RECETANDO A UN DIFUNTO

Artículo de José Luis González Quirós*  en “El Confidencial” del 20 de julio de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Uno de los humoristas más influyentes en la transición fue Jaume Perich, del que muchos recordarán aquella viñeta en la que uno de los contestatarios y barbudos que dibujaba se lamentaba de que “nos habían ofrecido el cambio sin trauma y lo que tenemos es el trauma sin cambio”. Recuerdo también otro dibujo en el que un médico pedía una serie de análisis para un paciente postrado en su lecho, con la conciencia ida y con pésima apariencia, mientras un colega le decía, “pero si ya está muerto”, a lo que el prudente doctor respondía, “da igual que esté muerto o no, hay que hacer lo que recomienda la medicina en estos casos”.

Se me han venido a la cabeza estas dos historias del Perich al leer la tribuna de Juan Luis Cebrián en El País, titulada ‘Esta insoportable levedad’, en el que el analista se encarama a las cumbres de la literatura kunderiana, para reconocer, sin bajar de las alturas, que Zapatero ya está muerto, y pedirle que abandone inmediatamente su posición, cosa que los muertos no suelen hacer por sí mismos, ni siquiera en las novelas.

Es muy característico de la absoluta decadencia, de la derrota sin remedio, que los dioses del oportunismo te retiren el saludo, que hablen de ti en tercera persona. No sé si a Zapatero le quedan reflejos para responder al desaire de persona tan principal, pero sin duda recordará que siempre tuvo sus más y sus menos con el personaje casi desde el principio, porque se negó a recibir consignas del almirante de la flota polanquista, que en 2004 todavía estaba bastante en forma. Vino luego la crisis de los brujos visitadores de la Moncloa, y parece que ni siquiera Rubalcaba había conseguido que hubiese una paz inteligente entre familias tan principales del sistema. No se trata, por tanto, del final de una larga amistad, sino de un cese de convivencia entre dos que apenas se soportan.

El ágil entendimiento de Cebrián se muestra en un aprieto a la hora de juzgar a Zapatero, a uno de los suyos que no ha seguido las instrucciones que se le dieron. Tiene que reconocer que no es de este mundo pero, al tiempo, tiene que recomendarle el paso a mejor vida

A Cebrián no le gusta que su amigo Rubalcaba se lance a salvar al PSOE, un partido con el que tampoco parece simpatizar, como el propio Felipe González, sin la precaución de haberse hecho previamente con el poder total y formal, ganando un Congreso. Cebrián tal vez se tema, viejo zorro avezado a sobrevivir en las crisis de sistema, como el diría, que el zapaterismo pueda ensayar alguna estratagema tras la debacle de la que piensa librarse el falso leonés, pero eso equivaldría a suponer que la existencia de Zapatero será todo lo leve que a Cebrián le plazca, pero que no está muerto, lo que, de confirmarse, sería noticia curiosa.

El ágil entendimiento de Cebrián se muestra en un aprieto a la hora de juzgar a Zapatero, a uno de los suyos que no ha seguido las instrucciones que se le dieron. Tiene que reconocer que no es de este mundo, y para eso nos recuerda lo difícil que está todo, pero, al tiempo, tiene que recomendarle el paso a mejor vida, eso sí, con los deberes bien hechos. Se trata pues, de un testamento, de la última voluntad de quien, sin quererle, no ha tenido otro remedio que soportar a Zapatero, pero ya dice “¡Basta!”.

Para el todavía presidente tiene que resultar muy doloroso que hasta los que te han escrito el programa de mano para tu presentación, aquel texto de Cebrián a media pluma con Felipe González, “El futuro no es lo que era”, con el que cualquier político, sin necesidad de ser un genio, podría haber conquistado Eldorado de manera definitiva, te abandonen en la hora de la tribulación, y te pidan las llaves del piso. Seguramente ya no baste refugiarse en Marco Aurelio para meditar sobre la ingratitud.

En cualquier caso, los autores del libreto en que debiera haberse inspirado Zapatero no se han retractado de sus pronósticos, no han hecho ninguna autocrítica, han llegado incluso a promocionar electoralmente a Carmen Chacón, la niña de Felipe, ahora tan cruelmente tratada por los aparatistas de Ferraz siempre atentos al grito de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”,  de manera que si la representación del guión tan bellamente escrito ha terminado en fracaso notorio no es necesario que nadie se derrengue tratando de averiguar quién ha sido el culpable.

Da la sensación de que a Rubalcaba podría convenirle una espantada pronta del presidente, un efecto catártico, porque, de no ser así, no se entiende la despectiva andanada del patrón de El País. No es que Cebrián necesite ponerse a buen resguardo, es que parece que les urge que Zapatero salga de la Moncloa como quien huye y a escobazos.

En medio de estas trifulcas, España y su economía siguen, evidentemente, a la deriva, la prima de riesgo cercana a los 400 puntos, y, sin buenas noticias que llevarse a la boca, hasta los incondicionales se impacientan. Seguramente son ya muchos los que están echando de menos que en la Constitución no exista la figura de un comisario que, en caso de necesidad imperiosa, pueda decretar el final de la corrida, aunque el diestro se empeñe en seguir dándole pases al toro muerto, y el público abandone las tribunas como si se hubiese declarado un incendio.

*José Luis González Quirós es analista político