EUSKADI, ESPAÑA, EUROPA

Artículo de Antonio Papell en "Diario Vasco" del 15 de octubre de 2000

El formateado es mío (L. B.-B.).

Con un breve comentario

Luis Bouza-Brey

 

La celebración de la cumbre informal de Biarritz en territorio vascofrancés, el hecho de que esta ubicación haya sido aprovechada pacíficamente por el PNV para reclamar de Europa el reconocimiento del derecho de autodeterminación (y no tan pacíficamente por cientos de manifestantes cercanos a HB y a ETA) y el propio contenido principal del Consejo Europeo, centrado en la reforma institucional previa a la futura ampliación, son circunstancias que permiten enclavar en una dimensión comunitaria tanto el llamado problema vasco como el acomodo del Estado español en los futuros derroteros de la integración continental.

La posición de la UE es clara: en primer lugar, el principio de subsidiaridad hace imposible que las instancias europeas interfieran en un asunto que es de incumbencia de dos de sus miembros, España y Francia. En segundo lugar, es impensable que la utópica Euskal Herria, que jamás tuvo encarnadura real y cuya construcción política es cuando menos artificiosa, encuentre el menor aliento en el espíritu europeísta de los Quince ya que, evidentemente, nada tiene que ver esta reivindicación con las de países de indudable entidad como Croacia o Estonia. En tercer lugar, se advierte cada vez con más claridad que la Unión Europea, en vías de una necesaria armonización jurídica y judicial, está cada vez más dispuesta a combatir solidariamente el terrorismo de raíz étnica o revolucionaria, llegando a fórmulas inéditas de colaboración interestatal y a conferir a este fenómeno un tratamiento semejante al que merecen los más graves delitos de lesa humanidad como el genocidio o la tortura. Las declaraciones inequívocas de la presidenta del Parlamento Europeo, Nicole Fontaine, así como las propuestas que el nuevo líder del PSOE, Rodríguez Zapatero, está efectuando a sus correligionarios del continente van precisamente en las direcciones apuntadas, que en absoluto atienden las demandas de Arzalluz. Con toda evidencia, la manipulación del concepto de la Europa de los Pueblos no rendirá frutos a quienes, desde una determinada opción ideológica que compite en plano de igualdad con otras de muy diferente signo, pretenden arrogarse la representación de todos los vascos.

En el plano de la reforma institucional que los Quince han examinado con vistas a su aprobación en Niza en diciembre, España está consiguiendo asegurar una posición correcta en el conjunto de la Unión, ya que podrá mantener previsiblemente un grado de influencia acorde con su tamaño relativo y con sus intereses específicos. A falta todavía, como es lógico, de las concreciones que sólo se obtendrán en Niza, ya parece claro que, en lo referente a la reponderación del voto de cada país, el nuestro permanecerá en el actual quinto lugar, a escasa distancia de los cuatro grandes: Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. En lo referente al número de comisarios por país, la cuestión no está resuelta, pero todo indica que prevalecerá la tesis de que se mantengan veinte comisarios como hasta ahora, lo que obligaría a los países grandes a prescindir de uno de los dos que poseen actualmente a medida que se produzca la ampliación, y a los pequeños a someterse a una rotación. En lo relativo a las cooperación reforzadas, que son sin duda necesarias para salvar el escollo del euroescepticismo, las tesis españolas están prosperando porque reflejaban una plausible racionalidad: las cooperaciones no deben afectar al corazón de los Tratados el llamado Primer Pilar, ni, por supuesto, a las principales políticas sobre el mercado interior y la cohesión social. Se trata, en fin, de salvaguardar la concepción esencial de Europa como mercado único, de forma que las distintas velocidades se refieran a los Pilares Segundo (seguridad y defensa) y Tercero (libertades y la justicia).

España, cuya vehemencia europeísta tiene además considerable respaldo social, debe permanecer en el núcleo duro de la construcción europea, para evitar la marginalización que le produciría su situación periférica al desplazarse con la ampliación el centro de simetría de la UE hacia el Este y hacia el Norte. Nuestra pertenencia a Europa da a este país una dimensión superior que nos ancla a un destino admirable, que encierra mayores dosis de bienestar material pero también contiene los materiales para plantear los problemas internos con una óptica más solvente y respaldada. Biarritz, que ha sido el prólogo de un paso relevante en la construcción europea, también nos deja el regusto de unas certidumbres ampliamente compartidas en la lucha contra nuestros fantasmas interiores.

Con un breve comentario

Luis Bouza-Brey

"La Europa de los pueblos"... cuando se observa el lío que existe estos días en Biarritz para clarificar la distribución de poder en las instituciones de la UE, de enfrentamientos entre Estados grandes, pequeños y menos grandes, que se pelean por un puesto o voto en la Comisión o el Consejo de Ministros, vuelve a manifestarse la contradicción entre los delirios del nacionalismo vasco y la realidad del proceso de Unión Europea. ¿Es que no se dan cuenta de que ya existen enormes dificultades y bloqueos del proceso cuando se trata de ampliar a treinta los miembros de la Unión? ¿Qué sucedería si al difícil proceso de ampliación y reforma institucional se añadiera el de balcanización de Europa?

