A RAJOY LE TIEMBLA EL PULSO

 

Editorial de  El Imparcial” del 28 de febrero de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

La designación de Francisco Camps como cabeza de cartel del PP valenciano para las próximas elecciones autonómicas ha puesto a Rajoy en un brete. Es muy posible que esta misma situación no se hubiese dado con Aznar, cuyo liderazgo al frente del partido era incuestionable. Aznar tenía autoridad, y nadie se le desmandaba. No ocurre lo mismo con Rajoy, quien sigue pensando que todo se arregla sin hacer nada. Así, Celia Villalobos sigue en su puesto después de haberse referido a los disminuidos discapacitados como “tontitos” y tildar a Bono de “fascista”, tras haberle afeado éste su conducta. También sigue Nacho Uriarte, quien dio positivo en un control de alcoholemia -con una tasa de alcohol sumamente elevada, dicho sea de paso-, con el agravante de que por aquel entonces era miembro de la comisión de seguridad vial.

Haya o no un tráfico ilícito de influencias, todo el asunto produce la impresión de que estamos ante gentes cuya trayectoria última no ha sido precisamente ejemplar. Y eso en política es inaceptable. No es verosímil que el señor Camps se haya vendido por cuatro tarjes pero también parece evidente que ha andado revuelto en compañías dudosas que andaban en negocios poco santos. En el caso de Camps, además, hay una imputación de por medio, con lo que eso conlleva. Y pese al escaso calado del asunto, es motivo suficiente para la dimisión. En democracia, el decoro y la austeridad republicana son consustanciales al sistema. Lo mismo que el deber de ejemplaridad. Nulla etica sine estetica, decían los clásicos. Eso es lo que debía haber entendido el señor Camps, en lugar de hacer apelaciones a la democracia plebiscitaria. Permanecer en el puesto, y avalado -aunque más de uno en Génova no esté muy de acuerdo- por la dirección nacional implica que Rajoy no ha hecho bien las cosas, igual que con Uriarte, Villalobos y algún otro más. Lo cual lanza un inequívoco mensaje de falta de carácter sumamente perjudicial para la imagen del líder popular. Porque habrá quien piense que, si no puede con el día a día de su propia gente, cómo podrá sacar a España de la situación en la que está. El liderazgo, como el movimiento, se demuestra andando, no callando ni mirando hacia otra parte.