EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Y EL ESTATUTO CATALÁN

Editorial de “El Imparcial” del 17-08-2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

 

El ministro de justicia Francisco Caamaño manifestó que es normal que el Tribunal Constitucional no haya dictado una sentencia definitiva sobre el Estatuto de Cataluña después de tres años de presentado el recurso de inconstitucionalidad. Pero el caso es que mientras, Cataluña se conduce aplicando un Estatuto que aún no ha sido resuelto. La forma en que el Tribunal Constitucional está actuando parece, sin embargo, denotar una ineficiencia notable, quizá no tanto debido a la negligencia, sino al temor de asumir su responsabilidad como órgano judicial y evadir un posible enfrentamiento político.

El TC ha emitido opiniones y se ha involucrado en un debate que parece más indicado para una ponencia constituyente, que adecuado a un organismo judicial. Si tiempos, formas y opiniones que nos han ido llegando en estos años son indicativas de algo, este comportamiento vulneraría la necesaria división de poderes que garantiza el equilibrio en una democracia porque nos dejaría huérfanos de una institución de control y salvaguarda vital. Y, a tenor de algunas opiniones, se diría que se busca reformar la Constitución a semejanza del Estatuto de Cataluña, en vez de que fuera lo contrario.

El panorama no es tranquilizador. Demasiados partidos e instituciones en Cataluña parecen comportarse como otro estado, por encima de otras comunidades autonómicas, imponiendo una relación bilateral con el Estado. Y la izquierda que preside el señor Zapatero produce la impresión de un grupo que ha perdido sus señas de identidad ideológica y dimitido de su condición frente al nacionalismo.

El borrador final de la sentencia sobre el Estatuto, que supuestamente se compone de cientos de páginas, parece estar listo en el Tribunal Constitucional. Esto hace pensar que la resolución no será clara sino interpretativa y que acarreará litigios sin cuento y que quizá pueda dar pretexto a interpretaciones que impliquen un cambio constitucional. Un Tribunal Constitucional no es un órgano deliberativo ni consultivo. Está para emitir una sentencia sucinta, clara y contundente, determinando sencillamente si el texto en cuestión, o parte del mismo, es acorde con los principios de la Constitución o no, y explicar con precisión y brevedad el porqué, sin cabildeos ni cálculos políticos. Ese es su papel. Pase lo que pase. Para opiniones, negociaciones y transacciones hay otras instancias políticas más adecuadas, democráticas y eficaces. Lo que la opinión pide de los magistrados del alto tribunal es respeto a sí mismos, a su condición profesional, imparcialidad y sentido del Estado. El oportunismo político no es su negociado. Bastaría con que pensaran cómo actuarían sus colegas de profesión en Francia, Alemania o los EE.UU., fueran sus simpatías políticas las que fueren, como para que comprendieran y cumplieran con la enorme responsabilidad que tienen asignada.