FRACASO DE IBARRETXE

 

Su plan será derrotado en el Congreso de los Diputados y ha malogrado para el futuro el proyecto nacionalista.

 

 Artículo de Alfonso Guerra,  Ex vicepresidente del Gobierno, presidente de la Fundación Pablo Iglesias y diputado por Sevilla (PSOE). Publicado en “Tiempo de Hoy” del 31-1-05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

  

Estamos en víspera del final del llamado Plan Ibarretxe. Con él ha muerto algo más importante que un plan con nombre propio. Ha acabado el proyecto nacionalista para Euskadi. Los vascos no nacionalistas ya no podrán hacer confianza limpia, directa, completa, a las propuestas nacionalistas. La conclusión que acabo de enunciar tiene una explicación clara y concreta. En las últimas elecciones para elegir el Parlamento vasco se creó una expectativa exagerada sobre la posibilidad de un triunfo electoral de las fuerzas políticas no nacionalistas, PSOE y PP. Los resultados electorales no acompañaron aquellas esperanzas. El Partido Nacionalista Vasco ganó las elecciones y formó un Gobierno tripartito, que no lo era en esencia, puesto que EA era una parte del PNV

 ---escindida hace años pero vuelta al redil--- ­y Ezker Batua, Izquierda Unida de Euskadi, en una sorprendente dislocación de su coherencia histórica, es sólo adorno para el nacionalismo, con la esperanza de que impidiese la crítica de sectarismo étnico de los no nacionalistas al Gobierno del PNV

Instalados en tal Gobierno y deseosos de arrebatar los votos de una Herri Batasuna deslegalizada como consecuencia del Pacto Antiterrorista de PP y PSOE, los nacionalistas del PNV (incluyendo a EA) concibieron un plan al que nunca denominaron con una categoría jurídica (ni Reforma del Estatuto de Autonomía, ni Nuevo Estatuto de Autonomía, ni Reforma Constitucional), lo titularon Estatuto Polí­tico para Euskadi, y en declaraciones y documentos políticos le llamaron Plan Ibarretxe.

Es muy probable que el nacionalismo peneuvista descansara en la imposibilidad de ser aprobado en el Parlamento de Vitoria. Pero la organización terrorista, a través de los secuaces políticos que mantiene en el Parlamento, hizo posible la aprobación del Plan. Inmediatamente después de la sorpresa y el desconcierto, los dirigentes nacionalistas idearon la estrategia de quitar gravedad al proyecto: pretende una convivencia amable con España, no es un proyecto para irse sino para quedarse, todo se puede negociar, etcétera, etcétera.

La primera reacción de los partidos más influyentes en España fue confusa a causa del empecinamiento del Partido Popular en acusar al Gobierno de España en lugar de dirigir sus críticas al Gobierno de Vitoria. Pasada la fiebre opositora, PSOE y Partido Popular, Gobierno y oposición, han alcanzado el único acuerdo sensato, unir sus esfuerzos para garantizar que los posibles cambios en la estructura constitucional y estatutaria se hagan mediante un amplio consenso que garantice estabilidad para el futuro.

¿Por qué oponerse al Plan Ibarretxe en lugar de negociarlo como pretende el Gobiemo vasco? Por cuatro poderosas razones.

 

     ---Por el sistema de elaboración del Plan. Se ha redactado unilateralmente con desprecio de las posiciones de los no nacionalistas, no se ha querido negociar en el País Vasco, para intentar ahora negociar de tú a tú con el Gobierno de España. (considérese que el PNV obtuvo en las últimas elecciones legislativas el 1,5 por 100 del voto del conjunto de los españoles, a la hora de valorar el pretendido de tú a tú). Además, se ha aprobado con los votos de ETA-HB, los que el señor Ibarretxe había prometido reiteradamente no aceptar.

