RODRÍGUEZ ZAPATERO Y LA «CUESTIÓN VASCA»

Artículo de Casimiro Garcia-Abadillo en EL MUNDO 18 de septiembre de 2000

Con un comentario al final

Luis Bouza-Brey

 

Habría que remontarse a marzo de 1992 (cuando la Guardia Civil y los cuerpos especiales de la policía francesa detuvieron a la cúpula de ETA, el llamado colectivo Artapalo, en Bidart) para encontrar una victoria contra el terrorismo tan importante como la que se ha producido esta semana.

Dos días después de que se llevara a cabo la captura de Xabier Alegria, el responsable de EKIN, o, por así decirlo, el jefe político de ETA, la policía francesa, de nuevo auxiliada por la Guardia Civil, y otra vez en Bidart, puso a buen recaudo a Iñaki Gracia Arregui, Iñaki de Renteria, considerado como jefe militar de la banda.

La alegría indisimulada de José María Aznar, cuando en plena cumbre Hispano-alemana, Jaime Mayor Oreja le dio la noticia, era y es más que comprensible. Tras el duro mes de agosto, en el que se produjo una ofensiva terrorista sin precedentes desde comienzos de los años 80, el presidente y su ministro del Interior han tenido que aguantar agrias críticas de la oposición, descalificaciones desde algunos medios de comunicación y, lo peor de todo, la sensación de mucha gente de la calle de que, por primera vez, ETA estaba ganando la batalla policial.

Sin embargo, una vez más, se ha demostrado que cuando Aznar pide a los ciudadanos «paciencia», y cuando Mayor Oreja pronostica éxitos a corto plazo (como hizo hace tan sólo una semana en EL MUNDO), no hablan a humo de pajas y para calmar los ánimos de los que sufren más de cerca la barbarie, sino que tienen motivos más que sobrados para ello. ¡Y vaya si los había! En sólo ocho días se ha anunciado una reforma legislativa para limitar los desmanes de los violentos y se ha detenido a los dos máximos responsables del entramado etarra. Podrá criticársele por cualquier otra cosa, pero nadie podrá decir que el Gobierno se ha comportado con pasividad ante la ofensiva terrorista.

El enorme triunfo en el plano policial cosechado en estos últimos días contrasta, sin embargo, con un peligroso bloqueo de la situación política en el País Vasco.

A la misma hora del viernes en la que Iñaki de Renteria era sorprendido en su piso de Bidart por los agentes del servicio de información de la policía francesa, en San Sebastián un grupo de manifestantes que protestaban por el atentado contra José Ramón Recalde se topó con varios cientos de radicales que, al grito de «Gora ETA», mostraban su disgusto por la detención de Xabier Alegria, José María Matanzas y compañía.

La Ertzaintza, tras actuar de muro de contención entre ambas concentraciones, optó por disolver a los pacifistas, dejando la calle expedita a los defensores de los terroristas. El argumento esgrimido ayer en las páginas de este periódico por el consejero de Interior del Gobierno vaco, Javier Balza, de que los manifestantes de EH contaban con la «razón legal» no deja de ser una justificación absurda. De nuevo, los ciudadanos vascos han comprobado con estupor cómo los que atacan al Estado de Derecho se sienten mucho más protegidos que los que se juegan la vida por defenderlo.

Si las cosas siguen así no será extraño que cualquier día los que ya están hartos de sufrir la chulería y las humillaciones de los que gritan «ETA, mátalos», quieran tomarse la justicia por su mano. El riesgo de enfrentamiento civil en las calles del País Vasco es hoy más alto que nunca.

Ese escenario se suma a la sensación cada día más extendida de que el Gobierno de Ibarretxe carece de apoyo social suficiente (al margen del político) hasta tal punto que hoy puede decirse que hay una amenaza real de quiebra de la convivencia pacífica en Euskadi.

La razón esgrimida por el lehendakari para no aceptar la exigencia de elecciones anticipadas planteada por el PP y el PSOE, según la cual la llamada a las urnas agudizaría la tensión que se vive en estos momentos, no sólo es equívoca (¿a quién se refiere Ibarretxe cuando apunta a un incremento de la crispación? ¿A los que utilizan la kale borroka? ¿O a los que se manifiestan contra el terror de ETA?), sino que esconde el verdadero motivo por el que se mantiene de forma artificial un Gobierno paralizado e ineficaz: el miedo a perder el poder del PNV por primera vez desde la reinstauración de la democracia.

