SILENCIOS ATRONADORES, PÚBLICOS ESCÁNDALOS

 Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 23 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Hacer mucho ruido es una forma de ocultar otras emisiones sonoras; imponer un silencio profundo en respuesta a otras sirve para lo mismo. Al primer truco estratégico pertenece, por ejemplo, la ofensiva catalanizadora del gobierno de Baleares presidido por un socialista, el sr. Francesc Antich: con varios miembros de su gobierno acusados de delitos de corrupción, Antich recurre a la extensión hasta el delirio de la “inmersión lingüística” para conseguir que no se hable de aquélla. Ciertamente, no va a impedir que algunos pensemos que su estrategia demuestra, más bien, lo unidas que están esas políticas nacionalistas con la permanente corrupción de la democracia. Al fin y al cabo, no hay tanta diferencia entre dictaminar la cantidad mínima de catalán que debe emplearse en todas las esferas imaginables de la vida social y la extensión impune y permanente de la corrupción: la primera es un ataque en toda regla a los derechos básicos de los ciudadanos, y la segunda la negación real de que tales derechos existan: dos modalidades de la misma perversión de lo público.

Vayamos ahora a los silencios atronadores: el pasado martes, Rosa Díez defendió en el Congreso la toma en consideración de nuestro proyecto de Ley Orgánica contra la discriminación lingüística y la libertad de elección de lengua (está completa en la web), y la propuesta resultó rechazada por la coincidencia de votos de nacionalistas y PSOE. Observemos el significado de este voto negativo: no es que rechacen la ley en bloque o que presenten enmiendas negociables y votables, como es lo habitual y lo exigible en democracias parlamentarias, no, es que se niegan incluso a que se hable del asunto. No quieren que el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo sirva para debatir en público uno de los problemas que más preocupa a los ciudadanos que viven en comunidades bilingües empujadas al monolingüismo minoritario por sus administradores nacionalistas-socialistas, a saber, la creciente discriminación por razones de lengua de la que la ofensiva de Antich sólo es otro ejemplo de una ya demasiado larga cadena de despropósitos, agresiones y delirios.

Alguien puede alegar que tampoco es para extrañarse, pues resulta que el Congreso rara vez sirve para debatir en serio de cualquier cosa que realmente preocupe a la sociedad, sea la crisis económica, el hundimiento del empleo o la decadencia de la educación. Cierto. Pero de eso se trata precisamente: de que el Congreso, el régimen parlamentario español, está cada vez más alejado de un sistema deliberativo al servicio de la democracia. No sólo por la intolerable actitud de los partidos mayoritarios, sino por el acompañamiento de los principales medios de comunicación en esa manipulación constante de la información y de la realidad de lo público para ponerla al servicio de intereses privados y privativos. Consulten cuántos medios recogieron la semana pasada noticia del portazo parlamentario a UPyD y a los cientos de miles de ciudadanos que exigen libertad de elección de lengua: apareció en unos cuantos meritorios medios digitales, muy poco y mal contado en El Mundo, y nada más. La misma utilización del ruido estentóreo y de los silencios atronadores que practican los partidos políticos tradicionales para hurtar a la opinión pública aquello que no interesa que se sepa o se discuta. Un asco, vaya.

 

Nota parlamentaria: Patxi López es del mismo partido, el PSOE, que votó contra la admisión a trámite de nuestro proyecto de ley por la libertad lingüística, el mismo al que pertenece el catalanizador Antich, así como el sr. Montilla con sus planes de Educación del Espíritu Nacionalista obligatoria para los escolares catalanes. Francamente, me parece muy difícil de creer, por ingenuo que uno sea, que ese Patxi pueda emprender en serio una “política lingüística” distinta a la que practican los Antich y Montilla y apoyan con estúpidas argumentaciones Zapatero y su trupe parlamentaria (sí, esa que aplaudía a rabiar al exministro y cazador furtivo aquél, con epítetos de “¡torero!, ¡torero!”; y luego hablan de españolismo rancio, ¡¡ellos!!) Yo, desde luego, no me lo creo. Si todavía no les supera… porque al menos Antich y Montilla se defienden en catalán, mientras que López debe hacerse perdonar su falta de progresos en el dominio de la mal llamada “lengua propia”. Al tiempo.