MANTENER LA ALTERNATIVA


Artículo de Rosa Díez González en "El País" del 8 de junio de 2001

Rosa Díez González es eurodiputada y presidenta de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo.

Con un breve comentario al final

Luis Bouza-Brey

 

Se han escrito multitud de artículos analizando el resultado de las elecciones vascas. En muchos de ellos he constatado un más que notable alivio ante la nueva oportunidad que la mayoría de los votantes le han dado al PNV. Es verdad que se ha escrito mucho más desde Madrid que desde Euskadi, pero también es verdad que el alivio se ha convertido en el denominador común de los articulistas vascos nacionalistas y de los articulistas españoles progresistas, por denominar así a quienes se podría decir que en el pacto constitucional están más cerca del PSOE (cuando no militan en él) que del PP. La primera reacción es lógica; la segunda pudiera resultar extraña. Pero desde una cierta perspectiva, no deja de tener su lógica. Me explicaré.

Lo que ocurre es que tras las elecciones se ha puesto de manifiesto lo que mucha gente del PSOE y afines pensaban sobre la estrategia del socialismo vasco. No es que esas gentes no compartieran la táctica, los modos, la campaña: lo que no compartían era el objetivo, el fondo. Ése es el verdadero problema que tiene una parte del socialismo español: que por una parte impulsamos y firmamos un Pacto por la Libertad y contra el Terrorismo que establece con toda claridad nuestro compromiso con el PP para derrotar a ETA, y por otra nos da vértigo pensar que la alternancia la protagonice un gobierno presidido en España por Aznar y en Euskadi por Mayor Oreja. Si eso ocurre -se piensa- tenemos PP para rato.

No crean que no entiendo ese vértigo, lógico, en los dirigentes de cualquier partido que tenga como objetivo ganar elecciones. Sería lógico pero no sería legítimo. Sería lógico, pero sería corto de miras. Sería lógico, pero sería pequeño, torpe. No sería legítimo porque en el País Vasco nos jugamos algo más que el prestigio político de los dirigentes de hoy; y sería torpe porque si no tenemos suficiente altura de miras en esta materia, terminará por notarse que colocamos lo partidista por delante de lo fundamental. Y entonces sí que tendremos PP para rato.

Pero esa segunda reacción de alivio tiene otra explicación más: muestra la renuncia de esos mismos -nunca explicitada pero absolutamente interiorizada- a que el socialismo sea alternativa en el País Vasco. Ésa fue la opción que nos llevó a ceder la presidencia a Ardanza cuando ganamos las elecciones. Es verdad que los tiempos eran otros, que no conseguíamos alianzas para hacer una mayoría suficiente, que ETA era entonces una amenaza cierta para el sistema democrático que aún no estaba consolidado. Y que a cambio, conseguimos el Pacto de Ajuria Enea. Pero también es cierto que en la reflexión del PSOE pesó la convicción de que en Euskadi nada es posible sin el PNV pilotando el barco.

Se me podría decir que en estas elecciones no parecía que iba a ser el PSE quien pilotará la alternancia, y que eso explicaría la reticencia. Es verdad que si el PSE hubiera partido como primera marca del bloque constitucionalista, los desmarques hubieran sido de menor cuantía. Pero esa sería una explicación a medias. El problema real es el otro: en una parte del PSOE -y en sus intérpretes mediáticos- hay una renuncia a que en el País Vasco se construya una alternativa al nacionalismo. Mucha gente que defiende la alternancia como valor irrenunciable del sistema democrático, hacen una excepción con el País Vasco. Hay quien la justifica en el hecho de la existencia de ETA, cuando el hecho mismo de su persistencia tras más de veinte años de gobiernos nacionalistas, sería otro argumento más a favor de la alternancia.

Porque, vamos a ver, analicemos qué ha ocurrido desde que aprobamos el Estatuto de Autonomía del País Vasco. No es sólo que ETA no haya dejado de matar mientras gobernaba el PNV; es que el PNV desde las instituciones, desde los medios de comunicación públicos, desde sus resortes en el mundo cultural, social, educativo... ha venido construyendo una sociedad cada vez más fragmentada, más dividida, más insolidaria, menos pragmática, menos tolerante, más cerrada. Más nacionalista.

Hoy, tras tantos años de gobierno del PNV, no sólo no hemos cerrado la transición, sino que la hemos abierto. Aquello que el PNV de Arzalluz dijo en el debate constitucional y estatutario, hoy el PNV de Arzalluz lo desdice. El Pacto Estatutario -pacto ciudadano, refrendado en las urnas- se rompe por parte de quienes nos gobiernan. Los que ocupan las Instituciones exigen que se respete la voluntad de los vascos, como si ellos no estuvieran ahí por y para respetarla. Las instituciones se debilitan por parte de quienes las presiden; el antisistema está en el sistema.

