SIGNOS
DE LOS NUEVOS TIEMPOS
Artículo de Francesc De Carreras en "El País de Cataluña"
del 2-11-00.
Con un muy breve
comentario al final
Luis Bouza-Brey
En los últimos días, ciertas declaraciones politicas han puesto de manifiesto el nuevo clima que
comienza a aflorar libremente en Cataluña y que, hace cuatro o cinco años,
parecía todavía impensable que pudiera expresarse en público aunque fuera
habitual en conversaciones privadas.
La conferencia de Duran Lleida sobre su "nuevo
catalanismo" ha originado un considerable revuelo y constituye un claro
signo de estos nuevos tiempos. Tengamos en cuenta que Duran, en estos momentos,
no es sólo el máximo dirigente de Unió Democrática, sino también consejero de
Gobernación del Gobierno de Pujol, es decir, de hecho, vicepresidente politico y, además, aspirante a candidato a presidente de
la Generalitat. Sus palabras son, por todo ello, más que significativas.
Pues bien, desde esta comprometida posición, Duran ha
expresado con claridad nuevas ideas que cambian sustancialmente orientaciones
muy consolidadas del nacionalismo oficial. Presentó Duran su conferencia como
la necesaria "renovación del pensamiento y la praxis del
nacionalismo" a la luz de los recientes y negativos resultados electorales
y se dirigió como líder "no sólo a aquellos que se sienten catalanes, sino
también a aquellos que sintiéndose catalanes se sienten también españoles o a
los que teniendo el castellano como lengua propia también se sienten catalanes".
Es decir, Duran respeta todos los legítimos sentimientos de los ciudadanos de
Cataluña, pero considera que estos sentimientos deben dejarse de lado en las
disputas políticas y no deben ser motivo de división: él se ofrece como líder
de todos. Pero Duran dijo más cosas. Por ejemplo, que el término nacionalista
está desprestigiado, y propone el de catalanista, lo cual no es un simple
cambio semántico ya que, a renglón seguido, se muestra partidario de cambios
sustanciales: abandonar "esencialismos e historicismos caducos", toda
idea de "soberanismo" y "no cuestionar
permanentemente el marco del Estado" ni ridiculizar una "España de
pandereta" que no se corresponde con la existente en la actualidad.
A los dos días, el ministro Piqué saludó a Duran con un
explicito "bienvenido a casa" y criticó el "humo, inconcreción y
ambigüedad" de las propuestas nacionalistas y socialistas en debates como
"la reforma del Estatuto y la Constitución, el de los archivos de
Salamanca o el de las placas de las matriculas". Y apuntó más allá:
"El debate de la autodeterminación es absurdo porque es el debate de los
que hace 20 años que están instalados en el poder en
Cataluña, en un mundo irreal".
El claro acercamiento de las posiciones de Duran a las
del PP no es simplemente una casualidad o un giro explicable desde la táctica politica, sino el producto de estar atento a los cambios
que sigilosamente se producen en la sociedad catalana, a la normalidad y
despreocupación con que se viven en la calle temas menores que sólo obsesionan
a la clase politica, al rechazo cada vez mayor de
unas ideologías —de derecha y de izquierda— que siguen ensimismadas con los seudoproblemas de una idea hermética de Cataluña fabricada
por los nacionalistas de principios de siglo. Joaquín Costa propuso hace cien
años que la regeneración de España pasaba, entre otras cosas, por poner siete
llaves a la tumba del Cid. Desde la Cataluña actual quizá debería decirse que
su regeneración pasa por echar siete llaves a la tumba de Gifré
el Pilós, de Prat de la Riba, de Maciá,
de Companys y de Cambó, para poder así comenzar a
hablar en serio de la Cataluña real de hoy.
Duran y Piqué ven crecer la hierba de la nueva Cataluña.
