ESPAÑA, 2008

 

 Artículo de Juan Carlos Girauta en “Libertad Digital” del 02.01.08

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

  

En la reivindicación del espíritu del 2 de mayo que colorea el mensaje de Año Nuevo de la presidenta Aguirre se encuentra la respuesta simbólica a muchas de las incertidumbres del momento español. Y lo simbólico deviene esencial en ciertos trances colectivos, como bien saben los que trabajan por disolver a golpe de simbolismo la idea de España, aquella Nación de los libres e iguales que decora los desvelos y las esperanzas de los liberales. Y como lamentablemente ignoran demasiados tecnócratas igualmente liberales.

No es que sobren los tecnócratas, ni mucho menos. Avant la lettre, la casta ha sido benéfica en nuestra historia desde que apareció bajo el nombre despectivo de arbitrismo hace varios siglos. De ahí a los tecnócratas del López Dei, que favorecieron la economía española, y por fin a los tecnócratas de hoy, a quienes sólo cabe reprochar el sesgo economicista. Pero ese ligero defecto es fatal cuando está en juego un imaginario colectivo, pues los aquejados asisten al arrasamiento de los fundamentos culturales de la comunidad en que están insertos sin darse cuenta siquiera de la calamidad.

Destaca más su ingenuidad que su soberbia de especialistas. No comprenden que sin la argamasa simbólica, sin el conglomerante cultural, sin esos intangibles que los nacionalistas vienen sustituyendo meticulosa e incansablemente a base de selecciones deportivas, historia-ficción y marchas con antorchas, no hay ciclos económicos que valgan, no hay estabilidad ni expectativas, ni confianza ni riqueza posibles. El nexo, evidentísimo en la historia, entre mitología civil y curso económico, sigue escapando a demasiados listos con tres carreras.

Tal como vienen los tiempos, o bien izamos nuestra bandera gaditana irguiendo y apuntalando un imaginario español y liberal que a todos acoge, o la España del 2008 y la de los años siguientes no será común, no será libre, no será próspera y no será justa. Como diría Miguel Hernández, dejadme la esperanza. A poder ser, la que se apellida Aguirre, que, hablando para el pueblo de Madrid, nos apela a todos. A cada uno de nosotros concierne su llamada, que es la de la conciencia de España. Algunos le llaman a esto nacionalismo español, pero es porque no han leído. Que se ilustren.