CORRIMIENTOS PREVISIBLES

 

Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 29.10.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Una de las excusas favoritas de la izquierda o la derecha proclive al acercamiento a los nacionalistas, hasta el punto de asumir algunas de sus reivindicaciones máximas –al estilo de lo propiciado por Maragall en Cataluña o por Eguiguren en el País Vasco en las rspectivas franquicias del PSOE-, es que la convergencia acabará por debilitar al nacionalismo, haciéndolo más posibilista y moderado. La teoría viene a pronosticar que si todo el mundo, o casi, se aproxima a los nacionalistas hasta la mitad del puente, ellos harán lo propio recorriendo la otra mitad del recorrido para acercarse al centro. Era la explicación benevolente del famoso pacto del Tinell que aislaba al PP catalán y dejaba a los demás partidos parlamentarios en el mismo lado de la corriente: el nacionalista.

 

La maniobra está basada en una sencilla falacia de tipo psicológico: que el nacionalismo es extremista porque se siente incomprendido, y que se hace más moderado cuando se siente acogido dentro del sistema. La verdad es que el nacionalismo reaccionará en sentido contrario cuando asista a la invasión de su propio espacio político. Es decir, tenderá a extremar sus rasgos identitarios, reforzando aquellos elementos distintivos del nacionalismo como el llamado soberanismo, que no es otra cosa que el modo melífluo de nombrar al separatismo de toda la vida. Por el contrario, si el nacionalismo se enfrenta a una posición firme que le exija moderarse para ser aceptado en el sistema, es lo que acabará haciendo para eludir quedar aislado en un extremo del arco político.

 

Acabamos de asistir a la demostración empírica de este principio: si un partido se corre hacia las posiciones tradicionales de otro, el invadido tenderá a correrse un poco más allá para mantener su espacio propio intacto, incluso mejorado gracias a la asunción generalizada del nacionalismo como “pensamiento único”. Si el PSC se hace soberanista, pacta con ERC para desbordar a CIU y promueve un Estatur confederal, ¿qué hará CIU?: pues correr hacia el extremo nacionalista y apuntarse a la independencia, como ha ocurrido.

 

En el caso vasco ocurre lo mismo. Si el PSE acepta la Mesa de Partidos con ETA, asume el “ámbito vasco de decisión” y demás zarandajas legendarias, ¿qué harán ETA y el PNV? Los terroristas optarán por dar más vueltas a la tuerca de la negociación con el Estado, y el PNV resucitará el Plan Ibarretxe tras el efímero interregno moderado de Imaz, que trataba de presentar al PNV como un partido sensato y respetable para compensar los progresos (ya amortizados por la estúpida defección socialista) del constitucionalismo. Total: sale Imaz, vuelve Eguibar y sigue Ibarretxe en lo suyo. En Cataluña, el hijo de Jordi Pujol, Oriol, sale del armario para reclamarse independentista porque su anterior espacio electoral está ocupado por el PSC. Lo increíble es que haya analistas de postín que se sorprendan de algo tan evidente. Un simple corrimiento perfectamente previsible hacia el lado nacionalista del sistema, corrimiento que amenaza con hacer escorar el barco hasta mandarlo al fondo. Porque no es verdad que fuera la dureza de Aznar la que hizo más extremista el nacionalismo, sino que han sido las constantes concesiones de Zapatero las que han producido ese efecto... perfectamente previsible.

 

 

 

Invitación a la danza (espacios publicitarios)

 

 

En su ritual proclamación como candidato del PP a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy ha pedido a los votantes de izquierda que le voten a él para edificar un Nuevo Consenso nacional. Es obvio que resulta urgente echar a Zapatero, ese socavón en la trayectoria democrática ilustrado a la perfección por los más prosaicos socavones del AVE pactado con los nacionalistas y catalanistas (absurdamente empeñados en transformar el AVE en otra línea de metro para Barcelona). Ahora bien, y volvemos a preguntar lo habitual, ¿para qué es el Nuevo Consenso ofrecido por Rajoy? Para expulsar a Zapatero y devolver al PP a la Moncloa, naturalmente. Pero una vez convertido don Mariano en inquilino monclovita, ¿qué medidas piensa adoptar para rectificar los disparates zapateristas? ¿Qué se va a hacer para devolver al poder judicial esa autonomía también maltratada por el PP? ¿Se volverá a pactar con CIU y PNV, dos partidos separatistas? ¿Y qué hay de esa reforma de la Constitución que propone Vidal Quadras pero a la que su partido hace oídos sordos? Preguntas que ni tienen otra respuesta que la previsible –poco, nada, sí, no sé de qué me habla-, ni seguramente recibirán otra distinta en los próximos meses.

 

Por eso votar PP será votar más de lo mismo que ya padecemos, aceptar otra prórroga del partido trucado que se está jugando. Si quieres nuevas reglas para cambiar las cosas y rescatar la democracia de su degeneración nacionalista, intervencionista y partitocrática, vota UPyD. No pierdes nada probando, y si sale bien hay mucho que ganar. Por ejemplo, ¡dejar de hablar a todas horas de la peste nacionalista!