Siempre se ha dicho que había que atraer al PNV al pacto democrático para hacernos más fuertes contra ETA. Pero esa misma afirmación esconde las dudas que tienen algunos sobre el talante del PNV, sobre su compromiso con la pluralidad del País Vasco y sobre su voluntad de terminar con ETA sin cobrar precio político alguno. Son esas dudas sobre el alma del PNV las que explican tanta reacción acomplejada: démosles la presidencia, aunque no haya ganado, para así atraerles al consenso contra ETA. No le disputemos la mayoría, aunque tengamos derecho, no vaya a ser que se vayan de nuevo al monte, o no bajen de él. No les tratemos como al partido del gobierno, renunciemos a exigirles responsabilidades por la fractura social, por la confrontación, por la impunidad, por la falta de libertad, por la ineficacia policial, por la incapacidad para enfrentarse con los problemas, no vaya a ser que nos acusen de seguidismo del PP o de querer demonizar al PNV. No denunciemos su complicidad de fines con quienes nos matan. No reiteremos las palabras de Arzalluz sobre el reparto de trabajo entre ETA y el PNV. No exijamos a Ibarretxe que haga algo más que lamentarse.

En definitiva: corramos un tupido velo y volvamos a enero de 1998, cuando aún no sabíamos de sus pactos con ETA, cuando creíamos que Lizarra era una 'apuesta' para conseguir la paz y no un acuerdo entre nacionalistas democráticos y terroristas para acabar con la pluralidad a cambio de que nos dejaran de matar mientras fuéramos obedientes. Sí, ya sé que hoy, tras el alivio compartido del que antes les hablaba, adoptar este discurso sería lo políticamente correcto. Hoy toca hablar de un clima nuevo, de que Ibarretxe ha cambiado, de que hay que hacer algo 'imaginativo' para resolver los problemas del País Vasco (?). O sea, lo de siempre. Toca volver a ir de comparsa del PNV, de chicos educados, de ver si pillamos algo de algún sitio para aparentar que estamos moderando al nacionalismo y apaciguando a la fiera.

Pues bien: hay mucha gente -yo entre otras- que no está por la labor, y más vale que se sepa cuanto antes. Hay mucha gente, sobre todo muchos vascos, que hemos votado en estas elecciones creyéndonos de verdad que la alternancia no sólo es posible, sino saludable. Hay mucha gente que no estamos dispuestos a renunciar -en base a no sé qué prejuicio predemocrático- a ganarle al PNV en Euskadi. La posición del socialismo vasco en estos dos últimos años ha sido de una extraordinaria dignidad y seriedad. Una posición política que nos acredita como un partido con sentido de Estado, por encima del cálculo a corto o de cualquier aspiración nacional o regional que se pudiera ver frustrada. El PSE ha liderado dentro del PSOE una propuesta política para resolver el principal problema de España, el único que nos diferencia de cualquier otro país europeo: el terrorismo. Una propuesta que se podría resumir de la siguiente manera: a) El problema vasco es ETA. b) Terminar con ETA ha de ser, por tanto, la prioridad del Gobierno y de los demócratas vascos. c) El PNV lleva veinte años gobernando y ha de exigírsele la máxima responsabilidad política por la situación actual, como se la demandaríamos a cualquier otro partido en las mismas circunstancias. d) Durante mucho tiempo hemos creído que sin el PNV no se podía acabar con ETA. Hoy estamos convencidos de que el PNV está incapacitado para acabar con ETA. Nunca ha querido derrotarla, siempre ha querido buscarles una salida 'honrosa'. La organización terrorista lo sabe y por eso administra con total prepotencia sus relaciones con ellos. Y e) Ante esta situación, la alternancia, la sustitución del PNV en el Gobierno vasco, se convierte en la clave para combatir y derrotar a ETA.

Esta reflexión, este convencimiento de fondo, es el que ha guiado nuestra acción política desde las elecciones del 98. Convencidos como estábamos de que el PNV está incapacitado para acabar con ETA, el hecho de no haber conseguido ganar en estas elecciones no significa que no tengamos razón y mucho menos que hayamos de renunciar al objetivo. El cambio y la alternancia son, además de posibles, imprescindibles para resolver el llamado 'problema vasco'. Para que en Euskadi podamos hablar de las ideas, del modelo de sociedad, de la vivienda, de la educación..., hemos de terminar con quienes cuestionan la propia convivencia. Y quienes nos han gobernando desde que hay democracia, han demostrado que no saben o no pueden hacerlo. Por muchas oportunidades que han tenido, por muchas ventajas y comprensión que les hemos dado, el hecho es que en 2001 ETA sigue existiendo, la sociedad vasca está cada vez más amenazada y las instituciones vascas son cada vez más débiles e incompetentes por mor de sus propios dirigentes.

