POS-TRANSICIÓN Y DISTRACCIONES

 Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 18 de octubre de 2008

Comparto la idea de que el celebérrimo juez Garzón ha cruzado la frontera de la función judicial ordinaria, tan aburrida (y descuidada), para internarse por el curioso paisaje extraordinario de la función judicial metafísica y metahistórica: juzgar a muertos sin imputarles nada, instaurar la Verdad y la Justicia en lugar de administrar leyes y depurar humanas responsabilidades en hechos y sucesos más banales. En fin, como los dioses de las religiones  Veremos en qué acaba la excursión, pero hay otro aspecto de este asunto que encuentro no menos interesante y quizás más significativo: unido a otros acontecimientos de diverso tipo, como las reformas de Estatutos comenzada en Cataluña y la invasión y reparto de las instituciones consumada por PSOE y PP, la iniciativa metafísica de Garzón cierra la Transición iniciada en 1977. Quizás ya era hora, aunque se podría haber hecho con mucha más delicadeza que abriendo las sepulturas y preguntando por los jefes de Falange que presuntamente las llenaron (entre los que pueden aparecer interesantes sorpresas relativas al árbol genealógico de los acérrimos antifranquistas de hoy, que no de ayer).

Estamos, pues, en época de Pos-transición. Lo que no sabemos es hacia dónde vamos o que se está iniciando. Probablemente, un tránsito provisional a otra forma de Estado que va a ser inevitable tras el progresivo hundimiento, desmantelamiento o fracaso de la mayor parte de los grandes pactos de Estado que vertebraban, mal que bien, el sistema político vigente entre 1977 y 2008.

El primero de esos pactos en hacer agua ha sido ni más ni menos que la propia Constitución, agujereada por las reformas estatutarias que la desbordan y reforman por la vía de los hechos consumados, pero también por el desmantelamiento progresivo de la autonomía del poder judicial, gracias a los pactos invasivos entre PSOE y PP, y a la colaboración de las asociaciones partidistas de jueces interesados en medrar a la sombra del poder ejecutivo. O en pasar a la historia, que hay gente para todo.

¿Qué va a pasar a partir de ahora? Pues que cada día va a ser más acuciante replantearse las reglas del sistema, comenzando por la reforma constitucional pendiente. Reforma de verdad, claro, basada en un debate sobre la clase de Estado que queremos, no reforma a traición, obligada por pactos entre poderes locales totalmente desinteresados de lo que pasa más allá de su coche oficial y sus despachos. De lo que se trata es de forzar el debate y de exigir claridad y transparencia, sin colaborar en la rutina de confundir y despistar al personal con asuntos ajenos al orden del día realmente importante. Como el jaleo montado por Garzón, por ejemplo. Eso sí, me da la impresión de que, una vez abierta la caja de Pandora, va a ser imposible volver a meter dentro algunas cosas que molestarán bastante a más de uno, de dos y de tres. Bueno, pues no haberla abierto.