'ZETAPÉ DE ESPAÑA'

 

 Artículo de David Gistau en “El Mundo” del 30.08.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El 'Zetapé' de la nueva temporada es un invertido. De entrada, y para la Operación Triunfo del proceso electoral, le ha robado el apodo a Rosa y emerge de las vacaciones convertido en Zetapé de España: patillas de hacha, porte de banderillero, pasodobles en los paseíllos del hemiciclo, muñeca legionaria colgada del retrovisor, y una silueta del toro de Osborne en el fuselaje del avión presidencial, que desde ahora despegará siempre al alba y con viento duro de Levante. Olé. El hombre que hasta hace bien poco no reconocía más patria que la libertad o el Marie Claire, de pronto se abraza a la unidad de destino en lo universal.

Suena 'Manolo el del Bombo' para la Biblioteca Nacional. Hasta José Bono vuelve a ser necesario como coartada, mientras que el ejemplo de la Regàs demuestra que del Frente del Ebro se prescinde ahora como del lastre arrojado desde la barquilla de un globo.

Ante la cercanía de las elecciones y la resistencia del rinoceronte etarra a los dardos narcóticos de la paz, el Gobierno regresa a las posiciones que fueron abandonadas en el comienzo de la legislatura, cuando se montó un cordón sanitario contra cualquier «patriota de hojalata» que permaneciera en ellas. Pues bienvenidos de nuevo. Pero uno no recuerda semejante corrección de sí mismo como la que ahora plantea Zetapé de España, reconociendo por añadidura que todo fue un error que ha costado tiempo, fortaleza y cohesión. Cosas que no se enmendan sólo porque ahora Zetapé cante el porrompompero por cálculo electoral.

Los periodistas orgánicos y el maquis de los culturetas han tenido todo el verano para interiorizar el nuevo discurso. Saben por tanto que, a partir de septiembre, los «hombres de paz» volverán a ser terroristas sin otro horizonte que la cárcel ante los que se apela a la unidad previamente demolida.

Que ya no importa ofender a los socios periféricos, los de la «puta España» de Rubianes, replicando con un patriotismo de atrezo a la eterna asociación, típica de esta izquierda, de lo español con lo facha. Que el nacionalismo no monopoliza el progresismo ni, por tanto, cualquier cauce ajeno al nacionalismo ha de ser rancio y cavernario por definición. En realidad, esto es lo que lleva diciendo toda la legislatura la oposición a Zetapé de España, la del PP, la de los críticos maltratados como Rosa Díez, la de las plataformas surgidas por reacción como Ciutadans. A todos ellos, a los que se intentó poco menos que echar del país para abrir hueco a De Juana Chaos, se les exige ahora que cumplan con el deber de la unidad ante la emergencia, como si les estuvieran invitando ahora a ocupar esas posiciones, como si no fueran los que las defendieron cuando Zetapé las abandonó porque era lo que le interesaba entonces para aferrarse a la cuota de poder personal, que continúa siendo su único principio no reversible.