AMARGA VERDAD

Editorial de "El Correo", 25-9-00

El formateado es mío (L. B.-B.)

Con un breve comentario.

Luis Bouza-Brey

 

 

Quizá jaleado por el lema más coreado por los asistentes -«Ibarretxe aurrera» -, el lehendakari exteriorizó en la campas de Salburua buena parte de las frustraciones que aquejan a su minoritario gobierno. La advertencia dirigida a los socialistas, anunciando que en caso de que estos estrechen sus lazos con el PP, el PNV prescindirá de ellos en el futuro demuestra cuán olvidadiza puede volverse la actitud de quienes, refiriéndose al fracaso de su propia estrategia, tan sólo admiten que «lo hemos intentado, pero no lo hemos conseguido». Porque fueron Juan José Ibarretxe y su partido los que hace dos años desecharon un acuerdo con el PSE-EE, convencidos como estaban de que su compromiso con la izquierda abertzale les permitiría dar un golpe de timón que desplazara el rumbo del autogobierno de la vía estatutaria hacia el horizonte soberanista. Pero, además, ni Ibarretxe ni su partido parecen dispuestos a afrontar el futuro inmediato con realismo. La eventual conversión de la entente PP-PSE-EE en una alternativa conjunta no sería, en primera instancia, un problema para los socialistas, sino para los nacionalistas. Los dirigentes abertzales muestran cierta inclinación a advertir a los socialistas de los riesgos que corren en su coincidencia con el Partido Popular. Pero, en el fondo, tratan de ocultarse a sí mismos una verdad amarga: que la alternancia al frente de las instituciones vascas ha dejado de ser una hipótesis disparatada o improbable. Éste, y no otro, es el espejo ante el que el nacionalismo democrático debiera pararse para reconocer sus propios límites.

Los responsables del nacionalismo gobernante pecan de jactancia cada vez que emplazan a la oposición a presentar alternativas a su política o, en caso contrario, a desistir en su empeño crítico. Necesitan creer que cuentan con el único proyecto sólido, realista, eficaz y positivo, y que las demás voluntades políticas presentes en el panorama vasco son endebles, vacuas, oportunistas y negativas. En el debate celebrado por el Parlamento vasco el pasado viernes, y tal y como hiciera también el pasado año, el lehendakari Ibarretxe afirmó que el error ha consistido en identificar la búsqueda de la paz con la política. Pero ése debiera ser, en todo caso, un mensaje dirigido hacia su propio partido; tanto a sus dirigentes como a esas bases militantes que ayer se reunían en las campas de Salburua sometidas a una seria crisis de identidad. Cada vez que el terrorismo transfiere a la sociedad democrática la responsabilidad de que la barbarie exista, aparece la mano de algún nacionalista demócrata dispuesto a estampar su firma como recibí de dicha imputación. Cada vez que los líderes del nacionalismo democrático se preguntan sobre las raíces del terrorismo, terminan entonando una jaculatoria en demanda de soluciones políticas. El lehendakari volvía a incurrir ayer en la misma falla, al preguntarse «¿qué más proponemos para avanzar hacia la paz?» ¿Qué más de qué y a quién?, cabría preguntarle. Porque la propia constitución de un nuevo foro para el diálogo político, del que tan tardía y tímidamente Ibarretxe ha decidido excluir a la izquierda abertzale, requiere a estas alturas una condición previa: que su existencia se fundamente en el fortalecimiento de los vínculos de la sociedad democrática, y no en una suerte de subasta pública de posibles soluciones pensadas para satisfacer al rupturismo violento. Es precisamente esto a lo que se niegan tanto los máximos responsables del PNV como los dirigentes de EA.

En una muestra más de su afición a la provocación, Xabier Arzalluz declaró ayer que «Aznar nos va a dejar la herencia que nos dejó Franco: más odio, más rabia y más ETA». Esa sola frase alentaba en Salburua un mundo distanciado del que se manifestó el sábado en San Sebastián; y reflejaba una forma ciertamente peculiar de juzgar el terrorismo, entender la paz y concebir la convivencia. Tras tamaño dislate, el minuto de silencio con que el propio Arzalluz quiso homenajear a las víctimas más recientes de la barbarie resultaría, seguramente, insuficiente para cuantas personas padecen el dolor de la pérdida de un ser querido a manos de los violentos o sufren en propia carne los efectos de la coacción cotidiana. Presentar el odio, la rabia y a ETA como efectos de la política del PP constituye un despropósito imperdonable en tanto que exonera a los violentos de su bárbara culpa y elude la propia responsabilidad del PNV en la perpetuación de un clima político irrespirable en Euskadi.

 

Breve comentario.

Luis Bouza-Brey

 

No hay nada que hacer. Con la actual dirección del PNV, incluido el lehendakari, no hay nada que hacer. Después de todo lo ocurrido en los dos últimos años ---las deslealtades y pactos con ETA, la incoherencia del Gobierno vasco, el anacronismo cada vez más manifiesto del PNV, el deterioro de la libertad de los no nacionalistas y la impunidad asesina de los nazis--- que a Ibarretxe se le ocurra mencionar la posibilidad de prescindir de la unidad democrática con el PSOE y el PP si estos presentan mociones de censura, manifiesta la incapacidad de la dirección del PNV para modificar el rumbo y sintonizar con las necesidades de Euskadi. La convocatoria de elecciones es imprescindible para finalizar una etapa de frustración y fracaso, y ojalá el pueblo vasco posibilite con su voto un cambio en la orientación y dirección del nacionalismo y la formación de un gobierno amplio para acabar con el terrorismo y el nazismo. No hay otra salida positiva para Euskadi.