 

     ---Por el carácter jurídico del Plan. El documento enviado al Congreso de los Diputados no es una reforma del Estatuto de Gernika. Es en parte un nuevo Estatuto, en parte una reforma profunda de la Constitución, lo que exigiría un mecanismo jurídico totalmente diferente. La Constitución no es intocable, pero su reforma debe hacerse según el procedimiento establecido en los artículos 166 a 169 de la propia Constitución.

 

     ---Por el contenido del Plan. El documento propone un cambio total en la concepción de la soberanía nacional: fragmenta el cuerpo constituyente de la nación española; en verdad de manera indirecta pretende la abolición de la Constitución democrática de 1978, pues al amputar del cuerpo constituyente una parte de los participantes en el referéndum constitucional, está cambiando la esencia y la naturaleza de la elaboración de la vigente Constitución.

 

Hay todavía una operación política más arriesgada, afrentosa e inaceptable en un sistema democrático. Me refiero a la distinción entre nacionalidad y ciudadanía, que parece separar a vascos auténticos y vascos accidentales o inferiores en su naturaleza. En estos asuntos no se puede actuar con ligereza, sobre todo cuando existe el precedente de Sabino Arana ("La fisonomía del bizcaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizcaino es de andar apuesto y varonil; el español o no sabe andar [ejemplo, los quintos] o si es apuesto, es tipo femenil [ejemplo, los toreros). El bizcaino no vale para servir, ha nacido para ser señor; el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo"). 

El escalonamiento de los ciudadanos en diferentes categorías basándose en razones étnicas trae a la memoria los experimentos antihumanos de los años de preguerra en Alemania.

No hay aquí lugar para examinar las reiteradas violaciones de los preceptos constitucionales en materia de competencia, poder judicial, ministerio fiscal, etc.

 

     ---Por la división social que provoca el Plan. Aunque oímos insistentemente de parte de los dirigentes nacionalistas que es un plan para integrar, todos sabemos, ellos también, que no ha hecho más que agrandar la división entre nacionalistas y no nacionalistas.

El nacionalismo tiende siempre a presentar los cambios que propone como algo que no tiene la importancia que los demás le confieren, siempre piden desdramatizar, siempre preguntan por qué se tiene miedo a los cambios. Porque no generan confianza sino temor a la deslealtad.

 

El Plan Ibarretxe es un plan para la independencia más allá de las declaraciones pretendidamente tranquilizadoras de los nacionalistas, es un plan para separarse. Algunos se preguntan, ¿por qué no, si es lo que quieren los vascos? La respuesta es clara. No es posible afirmar que sea lo que quieren los vascos, y aunque así fuera, que por escasa mayoría se pronunciaran a favor de la independencia, un demócrata no podría hacer recaer sobre su conciencia la posibilidad real, visto lo que hemos visto, de condenar a los que no quisieran la independencia a vivir en un gueto social, en un gulag político que subleva la conciencia de todo ser humano.

lbarretxe ha fracasado, pero no sólo porque su plan será derrotado democráticamente en el Congreso de los Diputados, sino porque ha malogrado para el futuro el proyecto nacionalista.

Pero la vida no termina con la muerte de este indeseado e indeseable Plan. Los actores políticos tienen que tener conciencia clara del compromiso de contribuir a crear las condiciones que conduzcan la vida en el País Vasco hacia la normalidad política, social y cultural.

El primer paso es la derrota del terrorismo. En este campo parece que algunos comprenden que su final está próximo y están lanzando mensajes confusos e insuficientes pero que encierran una desesperada búsqueda de salir del túnel sin salida en el que se encuentran.

 

Tal vez un día podríamos escribir que la soberbia nacionalista al concebir el Plan Ibarretxe favoreció, sin saberlo, la unidad de las fuerzas no nacionalistas frente a los proyectos excluyentes, la debilidad hasta el agotamiento de la trama terrorista, y la recuperación al fin de la libertad democrática en Euskadi. Así sea.