SIMPLEMENTE SUCESORES

Artículo de Francesc de Carreras en "El País de Cataluña" del 26-1-01

El formateado es mío (L. B.-B.)

Con un comentario al final.

Luis Bouza-Brey

 

En el consejo nacional de Convergència celebrado el domingo pasado, Pujol dio una consigna: "Vencer a Maragall". Antes, sin embargo, se había despachado con Duran en un alarde de maquiavélica inteligencia táctica y estratégica. En un plis-plas, de una sola tacada, puso en ridículo a Duran ante los suyos, al decir, nada ingenuamente, que el nombramiento de Artur Mas ya se lo había comunicado el 1 de diciembre, antes del congreso de Unió. Al revelar este secreto, Pujol mostró públicamente cómo el ingenuo Duran ha sido más fiel a él que a su partido y que, además, las actuales quejas del líder de Unió no son sinceras dado que conocía de antemano el desenlace de la pugna sucesoria. Pero ante el consejo nacional del domingo, éste era para Pujol un problema ya superado y el mensaje que le interesaba era otro: "Vencer a Maragall".

Ciertamente, Maragall se enfrenta con una nueva situación que le obliga a cambiar de estrategia. ¿Cuál es esta nueva situación y cuál es su estrategia?

La nueva situación es, sencillamente, que el pospujolismo ha comenzado y tiene nombre y apellido: Artur Mas. Un líder joven, nuevo, que no pertenece a la generación que hizo la transición, la generación de Pujol y Maragall. Un lider moderado y centrista que debe darse a conocer, junto a un conseller de Economía que tiene por misión recuperar el feeling de Convergéncia con la mesocracia de empresarios y profesionales que, en los últimos años, tendían a inclinarse hacia el PP y hacia Maragall. No se trata, por tanto, de que el giro que Pujol da a su partido esté, simplemente, basado en un nuevo líder sino también, y muy especialmente, en un nuevo rumbo político. Se trata de hacer visible una opción distinta a la de los últimos años, de alejarse de la exaltada Convergència de la Declaración de Barcelona, con la foto de Pere Esteve junto a Arzalluz y Beiras. Ha llegado el momento de rectificar errores, por supuesto sin decirlo, e iniciar una nueva etapa.

Y precisamente, toda la táctica del Maragall de los últimos años se ha orientado, casi únicamente, a aprovechar los resquicios que facilitaban estos errores de Pujol. El discurso de Maragall ha consistido en decir lo siguiente: "Pujol ha sido un buen presidente y gracias a él Cataluña tiene un alto grado de autogobierno. Sin embargo, sus ideas se han agotado y en este momento ya es un político viejo y cansado, que ha prescindido de sus mejores colaboradores y está rodeado de jóvenes inexpertos y extremistas. Es necesario un recambio, nuevos proyectos y energías, moderación y centrismo. Me avala la transformación de la Barcelona olímpica: yo soy, en estos momentos, el único posible sucesor de Pujol".

Con este discurso, Maragall no ha buscado a nuevos votantes: ha intentado, simplemente, que parte de los votantes convergentes menos entusiastas se cambiaran de bando o se abstuvieran. Para ello ha disputado el voto a Pujol en su mismo terreno: en el terreno del nacionalismo moderado, de las capas medias catalanas de toda la vida, de los que entienden el significado simbólico de palabras como noucentisme, la feina ben feta, Ladislao Kubala o La vaca cega..

Pero hay una Cataluña a la que no se dirigen los partidos catalanes. Es la Cataluña de los que llegaron aquí cuando la feina se hacía molt mal feta, los que han crecido en barrios y ciudades nada noucentistes ni menos aún modernistes, los que tienen como ídolo a Cruyff pero ignoran quién es Kubala, los que saben que Maragall fue un alcalde de Barcelona pero no el nieto de un poeta y que el problema de las vacas no es que estén ciegas sino que están boges. Es la Cataluña de los que tienen una nueva cultura, no la oficial de antes de la guerra y que para algunos es la única cultura catalana posible. A todos éstos no se dirige Maragall y a todos éstos nunca se ha dirigido ningún candidato a presidente de la Generalitat de PSC, y así les ha ido. En el terreno que han escogido los socialistas catalanes para disputar las eleccione autonómicas siempre les ganará Pujol.

Esta otra Cataluña está esperando un candidato y un partido que les digan que no tienen que renunciar a nada para ser catalanes con plenos derechos, que no deben cambiar su manera de ser, que cualquier ciudadano, por el mero hecho de serlo ya está suficientemente integrado, sea como sea, haga lo que haga, piense lo que piense y hable en el idioma que hable. Pero este candidato no aparece y por ello estos ciudadanos no acuden a votar cuando las elecciones son autonómicas. Vean si no los resultados electorales de las ciudades ni noucentistes ni modernistes del entorno de Barcelona, de ciertos barrios dc Vic, Manlleu, Manresa, Vendrell, Figueres, Reus, Tarragona, Girona o Lleida. Vean y comparen con los resultados de las elecciones generales. No hay que ser un especialista en abstencionismo electoral para comprender que, sociológica y cuituralmente hablando, hay dos Cataluñas, una con muchas voces y otra con casi ninguna.

