REDONDO, TAMBIÉN

Editorial de "ABC" del 30-4-01.

Con un breve comentario al final

Luis Bouza-Brey

 

El candidato nacionalista, y aún lendakari, Juan José Ibarretxe ha propuesto a Jaime Mayor un debate abierto a todos los medios, después de rechazar, una tras otra, las invitaciones de varias cadenas de radio y televisión. Ibarretxe ofreció el debate con el tono amenazante que utiliza cada vez que emplaza a los no nacionalistas a hacer públicas sus propuestas, como si el diálogo o la publicidad de las ideas fueran un trance demoledor para el constitucionalismo. La actitud de Ibarretxe es producto de la cultura del miedo que ha mantenido callada durante mucho tiempo a gran parte de la sociedad vasca; el miedo a la intimidación nacionalista, antesala del terrorismo. Pero, hoy en día, miedo a un debate con el lendakari que vendió su presidencia a ETA, ninguno.

Sin embargo, ese debate propuesto por Ibarretxe pretende dar una imagen parcial de lo que se discute en estas elecciones: la disyuntiva entre Constitución y Estatuto, por un lado, y soberanismo independentista, por otro. El acto de «Basta Ya» en el Kursaal donostiarra demostró que no hay término medio e hizo patente que el constitucionalismo vasco está encarnado por socialistas y populares. Por eso, en ese debate con Ibarretxe y Mayor, o en cualquier otro con el candidato nacionalista, tiene que estar el socialista Nicolás Redondo. El PP no puede colaborar con el PNV en ningunear a quien ha dado al socialismo vasco firmeza y claridad frente a la irracionalidad nacionalista.

 

UNA MESA, CUATRO SILLAS



Artículo de Fernando L. Agudin en "El Mundo", 30 de abril de 2001

Quienes ignoraron a la mitad de la sociedad vasca desde el Pacto de Lizarra, quienes ignoran a la otra mitad desde esa Lizarra invertida que es el pacto antiterrorista, acaban de dar un importante paso al aceptar un debate entre Ibarretxe y Mayor Oreja que hasta ahora venían dándose las espaldas. Pero sería incompleto, si la superación de esta mutua ignorancia se hiciese a costa de mantener la que afecta a la mitad de la mitad de quienes rubricaron ambos acuerdos parciales. O son cuatro las sillas o será una mesa coja. Ni Redondo lleva las maletas a Mayor Oreja, ni Madrazo es el comodín de Ibarretxe. Quien lo dude, podrá comprobarlo tras las urnas de la Virgen de Fátima. Ibarretxe, Mayor Oreja, Redondo y Madrazo sin la presencia de Otegi. A través de esa imagen puede entreverse la más seria derrota de la apuesta de la organización que combina el hacha asesina con el anillo político de la serpiente. Una vez perfilada, contribuiría a la recuperación de la unidad de todos los demócratas. Probablemente, aquellos que impulsan lo que Zubizarreta, asesor de Ardanza, denomina como «imbécil guerracivilismo» se verían defraudados; pero la sociedad vasca agradecería que se enfriasen los ardores guerreros de los que, como cantaba Víctor Jara, «prefieren luchar en Bolivia y vivir en Madrid». En tres días de campaña, Ibarretxe y Mayor Oreja han entendido lo que no comprendieron en los dos últimos años. Los ciudadanos vascos están hartos de ajustes de cuentas y arengas cuartelarias. Las urnas les obligan, más que ayer y menos que mañana, a hablar. Por ahí se empieza, pero para empezar bien la mesa del debate necesita cuatro sillas.

 

Con un breve comentario al final

Luis Bouza-Brey

 

La oferta de Ibarretxe constituye otra maniobra chapucera de corto alcance. La contraoferta de Mayor Oreja debería ser que el debate fuera entre los cuatro candidatos democráticos a lehendakari. O eso o nada. Cualquier otra cosa sería caer en la trampa miserable orientada a debilitar la unidad de los constitucionalistas. Esta gente sigue manifestando su escasa altura política.

Planteando la mencionada contraoferta, unos incrementarán su dignidad: PP y PSE. Los otros, si no aceptan, la verán reducida.