De ese impasse es imposible salir sin una decidida y franca colaboración entre el PP y el PSOE. Es en ese asunto concreto, por ser el que más preocupa a los ciudadanos y el más grave desde el punto de vista democrático, donde José Luis Rodríguez Zapatero debe dar la talla como dirigente político que aspira a gobernar España.

La opción para él no va a ser fácil. Existe un sector muy influyente de su partido (en el que confluyen desde José María Benegas a Felipe González), alentado por un sector intelectual que lanza desde el Grupo Prisa sus andanadas, que presiona a la dirección del PSOE para que se busque una «salida al PNV». Ese sector sería partidario de un gobierno de coalición PSE-PNV-EA en el País Vasco, lo que evitaría la convocatoria de elecciones anticipadas. Según esa tesis, con esa política conciliadora se volvería a reconducir al PNV a la senda del Estatuto y se evitaría el peligro de radicalización de los nacionalistas que existiría en caso de que quedasen fuera del Gobierno de Vitoria.

Un segundo sector (encabezado de forma clara por Nicolás Redondo y mayoritario en el País Vasco), defiende que la única forma de acabar con la actual situación es un pacto con el PP, dejando en minoría al PNV para que, de esa forma, sean los propios nacionalistas quienes depuren su propio partido marginando las posiciones lideradas por Arzalluz y Egibar.

Un tercer sector (en el que podría encuadrarse a Alfredo Pérez Rubalcaba y, hasta hace poco, al propio Rodríguez Zapatero), se mueve entre esas dos tesis. Es decir, dureza con los terroristas y sus socios de EH, apoyo institucional a la política del Gobierno, pero sin romper los lazos con los nacionalistas.

El intento de asesinato de Recalde y la presión de las bases inclinan en estos momentos la balanza hacia las tesis de Redondo. La declaración inequívoca que hace hoy el líder del PSOE en la entrevista que publica EL MUNDO, de que la única alternativa real es la convocatoria de elecciones anticipadas, supone un paso adelante muy importante en la clarificación de la política del PSOE. Zapatero debe evitar por todos los medios la tentación de hacer de la cuestión vasca un elemento de desgaste del Gobierno. Por encima de cualquier otra consideración está la defensa de los derechos democráticos de los ciudadanos que viven en Euskadi. Sus propios votantes no le perdonarían el oportunismo que significaría dar un balón de oxígeno al PNV entrando en un Gobierno de coalición en estos momentos.

Zapatero, cuya actitud hasta ahora en líneas generales es más que esperanzadora, debería entender que tiene tiempo suficiente para consolidar su liderazgo, no sólo ante sus militantes, sino ante muchos ciudadanos deseosos de ver en el PSOE una alternativa seria sin las rémoras de un pasado vergonzante.

Comentario final

Luis Bouza-Brey

Lo que parece ya demostrado es que el PNV y su Gobierno resultan incapaces alcanzar sus dos objetivos básicos: liderar el proceso de pacificación, y alcanzar la soberanía ---la independencia, para hablar claro---.

El fracaso del PNV y su gobierno es consecuencia de diversos factores:

---no hay suficientes apoyos populares, que decrecen a medida que el nacionalismo se radicaliza;

---ETA y el Sedicente MLNV (SMLNV, desde ahora) persiguen objetivos irrealizables, con métodos totalitarios y estrategias delirantes que deslegitiman a todo el nacionalismo;

---el nacionalismo democrático ---PNV y EA--- experimenta un desfase ideológico total, al no haber sido capaz de modernizar su pensamiento y sus mitos fundacionales y adecuarlos al nuevo contexto español, europeo y mundial.

---El PNV ha abandonado lo mejor de su tradición e identidad, dejándose arrastrar por las fobias e irracionalidades de sus propios dirigentes y el radicalismo compulsivo y totalitario de ETA.

La consecuencia de este fracaso del nacionalismo hegemónico es la parálisis de las instituciones, el incremento del desorden y de la fuerza del fascismo y la degradación de la libertad y la convivencia.