Es posible que Convergència no tenga tiempo, ni fuerzas, ni capacidad para remontar el vuelo. Pero lo está intentando y, en todo caso, parece haber comprendido el mensaje que le han enviado sus antiguos votantes en las últimas elecciones Ha visto las orejas al lobo y saca consecuencias. Por el contrario, en los socialistas todo es autocomplacencia, falsas seguridades y, en el fondo, miedoso conservadurismo: quien se mueva no saldrá en la foto. Apuestan por ser simplemente, los sucesores de Pujol, no una alternativa al pujolismo.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

 

Comentario final.

Luis Bouza-Brey

Realmente, la crisis del nacionalismo catalán se agudiza, no sólo porque Pujol modifica su papel, sino porque posiblemente esté intentando rectificar errores pasados. Pero además, también porque se está iniciando un nuevo ciclo, resultante del agotamiento de las antiguas estrategias nacionalistas y de la aparición de una nueva política de integración y desarrollo del sistema político español en su conjunto:

El nacionalismo soberanista de los últimos años ha encontrado una firme oposición en Euskadi, distanciamiento de sus propios votantes y elaboración embrionaria de una alternativa en Cataluña, y en Galicia... en Galicia no resulta claro lo que sucederá, pero es probable que el debilitamiento de los nacionalismos reduzca el efecto mimético del nacionalismo catalán sobre los electores gallegos.

Pero, volviendo a Cataluña, no está claro que sea posible la rectificación de la estrategia de Pujol que Carreras señala: ni la emergencia de las jóvenes "sinapsis" convergentes, ni el declive de los viejos "roqueros", son corrientes que vayan en esa dirección; Pujol tiene dos almas, y no está claro cuál es la que predomina en su definición de objetivos finales; UDC y Durán no se sabe si tienen claro su papel y sus potencialidades; Mas parece acercarse al centro, pero... ¿ no será un movimiento superficial o coyuntural, a instancias de Pujol y sin que esta rectificación se derive de sus convicciones profundas ni encuentre apoyos en el largo plazo en CDC?.

En fin, muchas incógnitas, poca fuerza de rectificación y, sobre todo, falta de margen temporal: una rectificación tan profunda necesita un tiempo con el que no cuentan. Llevan navegando con rumbo soberanista desde mediados de los ochenta y en dos años no se puede cambiar la composición y convicciones de los militantes y cuadros de un partido. Posiblemente por ello, la resultante, teniendo en cuenta el cerco y atracción gravitacional de PSC, ERC y PP, sea una explosión antes o después de una derrota electoral.

Por ello, el nacionalismo catalán de CIU está en cuarentena, de modo que las alianzas potenciales y estrategias del resto de los partidos hacia ellos habrán de ser muy cautas y responsables: no sería positivo para el país pasar de una Cataluña centrípeta ---con contradicciones, pero centrípeta--- a otra centrífuga y polarizada alrededor del eje nacionalista.

Otro aspecto de la situación catalana que Carreras analiza es el de la estrategia de Maragall y el PSC. Y su crítica se centra en que no han sido capaces de elaborar una alternativa, por estar anclados en la cultura catalanista oficial de antes de la guerra y dirigirse predominantemente a las clases medias autóctonas.

El Baix Llobregat y Nou Barris frente a Girona y el Ensanche. Esta podría ser la expresión geográfica de las dos sensibilidades y corrientes del socialismo catalán, que a veces se fracturan y alejan y a veces se encuentran en la síntesis unificadora. Realmente, sí que es verdad, como dice Carreras, que hay "dos Cataluñas, una con muchas voces y otra con casi ninguna", y Maragall intenta hacer la síntesis de ambas, pero con bastantes contradicciones. Habla de "romper las telarañas" del nacionalismo, pero sus actuaciones son exquisitamente delicadas con esas telarañas, que solamente se debilitan ante la luz y el calor de la teoría del federalismo, pero no porque se efectúe una acción coherente y decidida de desarticulación y crítica de esas redes. Al contrario, en muchas ocasiones se actúa en clave más nacionalista que los propios nacionalistas.

Existe una contradicción que es cultural e ideológica, aunque también estructural, en el interior del PSC. Pero es que, además, es una contradicción inercial, derivada del origen de clase y fundamentos ideológicos de algunos de sus sectores, sin que esté suficientemente justificada en una fractura social en el país. Esa Cataluña no autóctona desatendida por el PSC no es una Cataluña hostil a la catalanista, sino respetuosa con ella, aunque no cree en sus mitos. La prueba de ese respeto es la ausencia de conflicto lingüístico en el país, a pesar de las exageraciones de la política nacionalista, y la larga duración del nacionalismo en el poder, así como la abstención electoral y el voto dual como fenómenos políticos catalanes.

Pero Maragall y el PSC deben cambiar y hacer cambiar a la clase media autóctona de Cataluña: el federalismo y el socialismo son las herramientas para destejer las telarañas y tejer nuevas redes más solidarias. Para tejer una nueva red y una nueva comunidad en Cataluña y con el resto de España.

La unidad desde la diferencia, el cosmopolitismo desde una identidad enraizada en la realidad plural, el individualismo solidario y la hermandad entre los pueblos de España, son los productos resultantes del federalismo y del socialismo democrático coherentemente desarrollados.

Y estas ideas son también las que motivan y movilizan a los catalanes no autóctonos. Movilización, por consiguiente, que, al mismo tiempo, rompa las telarañas, haciendo desaparecer el miedo a la pérdida de identidad de los autóctonos, y active la ilusión y la integración de los no autóctonos.

Movilización que debe ser la base de la futura victoria socialista en Cataluña.