ZP NO SE HA CAIDO DEL CABALLO, ES LA GENTE QUIEN ESTÁ HARTA DEL BURRO

Artículo de Antonio Pérez Henares en su blog del 07 de febrero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Ni se ha caído del caballo, ni del guindo ni se ha apeado del burro. Se equivocan quienes piensen que Zapatero tiene en sus pautas el reconocimiento de un error. No. Zapatero no se apea: lo apean o lo tiran que es algo muy diferente. Pero quizás discutir esto en realidad puede tener poca sustancia. Tal vez lo esencial que está ocurriendo en estos días no sean las conversiones dudosas de ZP- sus amagos, piruetas y avances cangrejiles son la esperpéntica prueba- sino lo que está sucediendo en la sociedad española. Es ella la que en verdad se está cayendo del caballo y empieza a estar más que harta del burro.

El cambio cualitativo que se está produciendo no son los sos y arres del Presidente, que acaba al fin y como siempre, proponiendo una foto de toda la cabaña ganadera como fórmula de evitar lo que nunca ha hecho: tomar verdaderas decisiones de gobierno. Lo que ha parecido cambiar de manera radical en tan sólo un par de semanas es que buena parte de los ciudadanos españoles, acuciados por la realidad que les golpea, han visto al presidente tal y como es. Y es tal la sinsubstancia que de pronto han comprendido que adorna al personaje que ahora sí que piensan que con semejante líder estamos aviados. Que este hombre no sólo no nos saca de esta sino que es un contribuyente decisivo a enterrarnos aún más hondamente en ella.

Es posible y hasta lógico que pocos quieran recordar quién era Zapatero. Un silente diputado, profesional durante legislaturas en calentar escaños, que en efecto aprovechó un momento y se aupó a la dirección del PSOE. Las elecciones- el hecho es el hecho, al margen de las interpretaciones- y su triunfo en ellas en 2004 tienen mucho menos que ver con sus méritos y mucho más con el atroz atentado y los deméritos en la gestión de quienes gobernaban.

En años de vino y rosas pudo encantar a los encantados. Pero recuerden. Sus dos grandes apuestas fueron el ahora innombrable Proceso de Paz-que arrastró en más de una ocasión la dignidad de España - y de cuya ruptura, amén de a bombas y muertos hubieron de enterarle por carta, porque él seguía dando favores (ANV en los ayuntamientos) y la insensata apuesta por el Estatut catalán y la discusión de la Nación española del que fue máximo valedor, como alucinada formula de unir, desuniendo y juntar, rompiendo. Esos han sido sus dos “grandes” logros, sus dos esenciales propuestas. El éxito de ambas, arrollador, como todo el mundo sabe.

Pero entonces la economía tenía viento en las velas. Cuando se puso cuesta arriba ya se ha visto. Ni quiso ver la cuesta, nos engañó a cada curva, sin empezar a remontar siquiera ya decía que estaba haciendo cima y cuando el “tio del mazo” ya nos pegó y la “pájara” es tremenda está en que hoy propongo esto y mañana lo contrario, hoy 67 y 25, después ya veremos, que se me enfada Méndez para concluir en su mantra de siempre: “vamos a dialogar”. O sea, “Como no tengo ni pajolera idea, y las ocurrencias que he tenido han acabado en el despeñadero, a ver si me dicen ustedes que hago y así les hecho a todos la culpa de lo que no yo no soy capaz de hacer”. Esa es la táctica. Seguirá siendo la táctica mientras los muros de la economía española se cuartean y la amenaza se extiende no sólo al hoy sino al mañana y a un futuro cada vez más comprometido por su insolvencia.

Pero Zapatero ya no cuela. Ha colado mucho tiempo. Pero lo que el fin de semana decían las encuestas es que la gente lo ha calado. No le compran ya ni un peine. No ha sido él quien se ha caído del caballo. Es la gente la que se ha hartado del burro.

P.D. No hay otra solución política que la convocatoria de elecciones generales. Pero no depende de nadie excepto de él mismo. No puede apelarse a su responsabilidad como gobernante porque es inútil y superfluo considerarle como ninguna de ambas cosas. Tenemos un problema. Una crisis y un problema. Él es ahora mismo el problema.