PERDONEN LAS MOLESTIAS
Artículo de Fernando Savater en "El
País" del 17-9-00
Con
un mensaje propio para Savater al final (L. B.-B.)
... Ya sé que
soy un pesado. Acaban de volver ustedes de vacaciones o quizá por fin van a
disfrutarlas y cada cual quiere ir "a su bola", como suele decirse.
Lo que menos apetece ahora es volver dale que te pego sobre el dichoso asunto
del País Vasco. Ya se ha dicho por activa y por pasiva todo sobre el tema,
ustedes compadecen como es debido a las víctimas, reprueban como está mandado a
los terroristas y lo único que esperan es que los políticos lleguen a algún
acuerdo, que el Gobierno central o el autonómico, el PNV, el PP, el PSOE o Dios
Padre, quien sea, medio arreglen de una vez la cosa. Y si no saben arreglarla,
que por lo menos no mareen a la ciudadanía con más dimes y diretes: ya que no
podemos cambiar el mundo, por lo menos cambiemos la conversación. ¡Cómo les
comprendo a ustedes! ¡Y qué pena me da -como dirían mis amigos colombianos-
volver a molestarles con la misma cantinela! Pido disculpas de antemano por mi
inoportuna tozudez. Porque hoy no sólo pretendo fastidiarles con un repaso de
la situación en Euskadi, sino además comprometerles con una petición de
auxilio... Como si fuese Clint Eastwood, el rótulo de
mi vida reza: "Sin perdón".
Empiezo por el
repaso. Entre las pocas cosas buenas de este verano, la más útilmente
reveladora es lo ocurrido en el Ayuntamiento de Marquina, donde el alcalde sólo
lograba balbucear aterrado -mientras un teniente de alcalde se puso físicamente
enfermo- ante la posibilidad de negar a los colaboradores civiles de ETA el
salón municipal para una ceremonia fúnebre de homenaje a los terroristas
accidentalmente fallecidos cuando se dirigían a cumplir su macabra misión. ¡Y
eso que aún estaban calientes los cuerpos de los últimos asesinados por tales
próceres! Lo impresionante de esta anécdota no es la pusilanimidad de los
ediles, sino lo que descubre de la vida cotidiana en muchas localidades
medianas y pequeñas del País Vasco. A fin de cuentas, lo que el alcalde de
Marquina venía a responder a quienes le criticaban sus
concesiones es algo así como "¡aquí quisiera veros yo!". En eso no le
falta razón, aunque debía haberlo denunciado antes. Porque en Marquina, en Oiartzun, en Hernani, en Atxondo,
en numerosas localidades pequeñas y medianas del País Vasco (y de Navarra), se
vive un clima de imposición totalitaria que para sí quisieran los talibanes.
Éste es el otro resultado de la violencia, no discreto -como los atentados-,
sino continuo. Y eso es lo que pretenden extender a toda Euskadi, en el nombre
soberano de la construcción nacional.
Así se descubre
-para el que aún no haya caído en la cuenta- que lo que está en juego en el
País Vasco no es el conflicto entre dos tipos de administración territorial, ni
la modificación de uno o varios artículos constitucionales, ni, por supuesto,
la emancipación colonial de lo que nunca fue colonia, sino la pugna del Estado
de derecho que protege el pluralismo contra el totalitarismo que pretende
imponer la sumisión a un determinado ideario político-cultural de homogeneidad
étnica, monolingüismo institucional y barrido feroz de cualquier signo político
o social adverso. Coherentemente, ETA recurre a la fuerza para imponer este
proyecto abominable -mejor dicho, para extenderlo a las localidades mayores
donde aún no está vigente- porque sabe que no podría lograrlo por métodos
democráticos. Y ello no sólo por falta de mayoría suficiente (aunque el noventa
por ciento de los votantes de la CAV lo apoyaran sería igualmente
antidemocrático), sino porque en sí mismo es la negación de cualquier
democracia moderna. No es verdad que "todo proyecto político pueda
defenderse por vías pacíficas". Aquellos que atropellan y discriminan a
parte de la población no pueden ser sometidos a votación. Si no le he
comprendido mal, algo de esto podía leerse en el artículo del profesor Rubio
Llorente Democracia y partidos: fines y medios (EL PAÍS, 4 de septiembre de
2000).
