la enemiga externa, un doble término que se inventó Franco o su
escritor, el crítico taurino trincón Lozano Sevilla, y que volcaba sobre
cualquier país extranjero que osara una crítica, por suave que fuera, al
Régimen una sarta de improperios publicados en el Arriba, periódico en el que
escribieron muchos socialistas y mediopensionistas de antes y de ahora. José
Blanco, al que no se le conocen demasiados viajes, se ha sumado a la pléyade de
adictos que defienden a Zapatero y trituran a Europa, sobre todo a Alemania,
llamándola ya antiespañola y egoísta, y aquí se ha abierto la veda de la caza
del foráneo censor o detractor. A diario, los jefes de Prensa socialistas
empiezan su jornada tratando de entender lo que periódicos como el francés Le Figaro o el más complicado Frankfurter
Allgemeine Zeitung escriben
sobre Zapatero y cuadrilla. Y claro, amanecen como si se hubieran tragado un
cocodrilo. El pasado jueves, el Frankfurter alertaba
con dos apreciaciones sobre nuestra precariedad: “La desconfianza se mantiene
sobre la economía española”, y “El aumento del riesgo es alarmante”. El pasmo
exterior es general, acendrado además, por la opinión que un par de bancos
americanos han formulado sobre la evolución del desempleo en España: nada menos
que para 2011 el 22% del país al paro.
Descrédito
nacional
Los
españoles ya ni siquiera se creen al gerente del FMI, Strauss-Kahh y sus palabras de templaza.
El solo hecho de que el francés haya tenido que venir a Madrid ya supone que la
confianza en lo que les dicen desde España es muy pequeñita. Contaba con una
enorme puntillosidad, enorme rigor pero, hay que
decirlo, con más discreción de la que se puede atribuir a un periodista
veterano, nuestro corresponsal político, Miguel Gil, el grado de espanto que se
ha traído Mariano Rajoy de su reunión con los líderes continentales. La crónica
no tenía desperdicio: de ella, se derivaban dos conclusiones: la primera, el
absoluto descrédito que sufre Zapatero entre los gobernantes económicos
populares de la Unión Europea; la segunda, el pitorreo, como suena, que alguno
de ellos, quizá el propio Berlusconi, se trae con nuestro todavía presidente
del Gobierno. Contaba algo más que es preciso reiterar: uno, que la
vicepresidenta Salgado se las ve y se las desea para comunicarse con Zapatero y
narrarle cómo marchan sus conversaciones, por ejemplo en Bruselas, y, dos, que
alguno de los fontaneros que rodean a Zapatero (no quiero pensar que estemos
hablando de Bernardino León) se permitió amenazar a uno de los coordinadores de
los ministros económicos del Partido Popular Europeo, una vez que éste, finés
para más señas, pusiera en solfa todas y cada una de las medidas adoptadas, es
un decir, por el presidente español. “Sabemos quién eres”, llegó a decirle al
parecer este ufano monaguillo a lo Corleone.
El
calendario útil
A lo
peor, este vocinglero funcionario no conocía aún la calificación que un
periódico nada sospechoso de conservadurismo cavernícola como el The New York Times dedicaba a nuestro país. Nos describía
así “España, la sombra de Europa”. Antes, en tiempos de Aznar, éramos el sol, y
él, Zapatero, nos iba a llevar al “corazón de Europa”, ahora nos hemos
convertido en el problema, en la casquería continental. Los europeos no se
acaban de conformar con ese calendario utilitarista (sobre todo para el
nacionalismo catalán y algunos empresarios) que se quiere rellenar de aquí, ya
casi julio, hasta el próximo mes de enero.
Consta
de cuatro etapas: primera, Zapatero pierde clamorosamente el Debate sobre el
Estado de la Nación; segunda, se pega en octubre un gran morrazo
en las elecciones catalanas; tercera, no hay quien le apruebe los Presupuestos;
y cuarta, en definitiva, no le queda otro remedio que convocar elecciones
generales anticipadas. Y mientras, ¿qué?, ¿dejamos que el gerente de la
catástrofe pilote las reformas? Una invitación al suicidio: tal calendario no
arreglará el mercado laboral, no inflará de nuevo la burbuja inmobiliaria,
apenas disminuirá el déficit, aminorará sólo unos milloncejos
nuestro terrible endeudamiento, seguirá bajo mínimos nuestra productividad y
continuaremos sin competir en igualdad de condiciones con nuestros socios
europeos, no digamos ya con los americanos y los asiáticos emergentes.
Pero
esto es lo que se lleva ahora. Se me olvidaba un aditamento: el cambio de
Gobierno. Quinielas, las hay; incluso surge de nuevo el nombre de Miguel Boyer, un veleta que va y viene y que ahora parece que se
ha convertido en consejero del mismísimo Zapatero. A la vejez, viruelas. Lo
seguro no es más que esto: con este hombre no vamos a parte alguna pero, es
más: o se ataca de forma revolucionaria la reforma del macroestado
que nos desfalca o continuaremos en la ruina al menos una década. Ahora mismo
ya no parece una blasfemia solicitar la deconstrucción del estado parcial de
las autonomías. No es que no nos guste, es que no se puede pagar. Hace unos
días, una economista de la que lamento no recordar el apellido propugnaba, en una arrebato de acracia controlada, partir de cero, revisar
todos los servicios que la propia tecnología ha dejado obsoletos. Proponía por
ejemplo los Correos estatales. Era una apuesta
brillante y tentadora, pero claro está que los socialistas que intervienen
hasta el billete del Metro estarían absolutamente en contra de la idea. Ésa podría
ser una estupenda razón para intentarlo.