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PROPÓSITO DE LA PONENCIA POLÍTICA (I)
Artículo de Gerardo Hernández Les, Andalucía – Málaga. Publicado en “EstanoeslawebdeUPyD” el 02 de septiembre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Al hablar de la ponencia política quiero referirme especialmente a los
contenidos del Título I de la misma –el que se refiere a la concepción del
partido- haciendo salvedad de que los Títulos restantes puedan tener más
importancia por si mismos (Reforma de la Constitución, Educación, Modelo
económico, etc.), por ser precisamente su objeto lo que da sentido a la existencia
del propio partido. Estando básicamente de acuerdo con la exposición de los
mismos, el epígrafe referido al modelo de “Estado federal de intensidad media
cooperativo” merecería un análisis por separado, no sólo por la trascendencia
de su contenido, sino porque con su inclusión en la ponencia, la Dirección del
partido vuelve a incurrir de forma contumaz en uno de los vicios a los que nos
tiene desgraciadamente acostumbrados: el presentarnos como un hecho
prácticamente consumado algo que no ha sido dado a conocer previamente ni
puesto a debate en el seno del partido, que se ofrece para ser aprobado en la
circunstancia que resulte más favorable para los intereses de quienes lo
proponen. Pero nuestro interés se tiene que centrar inexcusablemente en lo que atañe
al modelo de partido, porque es precisamente su controversia la que ha
provocado la crisis que hoy sufre nuestra organización, que ha desembocado en
la suspensión de militancia –en tránsito hacia su expulsión definitiva- de un
número significativo de afiliados y a la petición de baja de otro número no
menos importante. No nos sorprende en absoluto que, a las primeras de cambio,
justificando la aparición de nuevos partidos, el ponente entone la cantinela –
sin venir a cuento, y que ya hemos escuchado en otras ocasiones- contra la
democracia electrónica y el fundamentalismo asambleario, en un intento de inventarse
enemigos donde no los hay, o de querer justificar la represión en el interior
del partido hacia quienes en el mismo sólo pretendemos la aplicación de los
principios propios del sistema representativo, contra una forma de dirigir el
partido que niega las reglas más elementales de la democracia deliberativa. Lo
que sí nos sorprende es que un poco más adelante, el ponente se atreva a decir:
“pero la falta de correspondencia entre los fines públicos de un partido
importante y su funcionamiento interno, o entre los fines proclamados y el
sentido genuino de su acción política, genera graves daños para el conjunto del
sistema democrático, desde prácticas corruptas hasta el completo desprestigio
de la política”. Desde luego, es evidente que si en el panorama político
español hay un partido que es una pura contradicción entre los fines que
proclama en su Manifiesto Fundacional –y el azote regenerador que esgrime ante
los demás partidos- y su práctica interna, no cabe duda que es
el nuestro. En 30 años de democracia no ha habido ningún partido en España que,
habiendo convocado un Congreso, previamente expediente –con argumentos
impresentables que son una pura ignominia- a su supuesta oposición interna,
precisamente para que no pueda estar presente en el mismo tratando de defender
unas propuestas distintas a las oficiales de la dirección del partido. Más
adelante, después de hacer una exposición detallada, en la que podemos
coincidir sin reservas, justificando la existencia de UPyD
como un proyecto político de regeneración democrática, la ponencia desemboca de
nuevo en el asunto mollar del modelo de partido. Se ataca a fondo a los
partidos tradicionales de la democracia española, se critica (punto 28) la
profesionalización de los cargos políticos como meros funcionarios del partido,
y remata: “añadamos a esta profesionalización espuria la selección negativa, el
proceso en virtud del cual los mecanismos habituales de cooptación de miembros
del aparato dirigente del partido seleccionan y promueven a los sujetos más
conformistas o más hábiles en el manejo de esas reglas de juego, en detrimento
de los más críticos, independientes o innovadores”. En la ponencia se dicen
estas cosas sin cortarse un pelo, y sin que se desencuadernen todas las
estructuras de UPyD de una vez para siempre. Parecía
imposible que algún día tuviéramos que llegar a contemplar semejante monumento
de homenaje al descaro. Cualquiera que no le duelan prendas, y que se haya
movido mínimamente entre las estructuras del partido, sabe fehacientemente que,
casi desde el primer momento, la Dirección del partido ha ido cooptando a los
miembros más afines por obediencia antes que por su capacidad y mérito; que ha
intervenido directamente en la remoción de diversas Coordinadoras Territoriales
y Provinciales, y que todo lo que acaecía en el partido respondía a un esquema