Ante el
terrorismo y su intimidación explícita o implícita, muchos reclamamos que el
Estado de derecho utilice a fondo las armas de la ley: sólo las armas de la
ley, pero todas las armas de la ley. Caben objeciones contra modificaciones del
Código Penal vigente como las que hoy propone el Gobierno, sea por dudas sobre
su constitucionalidad o porque lo urgente es hacer cumplir las leyes y no
multiplicar retóricamente el número de las que luego tampoco serán cumplidas. Pero
lo inaceptable es que el encargado de justicia del Gobierno autónomo vasco,
Sabin Intxaurraga, diga que no servirán para nada
mientras no se resuelva "el problema político de fondo". Decir que
tras el terrorismo vasco hay un problema político es tan esclarecedor y
profundo como asegurar que tras el asalto a un banco hay un problema económico
que espera solución. ¿Qué opinaríamos de quien nos explicase así un atraco? Una
de dos: que ha hecho un máster acelerado en bobaliconería
o que va a medias con el atracador. El problema político principal del País
Vasco es el que tienen los nacionalistas no violentos para convencer por las
buenas a quienes no somos nacionalistas (¡y a muchos de los que lo son!) de las
ventajas de una unidad territorial y un Estado independiente de nuevo cuño.
Semejante propuesta política no será ni siquiera debatible hasta que no haya
quedado desligada por un lapso de tiempo suficiente de la imposición
totalitaria de sesgo semejante que hoy pretende hacerse valer por métodos
mafiosos. ¿Concesiones dialogantes a los terroristas o sus encargados? Quienes
esperan conseguirlo todo por la fuerza no se contentan con
"regalitos" que para ellos no significan más que la inminencia de la
rendición...
Hasta aquí la
rememoración de lo ya sabido: ahora me atrevo a agobiar aún más la paciencia
con un llamamiento. El día 23 de septiembre, a las seis y media de la tarde,
saldrá una manifestación del bulevar de San Sebastián con el lema
"Defendamos lo que nos une: Estatuto y Constitución". Quienes vamos a
asistir no pretendemos "sacralizar" esas leyes, por lo menos no más
de lo que un atropellado en el paso de cebra sacraliza el Código de la
Circulación. Tampoco esperamos impresionar a ETA y sus adláteres, ni siquiera
convencer a otros nacionalistas menos violentos pero igual de intransigentes.
Sólo queremos mostrar que en el País Vasco hay gente -poca o mucha, la que sea-
capaz de salir a la calle no sólo para deplorar y condenar los crímenes, sino
para respaldar explícitamente el marco institucional de nuestra democracia
española, dentro del cual es posible convivir y avanzar con planes de futuro
diversos. Queremos ser ciudadanos, no tribu ni horda, y no queremos serlo
solos, sino acompañados por nuestros compatriotas del resto del Estado en la
lucha antitotalitaria. Porque lo que se juega en el
País Vasco va mucho más allá del propio País Vasco. Es curioso cómo los mitos
nacionalistas ("a los vascos no les gusta que se metan en sus cosas")
son aceptados por quienes no lo son. Hace no mucho, me encontré en Madrid a un
popular humorista, excelente persona y hombre comprometido, que venía de una
concentración en apoyo a las mujeres maltratadas: "Oye, me gustaría estar
con vosotros, pero como no soy vasco...". Le recordé amablemente que
tampoco era mujer maltratada y le aseguré que sería muy bien venido cuando
volviésemos a manifestarnos en Euskadi.
Todos seréis
bienvenidos: escritores, artistas, profesores, periodistas, gente del cine y
del teatro, atletas, cocineros... y, por supuesto, el resto de las personas de
buena voluntad. No es mera cuestión de bulto, porque en las democracias lo
cuantitativo se mide en las urnas y no en la calle. Pero importa la
representación social (y ahora me dirijo a los famosos): la gente que os lee,
os escucha, os admira, quiere sentirse apoyada por vosotros frente a quienes
les amenazan. No es momento de excesivas sutilezas: sean galgos o podencos, os
aseguro que muerden. Ya sé que no os ofrezco una fiesta marbellí de las que
amenizan el verano, ni un estreno de gala en el que todo el mundo quiere verse
fotografiado. Os convoco a un fastidio, quizá a un cierto riesgo. Mi epitafio
predilecto es el de Willie Brandt:
"Se tomó la molestia". El día 23, en San Sebastián, algunos vamos a
tomarnos esa molestia y quisiéramos que estuvieseis con nosotros para
compartirla.
fungo@net-way.net
Fernando Savater participa en la iniciativa ciudadana Basta Ya,
convocante de la manifestación del 23 de septiembre.
ESTAMOS
CON VOSOTROS
Amigo
Savater, he leido hoy tu
artículo "Perdonen las molestias" en "El País". Como veo a
su pie una dirección de correo electrónico, quiero aprovechar la ocasión para
decirte que estoy con vosotros y soy perfectamente consciente de lo que nos
jugamos todos en el País Vasco. Y creo que hay mucha gente más que piensa como
yo.
Por
eso, y por la admiración hacia tu valentía, lucidez y tenacidad en la defensa
de la democracia quiero hacerte llegar mi apoyo. Animo, que parece que las
cosas empiezan a cambiar. No te disculpes por tu reiteración, es la forma más
eficaz de resistir frente al fascismo y llegar a la opinión pública. Recuerda
lo que pasó con el franquismo.
Un
abrazo
Luis
Bouza-Brey
Profesor
de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona
17-9-00