ZAPATERO, LA ANOMIA Y LA INOPIA
Artículo de Carlos Martínez Gorriarán, Profesor de Filosofía. Universidad del País Vasco, en “ABC” del 20.01.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
... Tenemos un Gobierno dominado
por personas que no admiten que las palabras, las leyes y los actos tengan un
significado principal, sino que más bien conciben éste como una nube gaseosa de
connotaciones flojas que van de aquí para allá...
LA democracia es un sistema de tenso equilibrio de poderes que permite a la
sociedad protegerse de los atropellos del Gobierno, incluyendo las insensateces
de los líderes iluminados. Ha vuelto a quedar demostrado tras el desenlace
judicial del vodevil montado por el Gobierno a propósito de la obscena
provocación de Batasuna. Porque en esta ocasión todo parecía conspirar para que
el brazo político de ETA se saliera con la suya: el cansancio y aburrimiento de
la ciudadanía ante el lamentable y sectario espectáculo dado todos los días por
los partidos políticos (sin excepción) y sus púlpitos mediáticos, las
complicaciones y paradojas del sistema judicial español, y los efectos
dormitivos de las voces supuestamente pragmáticas partidarias de tolerarlo todo
a Batasuna porque tal debe ser el precio de la paz (precio, claro, que pagamos
todos, no sólo el obispo, el periodista o el cargo político que susurran: acepta
la factura).
Gracias al juez Grande-Marlaska, la cosa ha quedado meridianamente clara, como
pudo verse en la rectificación a toda marcha de don José Blanco, el ínclito
jurista. Milagros de la jurisprudencia: los «ataques al proceso de paz» se
transforman en «defensa de la democracia» de un día para otro... Mejor así,
aunque, lamentablemente para el PSOE y la izquierda española en general, las
hemerotecas inmortalizarán los inauditos disparates emitidos desde el Gobierno y
el partido adyacente para convencer a la opinión pública de las bondades de la
conculcación de la legalidad.
Dado que el responsable de ejecutar la prohibición judicial es el Gobierno
vasco, lo más probable es que Batasuna acabe protagonizando algún tipo de acto
mañana. Pero esa ya es otra cuestión. Lo que realmente importaba se ha
conseguido, a saber, impedir la burla y la humillación pública y consentida del
sistema constitucional. El Gobierno también ha salido beneficiado a su pesar,
porque ya no se pondrá en ridículo justificando por el mundo por qué tolera a un
grupo incluido en la lista europea de organizaciones terroristas.
Ahora bien, los motivos y objetivos de Batasuna los entienden hasta los
párvulos, pero ¿qué perseguían el Gobierno y el Partido Socialista cediendo a
las provocaciones de estos perdonavidas? No es imposible que se hayan tragado el
bulo de que Batasuna pensaba realizar un anuncio sensacional relativo al fin del
terrorismo, como que ETA habría decidido dejar las armas a cambio de alguna
cosilla menor, como un Estatuto nuevo. Al fin y al cabo es el mismo Gobierno que
lleva meses insinuando la inmediatez de ese anuncio sensacional que nunca llega,
y que quizás nunca llegue. Un Gobierno esperanzado en que esa declaración de paz
compense cualquier dislate previo, porque la opinión pública arde en deseos de
asistir al fin de ETA. Un malentendido, porque la mayor parte de esa misma
opinión no está dispuesta a ceder cualquier cosa para conseguir satisfacer ese
legítimo deseo.
¿Y eso es todo? No. Hay razones para pensar que algunos dirigentes socialistas
no le hacen ascos a la perspectiva de compartir gobierno vasco con matones como
Otegi, Permach o Barrena, una vez pasados por el blanqueo democrático de la
relegalización. El PSE podría encontrar en esa Batasuna refundada un socio «de
izquierdas» no mucho peor que ERC. Echen cuentas: una vez abandonada la
estrategia constitucionalista de alternativa PSE-PP al nacionalismo (abandono
favorecido también por el sectarismo histérico de muchos «populares»), el PSE
sólo puede ser alternativa al PNV en una alianza con Batasuna y algún
oportunista adicional como EA o Madrazo. La fórmula del sedicente tripartito de
izquierdas catalán trasplantada a Euskadi, y lo que cuelga: c´est tout. En
cualquier caso, la amenaza de esa Triple Alianza obligaría al PNV a moderar
pretensiones y asociarse con nosotros, parecen pensar en Ferraz y La Moncloa.
El problema no radica sólo en disfrutar de un estómago capaz de soportar la
náusea consiguiente, sino también en que resulta otra versión socialista del
cuento de la lechera. Primero, es totalmente iluso esperar que Batasuna haga
algún anuncio que vincule u obligue a ETA sin el permiso de ésta. Segundo,
pongámonos extremadamente benevolentes y admitamos que Batasuna realmente pueda
y quiera hacer alguna declaración creíble y aceptable. En tal caso, basta con
una rueda de prensa para hacer público el anuncio, y remitirlo certificado
adonde corresponda. Pero si Batasuna pone la prevaricación del Gobierno como
precio de una declaración «pacificadora», entonces hace evidente que no tiene la
menor voluntad de aceptar las reglas elementales de la democracia. El panorama
que se perfila es bastante diferente: ETA-Batasuna no piensa disolverse ni
refundarse a cambio de un nuevo Estatuto, como aceptan tácitamente los
partidarios de tolerarles, sino que todo lo más persigue dejar el terrorismo
parcialmente, con ovación, vuelta al ruedo y salida por la puerta grande. Y con
las orejas y el rabo del constitucionalismo, claro está.
No es concebible que el Gobierno y los responsables actuales del PSOE ignoren
todo esto. Tampoco que sean una panda de traidores dispuestos a entregarse al
terrorismo y destruir España, como repiten maniáticamente los medios hostiles.
¿De qué se trata, pues? La respuesta hay que buscarla en el ámbito intelectual:
tenemos un Gobierno dominado por personas que no admiten que las palabras, las
leyes y los actos tengan un significado principal, sino que más bien conciben
éste como una nube gaseosa de connotaciones flojas que van de aquí para allá. En
ese estado mental, la idea de legitimidad se convierte fácilmente en la de
anomia: prohibido prohibir, la ley se aplica según a quién y según convenga, un
reglamento antitabaco es más trascendental que la Constitución, etcétera. Y todo
indica que el Gobierno de Zapatero cree posible cabalgar a lomos del terrorismo
etarra, como ha creído posible montar en su beneficio al burro nacionalista
catalán.
La verdad es que la táctica del palo y la zanahoria ha quedado invertida: era
Batasuna la que jugaba con el Gobierno, y no al revés. Este error de juicio
revela otro más general y preocupante: que este Gobierno vive en la inopia.
Entre la anomia y la inopia, tanto buenismo y tanto optimismo mágico pueden
acabar echando por tierra ya no al arriesgado jinete, sino al sistema
democrático en su conjunto. Por fortuna ese sistema, como la nación española
realmente existente (la constitucional), es algo bastante más complejo, sólido y
arraigado que las cabriolas de los aventureros con pretensiones magistrales. La
presión de la opinión pública para impedir el disparate de autorizar el mitin de
una organización terrorista acaba de confirmarlo.