¡OH, EL MANIFIESTO ESTÁ “POLITIZADO”!

 Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 01 de julio de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Cuando se hizo público el manifiesto por la lengua común, Arcadi Espada propuso que junto a la lista de firmantes se hiciera pública, también, la de quienes no habían querido firmarlo. Expresamente, se entiende. No deja de tener sentido, pero como choca con la virtud de la discreción, no suele hacerse. Aunque siempre se acaba sabiendo quién firma qué y quién no, y por qué. El porqué verdadero, quiero decir. Por ejemplo, no deja de ser llamativo el escaso eco de un manifiesto tan sensato como el nuestro entre la gente de Prisa, quiero decir los colaboradores de El País en este caso; pero algo semejante puede decirse de cierta nebulosa intelectual en torno al PP más furibundo. Y eso, a pesar de que el promotor es Fernando Savater. ¿O será por eso mismo…? Tras algunas dudas iniciales, El País ha optado por oponerse: llevamos varios días de tralla con artículos de opinión y entrevistas que atacan al manifiesto desde diversas troneras y nidos de ametralladora de tópicos y falacias. El colmo de los colmos es el artículo del poeta Gamoneda publicado el lunes. Nada casualmente, por cierto, tras la entrevista del domingo al presidente Zapatero, donde éste desgranaba sus previsibles objeciones (¿) contra el mismo manifiesto del que se baja ahora en marcha –no hay peligro, el tren es lentito- su poeta de referencia (que, encima, se queja de que le vean así). Zapatero, entre otras necedades, afirma con tono derogatorio que se trata de un “manifiesto politizado”. Pues claro que sí: se trata de la defensa política, democrática, de una lengua común importantísima para la cohesión política, democrática, de España. Y cuya exclusión administrativa de los espacios públicos lesiona gravemente los derechos políticos, democráticos, de los ciudadanos españoles. Un colectivo político que, sin duda, comienza a sobrarle a Zapatero: ya no sabe qué hacer con nosotros.

Así pues, resulta que Arcadi se había quedado corto porque, tras la defección de Gamoneda, que se ha subido al tren de Matallana para volver al calorcillo del establo del medio amigo, además de la lista de los no-firmantes habrá que publicar la de los firmantes con marcha atrás. Aunque según parece el famoso intelectual que atiende al nombre artístico de Ramoncín ya había expresado confusamente su arrepentimiento, ahora es Gamoneda quien lo dice mucho más explícitamente: “Dije y digo que el manifiesto era razonable. En su literalidad lo sigue siendo, pero ya no en sus potencias. Lo ha desconcertado la política enmascarada. Así que, Srs. ideólogos de El Mundo, su Manifiesto ha sufrido seria avería en sus propias manos. Lo siento, pero tengo que rectificar: NO. El manifiesto ya no es razonable”.

Como puede observarse, el manifiesto de los veinte por la Lengua Común, promovido por Savater, se ha convertido misteriosamente en el “Manifiesto de El Mundo”. ¿Cuándo se ha producido la transmutación alquímica? Indudablemente, cuando el diario decidió abanderar la publicidad del Manifiesto y organizar una exitosa recogida de firmas. Por tanto, para el diario El País el Manifiesto se ha convertido en singular y principal casus belli de la guerra de exterminio que tiene emprendida contra el diario de Pedro J. Ya ni el castellano importa un pijo, ni la libertad de elección de lenguas tampoco, ni las razones y argumentos expuestos con sumo cuidado en el Manifiesto, tampoco. Lo único importante es el dedo que apunta a la Luna, y ese dedo es un dígito del enemigo; a la Luna, que le den. Obsérvese que ninguno de los detractores ha sido capaz de replicar a uno sólo de tales argumentos ni negar alguno de los hechos en que se basan. El problema es que lo apoya el diario enemigo, y eso es todo. La democracia española no sólo tiene un grave problema con su pobre clase política, sino con su misérrimo periodismo opinativo, que segrega corrosiva bilis sectaria allí donde toca y hace tiempo que ha renunciado al vicio de pensar.

Es verdad que el problema no se limita a El País y sus encargos –porque el artículo de Gamoneda es de encargo, pura política editorial de la casa de Cebrián-, sino que la guerra montada en torno a un manifiesto tan sencillo y claro se limita a expresar un mal de fondo mucho más extendido. También el lunes el ABC, por ejemplo, publicaba otra columna perdonavidas de Edurne Uriarte, últimamente aficionada a ese género excelso de hacer de maestro Ciruela del análisis político. Si el otro día nos motejaba de rivales del PP ¡de extrema derecha!, ahora barbota que el manifiesto yerra el tiro porque no sitúa correctamente las responsabilidades políticas por las agresiones en política lingüística, que naturalmente sólo atribuye a los nacionalismos y a la izquierda. Pues no. El manifiesto es en realidad extraordinariamente discreto, porque no apunta ninguna responsabilidad por lo que está pasando, precisamente por la esperanza en que eso ayude a extender la sensatez. De habernos puesto a diagnosticar responsabilidades, ¿cómo olvidarnos de las políticas de “normalización lingüística” impuestas por el PP incluso donde tenía mayoría absoluta, como en Galicia? Porque allí, como también en Baleares (sin olvidarnos de Valencia) ha sido el PP, no el BNG, el responsable de la legislación dispuesta para expulsar la lengua común del espacio público. Lo decía Roberto Blanco Valdés en el encuentro de Llanes: hace muchos años que todo el papeleo de la Universidad de Santiago, incluyendo avisos y rótulos, está escrito en gallego exclusivamente. ¿El mérito?: de los gobiernos de Fraga, el del centro reformista. Pero claro, ese no es el problema, sino el dedo que señala la Luna, que es un dedo ajeno al nuevo marianismo y al viejo aznarismo. Vaya tropa, que dijera Romanones por un asuntillo de academias de la Lengua, precisamente.