Nunca estuvimos tan cerca de conseguir una nueva mayoría, aunque haya quien se encargue de enmascarar esta realidad. Nunca quienes defendemos las reglas del juego y el juego limpio, quienes creemos que acabar con ETA es posible, hemos estado tan cerca de formar un gobierno alternativo al nacionalista, plenamente estatutario y constitucionalista.

Las elecciones han pasado, pero los problemas siguen estando ahí. Algunos somos escépticos sobre la capacidad de Ibarretxe y de su Partido para acabar con esta dramática situación. Otros tienen la obligación de ser más optimistas y yo lo entiendo. Sólo les pido que reflexionen sobre la premisa. ¿Está capacitado el PNV para terminar con ETA? De la respuesta que demos a esta pregunta se derivará una u otra estrategia, más allá del debate sobre táctica.

Termino. Si yo estuviera convencida de que el PNV puede terminar con ETA, defendería la alternancia como lo hago para Cataluña, para Galicia o para España. ¿Cómo no hacerlo en estas circunstancias?

Breve comentario final

Luis Bouza-Brey

 

Quisiera añadir a este certero artículo de Rosa Díez un breve comentario referente a un aspecto no tratado por ella, consistente en el análisis  de la imposibilidad o posibilidad de evolución de HB y el PNV.

En efecto, toda la estrategia del PNV desde el inicio de la transición está montada sobre el presupuesto de que el sector del nacionalismo desgajado hacia ETA puede evolucionar hacia la democracia si se buscan alicientes nacionalistas para motivarlo a hacerlo. Alicientes que, curiosamente, van consistiendo en añadir objetivos nacionalistas cada vez más radicales al programa del PNV. Así se ha llegado, desde 1998, a la confluencia en aspectos importantes del programa máximo de ambos grupos, si se exceptúa la concepción de la transición como un proceso a realizar desde un principio en el ámbito de Euskadi o en el de Euskal Herría, que es lo que está motivando el conflicto entre el PNV y HB.

Pero la experiencia demuestra que el presupuesto estratégico del PNV es falso: ni ETA ni HB son asimilables por la democracia, sino que constituyen grupos totalitarios que intentan imponer sus objetivos prescindiendo de la voluntad mayoritaria del pueblo vasco (del de Euskadi y del de el conjunto de Euskal Herría). Por ello  la única opción viable, si se quiere preservar la democracia, es oponerse abiertamente a ETA y HB: no solamente decir que mientras no pare la violencia no habrá pacto entre nacionalistas, sino que mientras haya violencia los demócratas unirán todas sus fuerzas contra ellos. El abandono de las armas es un requisito para la democracia y para que el nacionalismo pueda plantear sus objetivos últimos a fin de intentar ganar el apoyo del pueblo.

Pero lo que está sucediendo es no sólo que ETA y HB no cambian, sino que, por ello, es el PNV el que tiene que cambiar: debe enfrentarse de una vez al nacionalismo no democrático, cortando definitivamente los lazos históricos, sentimentales e ideológicos con el integrismo totalitario de los susodichos grupos. Pero para hacer esta ruptura debe modernizar su ideología, abandonar el mito originario de la independencia y la fobia antiespañola, dándose cuenta de que la Unión Europea no deja "ámbito de decisión" independentista, y de que más de la mitad de los ciudadanos vascos se sienten también españoles.

Cuando el nacionalismo no violento realice el proceso mencionado, modernice su ideología, cambie sus actitudes básicas, se europeice de verdad ---¡qué paradoja en el PNV¡---, rompa sus alianzas espurias y asiente la cabeza sobre los hombros y los pies en el suelo, podrá poner en marcha nuevas políticas y estrategias más integradoras y convivenciales. La incógnita es si va a comenzar ya a hacer este proceso o si aún no se ha iniciado el nuevo ciclo necesario en Euskadi.

Resulta imprescindible conocer, a estos efectos, si hubo algún trasvase de votos desde el nacionalismo moderado hacia el no nacionalismo en las elecciones del 13M, así como no perder la esperanza de que el sector moderado y más moderno de la élite nacionalista algún día sea capaz de plantear batalla. También se hace necesario estar alerta sobre la crisis que comienza a atisbarse en el nacionalismo radical y violento, pues constituye otra de las variables clave de la evolución de la situación en Euskadi.