de funcionamiento propio de un modelo de control fríamente diseñado y
calculado. Que todo esto se explicara, en un principio, porque creímos que el
partido no podía ponerse en marcha sin el otorgamiento de confianza que
depositamos en Rosa Díez y en las personas que ella decidió personalmente que
formaran el Consejo de Dirección, tenía una cierta lógica. Pero esta confianza
se convirtió en un abuso cuando, además de diseñar la política del partido (que
era su función), se pretendió controlar todo lo que se movía (incluidos los
nombramientos de cargos) del Consejo de Dirección para abajo. En la ponencia,
se trata de justificar toda la trayectoria que ha seguido el partido hasta
ahora, sin ninguna clase de autocrítica y sin ninguna mala conciencia, y para
ello se apoya en el sorprendente hallazgo de la necesidad de lograr un partido
instrumental. Pero, ¿es que alguien conoce algún partido que no responda a una
concepción instrumental en función de unos fines predeterminados? Todo esto no
son más que ganas de confundir a los afiliados, que lo que quieren saber es
quien maneja realmente el “instrumento”; o sea, si ese despreciable instrumento
–y la organización sobre la que descansa- se rige por un funcionamiento
democrático, y su estructura (principalmente su cúpula dirigente) está, a
través de órganos adecuados, bajo el control de los propios afiliados o en
manos de una camarilla. Pero esto del modelo de funcionamiento según el ponente
no importa tanto, porque “conviene no perder de vista que, siendo necesario que
los partidos funcionen internamente con el mayor grado posible de participación
y debate en la toma de decisiones y promoción de liderazgo, dirigentes, y
candidatos, resulta sumamente destructivo que el modelo de funcionamiento se
convierta en la preocupación principal, hasta desterrar cualquier otro debate
político y alienarse por completo de las preocupaciones públicas que
justificaron su nacimiento. Resulta sintomático que los partidarios de dedicar
todos los esfuerzos a diseñar una “democracia interna” perfecta sean también
los más indiferentes al proyecto de reforma, mejora o regeneración de la
democracia que realmente importa: la pública”. Dicho en román
paladino: no preocuparos tanto del funcionamiento y de la democracia interna,
olvidaros del “instrumento”, que no tiene mayor importancia y ocuparos de otras
cosas, que son las importantes. Y, además, lo son de verdad (esto lo decimos
nosotros). Lo que pasa es que los que manejan el aparato del desdeñable
instrumento también se encargan de las otras cosas. Y si no júzguese lo que ha
ocurrido hasta ahora en nuestro partido. Quienes han ostentado el monopolio de
la organización también toman decisiones sobre cuestiones trascendentales que
afectan a todos (les importe o no el modelo organizativo). ¿En qué debate han
participado los afiliados sobre temas como el aborto, las centrales nucleares,
las listas abiertas o cerradas; o, ahora, el modelo de estado federal? En
ninguno, pero sí se han producido tomas de postura sobre estos temas, que son,
oficialmente, las del partido. Lo que significa que sí hay una relación directa
entre el modelo de partido y los proyectos de reforma de interés público o la
regeneración democrática. Otra cosa distinta es que, de forma interesada,
convenga disociarlos. En la ponencia, el concepto de partido instrumental va
unido al de partido transversal. Por eso se afirma que “el proyecto originario
de UPyD era crear un partido transversal, y lo sigue
siendo”. Si la intención es verdaderamente ésta, no está claro que la realidad
vaya en esta dirección. Desde el ideario inequívocamente transversal de los
comienzos del proyecto hasta nuestros días, los acontecimientos sucedidos en
todo este tiempo han transformado lo suficiente la faz del partido como para
haber tocado notablemente su originaria transversalidad.
En nuestra opinión, el partido es cada vez menos transversal, y esto tiene una
lógica evidente. La transversalidad, tanto ideológica
como política, requiere de un partido abierto y de una atmósfera interior bien
oxigenada. Todo lo contrario de lo que realmente sucede, donde el aire que se
respira está progresivamente enrarecido, el partido está cada vez más cerrado,
la verticalidad de su funcionamiento y de sus decisiones no creo que nadie
objetivamente la discuta, y el clima de desconfianza se ha hecho opresivo: los
militantes afectos al aparato ya no dirigen la palabra a los llamados críticos,
principalmente para que no se les vea con ellos. Esto está ocurriendo. La
Dirección del partido ha optado definitivamente por la ortodoxia –internamente
ya sólo se fía de los más próximos- y no está dispuesta a aceptar ninguna clase
de discrepancia, y si ésta se produce se reprime sin contemplaciones, como se
ha podido comprobar cuando se ha tenido que enfrentar al test de la libertad de
opinión. En este clima, hablar de transversalidad es
una trampa para incautos.