UN TIEMPO PERDIDO

 Artículo de Kepa Aulestia en "Diario Vasco" del 21 de febrero de 2001

El formateado es mío (L. B.-B.)

Con un breve comentario al final.

Luis Bouza-Brey

 

No resulta fácil imaginar los efectos que el calendario urdido por el lehendakari Ibarretxe vaya a tener en el comportamiento electoral de los vascos dentro de casi tres meses. Posiblemente haya dirigentes nacionalistas que contemplen las cosas con la convicción de que la resistencia del Lehendakari a convocar elecciones les ha permitido ganar tiempo. Pero si ello es así será porque en política casi nunca se contabiliza el tiempo perdido. No sólo es la sociedad en su conjunto la que ha perdido un tiempo precioso; también lo ha perdido el propio nacionalismo.

¿Para qué podía querer el nacionalismo ganar tiempo? Para digerir el fracaso nunca admitido de su alianza con la izquierda abertzale. Para esperar a que el agotamiento de su sangrienta ofensiva pudiera llevar a ETA a «un nuevo período de distensión», más o menos explícito. Para esperar a que las fricciones entre el PP y el PSOE dejaran definitivamente solo a Aznar tal y como Arzalluz propugnaba dos días antes del anuncio de Ibarretxe para lograr que el mensaje del lehendakari-candidato enraizara en la opinión pública.

Pero el balance de los meses transcurridos desde que los parlamentarios de EH abandonaran sus escaños en la Cámara Vasca no sólo ha agriado hasta el límite las relaciones políticas en Euskadi; tampoco ha servido para que el PNV lograse ninguno de los objetivos que podía perseguir con la prolongación de la legislatura. El PNV no ha podido digerir las causas y las consecuencias del regreso de ETA a la actividad terrorista. Ni siquiera a través del consuelo siempre retórico de negar el fracaso admitiendo la contrariedad por tan decepcionante final. La posibilidad de que ETA opte por realizar un quiebro de distensión dentro de los tres próximos meses constituye, a estas alturas, una hipótesis más cercana a la milagrería a la que el nacionalismo está dispuesto a arrimarse que un vaticinio fundado en hechos. Las discrepancias entre populares y socialistas afectan a ámbitos importantes de la política española; pero dado que la actitud común ante el terrorismo se mantiene a salvo de la dialéctica gobierno-oposición, esas mismas discrepancias contribuyen a realzar las posibilidades de una entente post-electoral entre ambas formaciones en una situación en la que la hipótesis de una alianza de gobierno entre nacionalistas y socialistas parece descartarse de antemano. Por último, sería ilusorio pretender que estos últimos meses han permitido al lehendakari-candidato afianzar un papel de liderazgo más allá de la utilización de su figura institucional. Todo lo contrario, es probable que el lehendakari Ibarretxe se haya puesto en evidencia no sólo frente a la acción más o menos corrosiva de sus detractores; también frente a las bases nacionalistas, en las que la inquietud, las dudas razonables, la inseguridad respecto al futuro, van a exigir un resultado electoral tan holgado el próximo 13 de mayo que parece poco menos que imposible.

Llegados a este punto, ¿cuál es el balance que la actitud resistente del lehendakari brinda al nacionalismo gobernante? ¿Cuáles son las bazas tangibles con las que, a pesar de todo, podría contar para dentro de tres meses? En la escena política no aparecen más que dos: la posibilidad todavía incierta de una alianza pre-electoral entre PNV y EA que permita a la actual coalición de gobierno salir de las urnas como primera fuerza a la que correspondería la iniciativa de formar el próximo ejecutivo autónomo, y la esperanza de acceder a una bolsa de votantes que en las pasadas autonómicas secundaron la aparición de EH como versión distendida de HB y en las elecciones de mayo puedan mostrarse reacios a avalar a una Mesa Nacional gregaria respecto al dictado de ETA.

Esto último vendría a demostrar que cuando se pierde el tiempo, siempre se pierde en una determinada dirección. Así, la prolongación de la legislatura ha orientado los pasos de los dirigentes jeltzales hacia su hipoteca definitiva respecto a los sectores más soberanistas o intransigentes del nacionalismo. La dependencia respecto a Eusko Alkartasuna y la necesidad de atraer un electorado que hasta ahora no había secundado al nacionalismo jeltzale podrá, con suerte, permitir al nacionalismo dirigido por Ibarretxe y Arzalluz reproducir la situación actual. Pero, al mismo tiempo, sumirá al país en una confrontación permanente entre nacionalistas y no-nacionalistas.

Durante los dos o tres últimos años han sido muchos los comentaristas que se han atrevido a afirmar que sólo una derrota electoral podría devolver al PNV a la realidad y a la revisión de su trayectoria última. Sin embargo, la pérdida de tiempo apunta en sentido inverso. Porque emergen nacionalistas de carnet dispuestos a demostrar que será precisamente la derrota en las próximas autonómicas el camino más directo para alcanzar una victoria irreversible. Es la hipótesis de un gobierno PP-PSE que dure en Ajuria-Enea los meses necesarios para que se haga posible una moción de censura nacionalista frente al no-nacionalismo gobernante. Una moción de censura que, previo cese el fuego por parte de ETA, restablezca con nuevos bríos el espejismo soberanista. La última frontera del nacionalismo.

 

Con un breve comentario al final.

Luis Bouza-Brey

 

Llega la hora de dibujar escenarios de futuro. Aquí, Aulestia, imagina tres:

1.- Nueva victoria de PNV-EA y confrontación permanente con los no nacionalistas.

2.- Derrota electoral del PNV y cambio de rumbo y revisión de su orientación de los últimos años.

3.- Victoria por mayoría relativa de la alianza PP-PSOE, cese el fuego por parte de ETA, moción de censura triunfante desde un bloque nacionalista reconstituido y aplicación de un programa soberanista.

 

Caben algunos escenarios más, pero lo único que se puede afirmar con seguridad es que la apuesta de estas elecciones para todos los actores políticos es tan grande que, suceda lo que suceda, hagan lo que hagan, se van a producir grandes turbulencias internas en cada uno de ellos.  Pero, principalmente, en el bloque nacionalista. Y, por tanto, en el conjunto de fuerzas políticas de Euskadi. Por eso es tan importante que el pacto PP-PSOE a nivel estatal se mantenga. Porque será un elemento básico de garantía y clarificación de la situación.

Y, pensando en la hipótesis anterior, creo que el escenario 3 no tiene en cuenta los cambios de orientación, o la fragmentación, que se han de producir tanto en el PNV como en IU-EB. A la vista de ello, no es descartable un gobierno de amplia coalición o de concentración para hacer frente a ETA, con el  PNV e IU-EB remozados y/o rotos.

Pero caben diversas posibilidades más en una situación muy fluida. Habrá que estimular la imaginación durante los próximos meses para formularlas y evaluar sus posibilidades y consecuencias.