¿SIN CIU?, ¿SIN EL PP?



 Artículo de Fernando González Urbaneja en “La Estrella Digital” del 13.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Maragall argumenta que se puede aprobar el nuevo Estatuto catalán sin el apoyo de Convergencia, que basta con la mayoría habitual de la que disfruta el Gobierno en la Cámara y la que sirve para gobernar Cataluña. Matemáticamente se puede, políticamente sería una estupidez cambiar un Estatuto cuestionado (el actual), pero que ha funcionado, por otro tanto o más cuestionado que crea más problemas de los que resuelve. Desgraciadamente, este debate sobre el Estatuto está tan sobrado de estrategias electorales de carril como falto de sentido político y de sentido común.

El Gobierno catalán se lanzó tras el nuevo Estatuto para mortificar a los convergentes, que durante sus largos años de gobierno no encontraron momento de plantearlo, ni oportunidad para ir más allá (ni menos) de un proceso ambicioso de trasferencias que va dejando desnudo al Estado central. Sólo el Gobierno vasco, con fuero y concierto, ha conseguido más autonomía en Europa y en el mundo que el Gobierno catalán.

Para ese objetivo el Gobierno del tripartito, el de Maragall, encontró un aliado tolerante en el Gobierno de Madrid, en el socialismo de Zapatero, interesado también en hacer lo contrario que sus adversarios del PP con la intención de dejarles aislados en el Parlamento y condenarlos a la oposición. La táctica como objetivo y fin. Las estrategias electorales de todos son más que evidentes, aunque pueden pasarse de frenada y los ciudadanos, menos tontos de lo que imaginan o pretenden, pueden darles con la puerta en las narices en la próxima cita electoral.

Ahora todos empiezan a sentir el aliento en el cogote de una opinión pública harta de este agotador debate estatutario que esconde mucho más de lo que muestra, que desentierra fantasmas familiares que parecían archivados y que interesa, sobre todo, a los instalados en el aparato. Todos necesitan acabar la obra y zanjar en los plazos parlamentarios los límites de la operación.

Y cuando afloran los nervios empiezan a funcionar las estrategias de lo posible, del mal menor y del corto plazo. Una operación tan relevante como un nuevo Estatuto requiere, para gozar de la mínima estabilidad y lealtad institucional, del consenso y el concurso de todos los partidos con opción de poder en España y en cada Comunidad Autónoma. Un nuevo Estatuto catalán sin el consenso de CiU es un error, un resultado inconsistente y de corto recorrido. Y por las mismas razones ese Estatuto sin el concurso y el consenso del PP, al menos una cierta neutralidad o condescendencia con el mismo, está condenado a un corto recorrido. Ni sin Convergencia, ni sin los populares puede llegar al Boletín Oficial del Estado el nuevo Estatuto catalán, ni ningún otro Estatuto. Quizá por eso Zapatero apuntó esta semana que si se retira el Estatuto no pasa nada.

Claro que pasa, aunque no sea una crisis insuperable, sería la quiebra de algunas carreras políticas personales, pero nada más. En realidad puede ser peor para el común un nuevo Estatuto provisional, con insuficiente sustentación, que seguir con lo que hay.