TODOS, EN EL AJO

 

 

 Artículo de Manuel Hidalgo en  “El Mundo” del 18/01/2005


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

El paso dado por Rajoy, al ofrecer y aceptar colaboración y pacto con Zapatero, cambia decisivamente el panorama político de los últimos meses y, sin duda, la configuración del futuro. Frente a quienes avalaban la idea de que el PP debía mantenerse como un muro en el que todo movimiento se estrellara o como una apisonadora destinada a laminar cualquier iniciativa, Rajoy ha optado por moverse y por tomar iniciativas, lo que, tácitamente, supone una aceptación de la inevitabilidad del movimiento y de las iniciativas ajenas, aunque, como es lógico, su participación en esta danza irá orientada a contener a quienes, a su juicio, quieran pasarse de la raya y a recortar las alas de quienes quieran volar demasiado lejos.

Pero lo importante es constatar que el PP ya está en el ajo.Ha tardado en producirse la novedad, pero se ha producido. No podía ser que Rajoy confundiera por más tiempo sus nueve millones de votos con una casi mayoría que le obligara a la impermeabilidad e inmovilismo absolutos.

Si Ibarretxe no es nada permeable a quienes no le han votado, Rajoy podía correr el mismo riesgo hasta el punto de que se hiciera muy visible el problema de España como el enfrentamiento de dos nacionalismos dogmáticos.

Eso, además, era para Rajoy tanto como apostar a la larga por el aislamiento y renunciar a aportar en positivo sus criterios para configurar el desenlace de una partida que, le guste o no, está en marcha.

Ahora empieza de verdad la hora de la alta política. Todos los agentes de esta función tienen mucho por ganar y mucho por perder.Ahora bien, lo bueno es que también todos pueden ganar bastante y perder poco. Ese es el objetivo a lograr. Están unidos por una tupida red en la que cada cual -todos sin excepción- tiene impulsos y frenos, alientos y cautividades.

Todos están obligados a jugar una complejísima partida con delicados movimientos unilaterales -desde sus propias convicciones-, bilaterales -con sus aliados y también con sus directos oponentes- y multilaterales -por el cálculo que deben hacer de ciertos efectos colaterales y dominó-, por lo que la situación exige una enorme finura. Un entendimiento aquí puede provocar un malentendido allá. El apoyo de éste puede traer la pérdida de apoyo de aquel. Un beneficio para mí por aquí puede derivar en un perjuicio por allá.

Manejar este tablero exige de una enorme prudencia. Se impone actuar con calma y con mucho diálogo. El maximalismo debe tener en cuenta que la frontera entre amagar un puñetazo táctico y darlo de verdad con el consiguiente destrozo puede ser muy pequeña.

Es la hora de una tremenda responsabilidad por parte de los políticos, a los que debemos exigir -a unos y a otros- que miren por el bien general, más allá de sus estrictas ideas e intereses partidistas.

Si no lo hacen así, los peligros no son pocos. Y, para que lo hagan, los ciudadanos, los intelectuales y los periodistas debemos -cualesquiera que sean nuestras opciones- promover la moderación, la tranquilidad y la sensatez, no el odio, la inquina y la obcecación.