En mi opinión, si la reforma y ampliación de la UE consigue salir adelante se hará desde los Estados actuales, aunque posteriormente las regiones puedan encontrar acomodo y presencia en las instituciones de la UE y en las de los Estados. Pero es que, además, la construcción europea ya está desdibujando las fronteras y permitiendo la posibilidad de acuerdos de todo tipo entre zonas fronterizas. Y si a ello le añadimos el principio de subsidiariedad hacia los Estados y regiones, el margen de autogobierno es muy amplio para las comunidades ---nacionalidades y regiones--- de ámbito inferior a los Estados.

Aunque en la actualidad se está tendiendo a confundir por parte de los euroescépticos subsidiariedad con intergubernamentalismo y minoración de las instituciones comunes de la Unión, esta tendencia tendrá que contrarrestarse y finiquitarse, si se quiere que el proceso de Unión no se venga abajo.

Pero los problemas y tendencias de la UE van en esta dirección: reforma, ampliación, subsidiariedad, unión. Y la cosa ya está suficientemente complicada como para que se vayan a aceptar interferencias y dinámicas demenciales consistentes en procesos rupturistas contra dos de los Estados democráticos nucleares de la UE.

Procesos rupturistas, además, sin apoyos populares, basados en la violencia y que, como máximo resultado favorable al nacionalismo vasco, podrían conducir a una Guipúzcoa independiente, aislada, inviable y antidemocrática (Ver "La conquista de Albania", de Elorza).

Reclamar a la UE que vuelva a repetir el funesto error de Croacia y Eslovenia, que dió lugar a diez años de guerras en Yugoslavia, es disparatado y suicida. ¿Pero qué sucede en el nacionalismo vasco? ¿Es que son sordos y ciegos ante la realidad? ¿Es que el sentido común y la inteligencia le están vedados?

Uno entiende la contradicción y el desgarro del PNV entre la opción soberanista, la búsqueda de la integración democrática de HB y la consolidación de la comunidad nacionalista, frente la opción por el autonomismo, el aislamiento del fascismo y la aceptación del pluralismo cívico. Pero lo que no se puede es continuar en el error contumaz indefinidamente. El acuerdo entre nacionalistas no es posible mientras su sector fascista lo siga siendo, y el PNV debería ser antes demócrata que nacionalista. Si queda inteligencia y sensatez entre votantes, militantes y dirigentes del PNV, la situación actual tiene que acabarse de una vez e iniciar un nuevo ciclo en que la prioridad sea la "necesaria derrota de ETA" (Txema Montero

), mediante un gobierno de unidad democrática y el abandono o aplazamiento "sine die" de la opción independentista por el PNV y EA.

Lo que resulta una aberración es la esquizofrenia política de una sociedad que cuenta con solamente un 30 por ciento de independentistas, pero cuyo partido hegemónico mantiene esa orientación contra viento y marea, encerrado en una ensoñación delirante y paranoica y aceptando impasible y pasivamente el delirio compulsivo y totalitario del SMLNV.

Cuando se lee el libro de Carmen Gurruchaga e Isabel San Sebastián , "El árbol y las nueces" la conclusión ineludible es que hace falta un golpe de timón radical en el nacionalismo que se denomina democrático, a fin de romper de una vez los lazos continuados que ha venido manteniendo desde el inicio de la transición con el fascismo.

"...No conozco de ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan.

Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas.

Antes, aunque sin un acuerdo explícito, había un cierto valor entendido de esta complementariedad. Desde hace unos años, tras la muerte de Txomin, estamos olvidando esto y nos lleva a situaciones peligrosas" (Declaraciones atribuidas a Arzalluz, Pg. 73).

Si el PNV pretende evitar una crisis total, que se producirá más pronto o más tarde, este golpe de timón es urgente. Los números cantan: si en Euskadi hay un 30% de independentistas según las encuestas, y el nacionalismo cuenta en las urnas con un 50% de votos, existe un 20% de voto no independentista que hasta ahora apoya al PNV. Pero si éste se define por fin como independentista a corto o medio plazo, esos votantes tienen que cambiar la dirección de su voto.

((VEAN "SONDEO SOBRE EL SENTIMIENTO VASQUISTA EN EUSKADI", L. B.-B., 18-10-00))

Derrota electoral, golpe de timón interno o escisión, son las salidas alternativas e inevitables ---aunque alguna puede ser consecutiva a las otras--- para acabar con la esquizofrenia del PNV y Euskadi y reducir el nacionalismo independentista a sus auténticas dimensiones.

Lo que no sería positivo es que el PNV quedara reducido a un partido aislado, roto y con la identidad anulada, habiendo perdido incluso la hegemonía dentro del nacionalismo, por no haber sabido hacer su reconversión y modernización a tiempo. Porque ello redundaría en una duración más larga del proceso agónico de desarticulación y declive político de Euskadi.