No así Convergència —hoy en situación crítica—, y
tampoco los partidos de izquierda: su autismo ante la nueva realidad de nuestro
país es total. Iniciativa per Catalunya está en momentos de mudanza y hay que
esperar a ver si Joan Saura sabrá y podrá imprimirle una nueva orientación:
tiempo al tiempo. El caso del PSC es más preocupante. Tras su reciente
congreso, los capitanes pasaron a generales, y algunos
esperábamos cambios: hasta el momento, sin embargo, los nuevos generales no
están dando la talla de auténticos dirigentes, sino todo lo contrario. Cada vez
aparece más claro que aquel movimiento que apareció en el congreso de Sitges de
1994 como renovador ha pasado a ser, como algunos ya intuían, un simple
movimiento conservador del poder interno recién adquirido, sin ninguna
ideología que oriente su actuación.
Pero más decepcionante todavía es el caso de Maragall y
su entorno, bien situado hoy en el gobierno en la sombra. También en un tiempo
el antiguo alcalde, precisamente por su experiencia municipal, constituyó una
cierta esperanza blanca de acercar la politica
catalana a las necesidades de la gente. Hoy, sin embargo, aparece cada vez más
como el dirigente de una oposición tibia e ineficaz, que se postula más como
sucesor de Pujol que como su alternativa, que cae en todas las trampas que,
regularmente y con gran habilidad, le tienden sus aliados de Esquerra
Republicana, de los cuales aparece como un simple rehén. Maragall es, en definitiva,
una pieza funcional a la Cataluña diseñada por Pujol, la que brillantemente
describía ayer Vicenç Villatoro en estas mismas
páginas. En este esquema pujolista, Maragall cumple
eficazmente con el papel que se le ha asignado.
Sin embargo, existe una Cataluña potencialmente de
izquierdas que se encuentra hace tiempo sin partido y lo demuestra
sistemáticamente absteniéndose en las elecciones autonómicas. Maragall no ha
dado ni un paso para dirigirse a ella, obsesionado sólo por arrebatar el voto a
Pujol en su propio terreno, en el de la Cataluña mesocrática. Esta actitud le
hizo perder las pasadas elecciones autonómicas y todavía más: si continúa en
esta tesitura, le hará perder las próximas porque a esos sectores que ha
abandonado la elitista izquierda maragalliana se dirigen hace ya un tiempo, con
gran intuición de las nuevas realidades sociales y culturales de nuestro país,
el PP de Alberto Fernández y Piqué, y a partir de ahora, Duran Lleida.
En este contexto, Maragall aparece cada día más como un politico de los viejos tiempos, ensimismado en símbolos del
pasado que aburren a la mayoría, simple vendedor de humo, inconcreción y
vaguedad.
Francesc de Carreras es catedrático de Derecho
Constitucional de la UAB.
Muy breve comentario final
Luis Bouza-Brey
Este artículo de Carreras me parece certero.
Sobre todo en la parte final, en la que apunta los errores en los que están
incurriendo el PSC y Maragall. No se sabe ni se entiende cuál es la política de
alianzas del PSC ni los beneficios que puede traer consigo, aunque se intuyen
los costes de la búsqueda del pacto con ERC. Por ese camino no se va a la
victoria, sino a la derrota. Es el nacionalismo el que tiene que sufrir una crisis
y recomposición de organizaciones y espacios políticos, por lo que arrimarse a
él es asomarse al vacío.
Durante la campaña electoral última el PSC se
escoró hacia el centro nacionalista más de lo debido, abandonando su electorado
natural, y desde entonces sigue reproduciendo esquemas de percepción y pautas
de comportamiento que no son los propios. Por ello, corre el riesgo ---endémico
y eterno en el PSC--- de continuar perdiendo.
Pero uno se aburre de recitar siempre la
misma monserga ---que, por desgracia, es certera-- en terreno baldío.
Posiblemente este reiterado comportamiento erróneo del PSC sea un rasgo
constitutivo del partido. Los genes en los individuos y la composición de clase
de los partidos raramente experimentan mutaciones.