UN (MAL) MODELO COMPARTIDO

 Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 11 de septiembre de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Del “debate” –venga hombre, de eso nada- de ayer en el Congreso, sobre la comparecencia de Zapatero sobre la situación económica –sobre sobre, sí-, me quedo con dos cosas. Una ya citada otras veces: el actual Congreso de los Diputados no es precisamente un ejemplo de productividad ni laboriosidad. ¿Es posible que ayer sus señorías tuvieran mejores cosas que hacer que asistir a un debate sobre la crisis económica? Pues la cuarta parte de ellas tenían algo mejor que hacer, incluido el presidente Bono (dejó en su poltrona una vicepresidenta que echa unas broncas muy lucidas, eso sí). Es que ni siquiera fingen que tengan un papel que jugar en la representación, o que les interesa su función parlamentaria, o que haya un debate de alguna clase en el que ellos deban participar porque para eso les han votado, y para eso son representantes de todos los ciudadanos, no de su partido.

Y la segunda, más enjundiosa. PSOE y PP comparten el modelo económico (y desde luego, de partido: ahora, el PP también tiene su PSC, en navarro UPN). Ni Zapatero ni Rajoy entraron en el fondo de la cuestión, a saber, si las crisis puede representar o no una oportunidad interesante para que la economía española se libre de sus lacras tradicionales: escasa innovación, pobre productividad, empleo de mala calidad y mal pagado. En magnitudes económicas, eso se refleja en la poca capacidad exportadora de España porque fabricamos pocas cosas interesantes, origen del enorme déficit exterior, y en la menguante participación de las rentas salariales en el crecimiento económico: mileurismo y todo lo demás.

A Zapatero le dejó entre estupefacto y muy molesto que Rosa –UPyD, vaya- señalara que el problema de fondo está en el modelo económico caduco, diseñado en lo esencial por el PP en la etapa Aznar-Rato. Si hasta ahora no ha ido mal, es evidente que no da más de sí y hay que sustituirlo por otro, más parecido al de Suecia o Alemania y menos al de Brasil o China (con quienes no podemos competir en mala remuneración laboral, y por tanto en baratura de los productos industriales). Pues no, es demasiado complicado por lo visto. ¿Modelo económico, de qué me está usted hablando? ¿Qué hay de malo en que las empresas españolas sean poco innovadoras en su mayoría, si los accionistas ganan dinero? ¿Por qué hay que conseguir empleo de más calidad, más cualificado y mejor pagado, si hay inmigrantes dispuestos a trabajar por la mitad? ¿Por qué hay que erradicar el mileurismo, si los chicos están en casa de sus padres tan ricamente o pueden montarse una comuna? ¿Por qué la innovación tecnológica debe sustituir al ladrillo a mansalva como motor del crecimiento económico, si la gente puede comprarse ordenadores diseñados en Japón y fabricados en China?

Son preguntas elementales que todo el mundo comprende, porque entiende el sentido de las diferentes respuestas y las consecuencias que tienen para todos. Excepto Zapatero, por supuesto, pero no sólo él. Tampoco sus señorías del PSOE y del PP entienden por qué es malo mantener un modelo económico de segunda categoría, por mucho que le venga de miedo a ciertos sectores. Pero no a la mayoría de la sociedad española, desde luego. Sobre todo los jóvenes, condenados a empleos de mala calidad y mal pagados, porque si se quedan en España deben competir no con los ingenieros de Silicon Valley o los programadores de Bombay, sino con los recogedores de fresa de Huelva y los peones del cemento que ha sepultado el litoral. Esa es la diferencia, si queremos un país donde el modelo de enriquecimiento empresarial es Bill Gates, o el Pocero (con todos los respetos).