Por ello, la lógica debería llevar a la pérdida de la hegemonía del nacionalismo y a ensayar nuevas estrategias de pacificación. El nacionalismo debe modernizar sus ideas, renovar sus dirigentes y destilar un nuevo espacio electoral. Pero su continuación al frente de Euskadi, en la situación de crisis en la que se encuentra y con el equilibrio parlamentario actual, es un peligro para el país y la democracia.

El problema, no obstante, es encontrar los apoyos, vencer las resistencias y acertar con el momento y el procedimiento adecuados para realizar este cambio necesario en la dirección política de Euskadi.

¿Cuáles son los factores a tener en cuenta, en la situación actual?

En primer lugar, la propia crisis del PNV y su desenlace. En esta fase del proceso de cambio que experimenta el País vasco, el PNV debe modificar diversas características que lo definen:

---Debe cambiar de orientación: frenar su independentismo hasta que finalice la fase de pacificación o renunciar a él, volviendo al autonomismo.

---Cambiar sus alianzas: el pacto estratégico con EH derivado de Lizarra, dirigido a acumular fuerzas a favor de la independencia y pacificar el país, no es viable, pues no tiene el apoyo mayoritario de la sociedad, ha sido roto por ETA y EH, y estimula y legitima al terrorismo y las fuerzas que lo apoyan. Además, puede producir un efecto negativo añadido, quizás buscado por ETA, que es fragmentar todavía más al nacionalismo democrático a fin de dar la hegemonía a la autodenominada "izquierda abertzale" dentro del bloque nacionalista.

El PNV debe buscar la unidad de los demócratas hasta pacificar el país. Los demás objetivos deben subordinarse a éste. Pero quizás el pueblo vasco ya no confíe en dar la hegemonía nuevamente al PNV para conducir el proceso de pacificación. Habrá que esperar a unas elecciones para ver qué equilibrio de fuerzas resulta de las mismas y buscar las fórmulas y estrategias de la fase siguiente del proceso. No obstante, lo que me parece obvio es que ETA debe desaparecer a fin de que Euskadi pueda continuar su desarrollo. La "acumulación de fuerzas" debe ir por ahí.

---Cambiar su dirección. La actual ha tirado por la borda demasiadas cosas esenciales para el PNV y para el país, y con sus fobias, irracionalidades, provocaciones y errores de cálculo ha perdido el rumbo, aislado al partido de la sociedad y cuestionado la ética y la imagen del mismo.

Lo que está por ver es la secuencia que van a seguir los cambios en el PNV: ¿habrá que esperar a la pérdida de las elecciones para desbloquear la situación? ¿Será inevitable una escisión hacia el centro o hacia el radicalismo? ¿Existe recambio en el PNV sin que éste cambie de orientación?

Son, éstas, demasiadas incógnitas que también habrán de resolverse en función de lo que hagan las demás fuerzas políticas...

¿Qué deben hacer los constitucionalistas?

En el momento actual de lo que se trata es de pacificar al país, de manera que la alternativa no está entre "hundir al PNV" o "echarle una mano", sino en conseguir la unidad de los demócratas para acabar con ETA. Pero para ello hace falta una voluntad clara de los partidos nacionalistas democráticos a favor de la consecución de ese objetivo y la ruptura de cualquier pacto con el SMLNV hasta la disolución de ETA. Y no está claro que con el actual equilibrio de fuerzas interno en el PNV esta determinación clara se pueda conseguir, aplazando "sine die" los objetivos soberanistas.

Por ello, la situación actual no puede prolongarse, sin unas elecciones previas a fin de plantear este objetivo de unidad democrática al pueblo vasco e intentar conseguir la mayoría a favor del mismo. Y tampoco se puede continuar hasta octubre del 2002 con la situación actual. Por ello, los partidos constitucionalistas ---PP, PSE, UA, ¿IU?---deberían actuar conjuntamente a fin de poner de manifiesto los errores del nacionalismo democrático y pedir la convocatoria anticipada de las elecciones en un plazo prudencial, pero más bien pronto que tarde, dada la debilidad e incoherencia del gobierno vasco y el deterioro de la situación.

A la vista del resultado de las elecciones sería llegado el momento de articular un pacto de unidad democrática que podría dar lugar a diversas fórmulas gubernamentales: desde un gobierno de concentración hasta uno de coalición amplia que contara con los nacionalistas si ello fuera posible y éstos hubieran cambiado.