¡MÁS NACIONALISMO PARA VENCER AL PNV!

Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 24.03.08

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

El PNV es un partido dividido, eso es indudable. La ambigüedad del mensaje emitido ayer por los mandamases -¿o mandamenos?- peneuvitas es la primera consecuencia de esa división: Urkullu propone al PSOE un gran pacto para avanzar hacia mucho más autogobierno (naturalmente, sin precisar qué sea ese improbable “más autogobierno”), a cambio de que el pacto -¿un nuevo Estatuto?- no sea cepillado posteriormente en el Congreso. La condición de ignorar y saltarse todas las reglas de la democracia, como la de que sólo las instituciones parlamentarias están capacitadas para debatir y aprobar o no un nuevo estatuto autonómico, es perfectamente coherente con el profundo desprecio de la democracia que exuda el nacionalismo vasco desde que don Sabino Arana decidió fundar su Euzkeldun Batzokija. Por tanto era esperable, y por tanto no es noticia: no se dejen tomar el pelo. Más reseñable es la arrogancia con la que Urkullu trata de imponer al PSOE –ojo, no al gobierno ni al parlamento: ¡al partido!- un resultado predefinido y obligatorio para el acuerdo que propone discutir. El único resultado aceptable es y será… más autogobierno y aceptación de la capacidad de decisión unilateral de los vascos. Una manía que comparten con ETA, con otros vicios no menos relevantes.

 

Urkullu, pues, no se aparta un milímetro de la concepción básica del Plan Ibarretxe (en sus dos formatos): son los vascos, o mucho mejor dicho los nacionalistas vascos, quienes deciden unilateralmente la clase de relación que quieren con España; y ésta no tiene otra opción que aceptarla o enfrentarse a la eternización del “conflicto”, garantizada por ETA. Nada nuevo bajo el sol, ni bajo la lluvia y la nieve del domingo. Pero hay una novedad ocultada por el envite fantasmagórico de Urkullu: que el PNV carece de un discurso alternativo al establecido en Lizarra, aunque percibe que ya está agotado, y de un plan B que sustituya a los famosos de su lehendakari iluminado, aunque sabe que es un plan fracasado. Y no tiene ni discurso ni plan nuevo porque el nacionalismo vasco, para subsistir en movimiento, consume un combustible que da muestras de agotamiento: la credibilidad popular de su proyecto de Estado independiente. Muchos de sus votantes habituales, descreídos, han votado en las últimas elecciones a los socialistas. Aunque no es probable que la sangría se mantenga en las elecciones autonómicas, soy de los que piensan que el nacionalismo institucional ha agotado un ciclo que le obligará a renovarse a fondo –lo que no creo posible-, o a resignarse a una progresiva irrelevancia.

 

La extremada ambigüedad de los líderes del PNV es una consecuencia de esta incertidumbre, agravada por sus diferencias internas. Diferencias que no responden a divisiones ideológicas, sino a distintas percepciones sobre lo más conveniente para conservar todo el poder para el amojamado partido. Ibarretxe, Egibar y Arzalluz, entre otros, opinan que lo conveniente es la fuga hacia delante, pero el primero de ellos tampoco se compromete claramente a convocar este mismo año su referéndum ilegal, aunque tampoco renuncie a ello. Urkullu y compañía, como antes Imaz, no tienen alternativas ideológicas a la premisa que precipita la fuga hacia delante de los otros; sencillamente, les da vértigo. El vértigo que produce la posible pérdida de poder tras treinta años de ejercicio en práctico monopolio, y apoyándose en el terrorismo que sólo afecta a la oposición. A eso se reduce todo.

 

La gran ventaja de que disfrutan, y lo saben, es que deben entenderse con Zapatero y el PSOE. Los socialistas buscarán el entendimiento para repetir, si es posible, la relativamente exitosa estrategia zapateril del “cordón sanitario” compuesto de PSOE+nacionalistas (no dará mayorías absolutas, pero impide al PP ganar). Y después de que el PSE haya subido espectacularmente sus votos, fenómeno que atribuyen a su estrategia “vasquista”, será punto menos que imposible convencerles de que los problemas del país –tanto vasco como el español en su conjunto- sólo se verán agravados si la receta a aplicar es la de más y más nacionalismo. La cantidad de nacionalismo que quepa en un imaginario punto intermedio entre lo que pide Ibarretxe y lo que está dispuesto a darle Zapatero.  Síntoma de lo que hay: Jesús Eguiguren, uno de los muñidores del fracasado y disparatado “proceso de paz” que sólo ha servido para renovar a ETA, ya está reivindicando el acierto histórico de su operación… por sus efectos futuros. No sólo se equivocan siempre, es que consideran esa su imbécil contumacia toda una forma superior de acierto. Ya verán como tenemos nuevo “proceso de paz” en menos que canta un gallo, en cuanto los otros colaboren tras unos cuantos y aplastantes éxitos policiales…