BATALLA
EN EL PP :SER O NO SER
Artículo de GEES
en
“Libertad Digital” del 10.04.08
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo
que sigue para incluirlo en este sitio web.
Debería preocupar a la dirección del Partido Popular el que muchos
ciudadanos que les han votado hace apenas unas semanas se hayan sentido más y
mejor representados por las palabras de Rosa Díez que por las del propio Rajoy
Las
elecciones generales marcan un antes y un después en la historia del Partido
Popular. Rajoy perdió, pero logró un excelente resultado, que tiene un mérito innegable dadas las difíciles condiciones en las
que tuvo que realizar su trabajo. Cuando a las pocas horas de conocerse los
resultados algunos medios vinculados al centro-derecha pidieron su dimisión,
nosotros defendimos su continuidad. No había razones para que abandonara, pero
sí para que dirigiera muy personalmente la urgente renovación de la dirección
del partido.
Parte
de la autoridad ganada a pulso durante los últimos cuatro años Rajoy la ha
dilapidado en unos pocos días. No administró bien los tiempos. Tardó demasiado
en convocar a los órganos responsables y realizar los primeros nombramientos.
Un retraso que contrastaba con la precisión con la que comenzó la nueva
legislatura Rodríguez Zapatero. Él podía considerar que así reforzaba su
autoridad o, quizás, que no había ninguna prisa. A lo peor, ganaba tiempo
porque no sabía cómo reorganizar su equipo. En cualquier caso se equivocó.
Mayor
error fue su discurso ante la Junta Directiva Nacional del Partido. Presentó
una valoración de las elecciones en la que lo único que quedaba claro es que no
era consciente de las graves insuficiencias manifestadas durante los cuatro
años de oposición y, más en concreto, durante la campaña electoral. El clamor
sobre la incapacidad a la hora de comunicarse con la sociedad o las críticas
sobre la falta de convicción en la defensa de determinadas posiciones no parecen
haber calado en su conciencia. Por el contrario, optó por transformarse en
maestro de escuela y llamar al orden a algunos jefes regionales por no haber
hecho los deberes. Rajoy parecía hablar de unas elecciones autonómicas, cuando
lo que habíamos vivido eran unas generales trasformadas en referéndum sobre la
política y la figura de Rodríguez Zapatero.
Los
allí presentes quedaron estupefactos ante lo que estaban oyendo, lo que
explica, que no justifica, el contraste entre lo que dijeron dentro y fuera de
la sala. El Partido Popular tiene un largo camino que recorrer para
convertirse, de una vez por todas, en una organización democrática. Los tiempos
de Aznar, años fundacionales, han quedado atrás. Ahora toca asumir la riqueza
de la diversidad y la necesidad del debate, aprender a canalizar las tensiones
para incardinarse, de verdad, en el tejido social.
El
tercer error consecutivo ha sido el nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría
como portavoz popular en el Congreso de los Diputados. España tiene una larga
tradición liberal-parlamentaria. Los cargos de representación, sobre todo
cuando se está en oposición, corresponden a los notables, a las figuras
que tienen un reconocido prestigio entre sus compañeros de filas, por gozar de
autoridad y tener a sus espaldas una experiencia parlamentaria suficiente.
Sáenz de Santamaría es una mujer inteligente, preparada y trabajadora, pero
carece de autoridad y de experiencia. Sin embargo, eso no es lo peor. El gesto
denota una preocupante debilidad de Rajoy. Está diseñando un equipo formado
"por los suyos", no "por los mejores". No sólo quiere
controlar su partido durante la legislatura, es que no se fía de los jefes de
fila.
No
parece necesario insistir en la idea de que José María Aznar no estaba
dispuesto a ceder un ápice de poder, pero eso no le llevó al error de nombrar
para esos cargos a personas de su estricta confianza. Álvarez Cascos o Rato,
secretario general y portavoz, eran dos animales políticos en la plena acepción
de los términos y, sobre todo, dos personalidades respetadas, reconocidas y
temidas por sus compañeros. Para Aznar nunca fue un problema que tuvieran un perfil político muy definido, a la vez que una
fuerte personalidad. Un partido es una suma de energías y para dirigirlo hay
que saber mandar.
En
unos pocos días el previsto Congreso ha pasado de ser una formalidad a
convertirse en todo un reto. Rajoy ha logrado unir a todos sus cuadros en torno
a dos ideas: que él ha perdido el norte y que no están en condiciones de
plantearse un cambio en la Presidencia. Su liderazgo se basa en estos momentos
no tanto en el respeto como en el miedo al vacío de unos jefes regionales sin
experiencia en estos negocios. Crecieron bajo el férreo liderazgo de Aznar y no
han tenido necesidad de resolver situaciones semejantes. Las claras y directas
palabras pronunciadas por Esperanza Aguirre en el Foro de ABC les han asustado
tanto como convencido de la necesidad de realizar cambios.
El
debate está sobre la mesa y el partido parece haberse dividido, como ya hemos
comentado en anteriores ocasiones desde estas mismas páginas, en un bloque más
pragmático y relativista frente a otro comprometido a trabajar desde las ideas
y los valores. Los primeros, demasiado proclives a asumir los análisis de
PRISA, se sienten más "centristas", un término político maravilloso
que denota dos características: la renuncia a ser algo y la incomodidad de ser
clasificado como conservador o liberal. "Centrista" está mejor visto
en la Cadena SER y, piensan ellos, les puede abrir la puerta a bolsas de votantes
hasta ahora inaccesibles.
Sin
embargo, en política tan importante es sumar como restar. En unas elecciones,
tan relevante como captar nuevos votantes es no perder a los tradicionales. No
está garantizado que los más de diez millones de votantes que introdujeron la
papeleta del PP en las urnas vuelvan a hacerlo. Los partidos son instrumentos
que los ciudadanos utilizamos para canalizar nuestras preocupaciones en la
esfera de lo público. Muchos de esos más de diez millones exigimos un claro
compromiso con ciertos valores y no estamos dispuestos a tolerar inseguridades
o renuncias. Debería preocupar a la dirección del Partido Popular el que muchos
ciudadanos que les han votado hace apenas unas semanas se hayan sentido más y
mejor representados por las palabras de Rosa Díez que por las del propio Rajoy
en temas tan centrales como la unidad de España. No deben olvidar que los
problemas que más preocupan a sus votantes no son de derechas o de izquierdas,
sino de valores que están muy por encima de las clásicas divisiones
partidistas.
El
Congreso será el colofón de la "renovación" de Rajoy. Será un éxito o
un fracaso. Le consagrará como líder o dejará abierto quién será el próximo
candidato a presidente del Gobierno. Pero lo que nos importa a los españoles que
hemos depositado nuestra confianza en el Partido Popular es que la renovación
suponga un claro compromiso con el ideario liberal-conservador adaptado a la
agenda política actual. Para relativismos nos quedamos con la versión original.