DE LAS MUSAS AL TEATRO
Artículo de Antonio Papell en
"Diario Vasco" del 8 de octubre de 2000
Con un breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
Rodriguez Zapatero se agranda en el trato personal y en el
cuerpo a cuerpo. He tenido ocasión de comprobar personalmente lo que ya se
decía en medios periodísticos y políticos: el nuevo líder de la oposición, que
parece en exceso pacífico y comedido en sus comparecencias públicas, adquiere
un tono mucho más sólido y transmite más sensación de fortaleza y seguridad en
los diálogos en corto. Y, sobre todo, a esta media distancia, su presencia y su
actitud sugieren que hay en él madera de político, lógicamente por rodar
todavía pero con verdaderas posibilidades de ejercer un sólido liderazgo en el
futuro.
Zapatero ha
querido acertadamente implantar un nuevo estilo de oposición. Si desde 1993, y
aun desde antes, nos habíamos acostumbrado todos a un tono abrupto y
destemplado del debate político que había crispado la convivencia y hecho
irrespirable el ambiente parlamentario, el nuevo secretario general ha creído
que el cambio generacional y conceptual que él entronizaba debía formalizarse
mediante la instauración del «debate constructivo», del ejercicio de la
oposición basado en el establecimiento de una dialéctica con el poder que, al
tiempo que dibujaba a los ojos de la opinión pública el gran binomio de las
opciones alternativas, sirviese para obtener consensos en los asuntos de Estado
y, en general, en aquellas cuestiones que por su carácter previo al pluralismo
cabía obtener una posición común de las grandes formaciones políticas.
Este
planteamiento bien intencionado se atiene escrupulosamente a la teoría
hegeliana de la democracia conforme al esquema tesis-antítesis-síntesis. Y es
positivo y plausible que haya sido adoptado. Pero probablemente haya olvidado
Zapatero que la política es también representación, en el sentido teatral de la
palabra: los ciudadanos esperan que sus representantes escenifiquen la
diversidad y se estimulen y controlen mutuamente en una ceremonia que, por su
propia naturaleza, no puede ser del todo pacífica. Ello explica que, a los
buenos modales del nuevo PSOE en sus primeras comparecencias, el Partido
Popular haya respondido en ocasiones de manera abrupta y destemplada, aunque preservando
de momento los territorios en los que puede y aun debe conseguirse o mantenerse
el consenso. Luis de Grandes, experimentado parlamentario, deslizaba hace poco
una maldad sobre Zapatero, y le instaba a viajar «de las musas al teatro». La
conminación es bien gráfica: el líder de la oposición no sólo debe contribuir
de la mejor manera posible a que avance la tarea legislativa: tiene también que
dibujar en el aire una opción ideológica que, por la lógica del sistema, ha de
ser beligerante con la ya instalada. Y la propia ciudadanía espera sin duda
que, junto al derroche de bonhomía y sentido común, Zapatero muestre también su
faceta inflamada y ardorosa de defensor de unas determinadas ideas.
El miércoles
pasado, en la sesión de control al Gobierno, Zapatero cometió un pecado de
ingenuidad que ilumina lo que quiero decir: interpeló a Aznar sobre las
clamorosas movilizaciones sociales, apenas una hora después de que el Gobierno
hubiera conseguido firmar el acuerdo que zanjaba la última de ellas. En el terreno
técnico, podía tener sentido todavía el asunto; en el puramente político, salir
con él al hemiciclo era ponerse a los pies de los caballos. Y Aznar, con muchas
tablas, no tuvo dificultad en deshacerse expeditivamente del adversario.
La teatralización
de la política no es en absoluto indeseable. La opinión pública necesita sin
duda asistir a debates ardorosos. Y se equivocarían los socialistas si pensaran
que conseguirán la confianza del electorado por el procedimiento de trabajar
incansablemente en los despachos en pro del bien común. Esta tarea se da por
supuesta, pero ha de complementarse con la de seducción de la ciudadanía, que
requiere presencia elocuente, capacidad manifiesta de crear ilusión y de
producir adhesiones y aun verdadero arrastre.
Es reconfortante
comprobar que la nueva oposición ha asumido con gran sentido de la
responsabilidad las grandes tareas que le incumben, lo que ha pacificado la
vida pública y ha generado un clima acogedor que facilita el progreso político.
Pero se echa en falta el surgimiento de una verdadera estructura de oposición
política capaz de pergeñar a la vista de todos, la opción alternativa, capaz de
competir con la del Gobierno del PP. Junto al trabajo sereno, voluntarioso,
razonable, de la oposición, hace falta que salgan a la palestra los rasgos
firmes, definitorios y agresivos de un nuevo liderazgo.
Breve comentario final
Luis Bouza-Brey
Sí
que es cierto lo que sostiene Papell de que la
política tiene mucho de representación, pero ésta sin proyecto de base carece
de sustancia, y el navajeo miserable por el poder
entre partidos sin proyectos es percibido perfectamente por el pueblo como
prescindible.
En
mi opinión, Rodríguez Zapatero va acertando en sus posicionamientos, y se trata
de una cuestión de secuencias y ritmos: primero debe manifestar un nuevo
talante de oposición con nobleza y fundamento, y luego ir configurando
lentamente la alternativa.
Igualmente,
pienso que acierta en su defensa de una política de consenso en temas de
Estado, sobre todo por lo que se refiere a Euskadi, y que allí va a ser
necesaria una coalición con el PP, y quizá con otros, en el corto plazo. En
estas políticas de consenso y coalición hay que vigilar las tendencias
oportunistas y electoreras del PP, así como su falta de perspectiva de largo
plazo en ocasiones, pero debe predominar la necesidad de unión en temas
básicos. Eso, la gente lo irá apreciando. Y se debe acabar definitivamente con
la dinámica suicida, del PP y del PSOE, de los últimos años. No se debe aceptar
el sectarismo ni el resentimiento como pauta de comportamiento de cualquiera de
ambos.