ALOCUCIÓN
DE ESTRASBURGO
de Fernando Savater en la recepción del "Premio Sajarov"
del Parlamento Europeo.
Publicada en "El País" del 14-12-00.
El formateado es mío (L.
B.-B.)
Con un muy breve comentario al final.
Luis Bouza-Brey
Señoras y señores parlamentarios: ante todo, la
iniciativa ciudadana ¡Basta Ya! desea expresar su gratitud a este Parlamento
por el honroso reconocimiento que hoy nos confieren. Es una distinción tanto
más notable por cuanto no somos una prestigiosa ONG ni un movimiento
institucional veterano sino sencillamente un grupo de ciudadanos de distintas
procedencias, sin jerarquías burocráticas ni apenas aparato organizativo, que
empezamos a marchar juntos hace poco menos de un año. Entre nosotros hay
profesores y obreros, cargos públicos y simples particulares, religiosos y
laicos, sindicalistas, empresarios, militantes pacifistas, artistas,
trabajadores de los medios de comunicación, gente cuyo nombre es muy conocido y
muchas personas nada célebres: les confieso que formamos un conjunto un poco
anárquico. No tenemos ningún afán de protagonismo histórico, ni siquiera de
perduración a toda costa: ¡ojalá que nuestra iniciativa dejase mañana mismo de
ser necesaria y pudiera volver cada uno de nosotros en paz a su vida cotidiana!
Sabemos que personalmente no somos importantes, pero
creemos que es importante lo que nos une y moviliza: el rechazo del terrorismo
criminal de ETA y el apoyo explícito al Estado de derecho español, hoy
amenazado por un proyecto totalitario de secesión violenta. Hemos salido a la
calle y hemos alzado nuestras voces porque estamos convencidos de que, cuando
la democracia está en peligro, los ciudadanos no pueden refugiarse en su
anonimato y esperar mansamente a que todo se resuelva en las altas esferas del
poder político. No
queremos sustituir a las instituciones legítimamente establecidas sino urgirlas
a que protejan nuestros derechos y nuestras libertades sin concesiones al
terror. Nos hemos movilizado, señoras y señores parlamentarios, por solidaridad
con las víctimas del fanatismo ideológico asesino y también en defensa propia
contra él.
Y es que vivimos una situación tristemente insólita en
la Europa democrática. El País Vasco no es un territorio exótico, agobiado por las
injusticias y desigualdades como tantos lugares del llamado Tercer Mundo, sino
una de las regiones más desarrolladas y con más equilibrada calidad de vida de
la comunidad europea. Dentro del Estado español la comunidad vasca disfruta de
una amplísima autonomía, con Gobierno y Parlamento propios, pleno control de su
fiscalidad, competencias educativas bilingües, dos cadenas propias de
televisión (una de ellas en euskera), etcétera... Sin duda los vascos
padecieron importantes violaciones de su libertad política y cultural durante
la dictadura de Franco, como el resto de los ciudadanos españoles. Pero a
partir de la instauración de la democracia se hizo un extraordinario esfuerzo
de reconciliación en todo el país, comenzando por una amnistía general para los
delitos de motivación política cometidos durante el periodo franquista que
permitió hace más de veinte años reintegrarse en la legalidad a todos los
miembros de ETA que lo desearan, incluso aunque tuvieran responsabilidad en
hechos sangrientos. Sin embargo la actividad de ETA no ha cesado desde entonces
y ya contamos más de setecientas víctimas mortales durante la etapa
democrática.
Hoy en el País Vasco no hay seguridad ni libertad de
expresión o asociación política para gran parte de los ciudadanos. Los cargos
electos no nacionalistas son asesinados, así como empresarios, periodistas,
miembros de las fuerzas de orden público o simples particulares que se hayan
manifestado de cualquier modo contra el proyecto de imposición independentista.
Y no sólo se trata de asesinatos: se han quemado numerosos establecimientos,
viviendas y vehículos, se extorsiona cotidianamente a los comerciantes y
profesionales, se hostiga y amenaza de mil maneras a quienes son considerados
"españolistas", es decir, a quienes se atreven a manifestarse públicamente
a favor del Estado de derecho constitucionalmente vigente. Mucha gente se ve obligada a
marcharse para evitar males mayores o porque no soporta la presión del ambiente
de intimidación. Otros muchos deben resignarse a vivir acompañados de escoltas
policiales y no pueden pasear libremente con sus hijos por la calle o asistir
sin todo tipo de precauciones a los locales públicos. En el País Vasco, en
plena Europa democrática, tenemos actualmente docenas de Salman Rushdies. Reina el miedo, un miedo palpable en la vida
cotidiana que hace hablar en voz baja o disimular lo que se piensa, como en los
peores momentos de la dictadura franquista.
Nosotros, los miembros de la
iniciativa ¡Basta Ya!, sabemos que ETA es sin duda la principal culpable de
estos males pero también estamos convencidos de que ETA no es un fenómeno
aislado y que su perpetuación se debe a un clima político del cual son en parte
responsables las autoridades nacionalistas que gobiernan el país desde hace más
de veinte años. Los etarras no son extraterrestres llegados de otro planeta
para hacer el mal sino jóvenes educados en el fanatismo étnico, en el odio a
más de la mitad de sus conciudadanos y a todo lo considerado
"español", jóvenes a quienes se ha imbuido una historia distorsionada
y una antropología demencial que les hacen creerse víctimas y les convierten
así en verdugos. Naturalmente aceptamos que los nacionalistas vascos puedan
proponer por vías pacíficas la creación de un nuevo Estado independiente que
nunca antes existió, pero rechazamos que ese proyecto político de un
determinado partido se presente como el derecho inalienable de todo un pueblo,
convirtiéndose así de modo indirecto en justificación de los violentos.
Tampoco parece prudente la permanente búsqueda en el
pasado histórico y aún prehistórico de agravios que justifiquen la ruptura de
las comunidades democráticas actuales o pretendan demostrar la incompatibilidad
de quienes de hecho ya viven juntos desde hace siglos. Como demuestra
tristemente la experiencia de otros lugares de Europa, por tal camino siempre
se encuentran finalmente justificaciones para el enfrentamiento bélico. Es algo
contra lo que ya prevenía hace siglos uno de los primeros pensadores de la
Europa unida, Erasmo de Rotterdam, cuando comentaba en sus adagios: "Si un
título cualquiera se considera causa idónea para emprender la guerra, a nadie
-en medio de tantas vicisitudes de los asuntos humanos, de tantos cambios- le
podrá faltar un título. ¿Qué pueblo no ha sido alguna vez expulsado o no ha
expulsado a alguien de su territorio? ¿Cuántas veces se ha emigrado de un sitio
a otro? ¿Cuántas veces se han desplazado de aquí para allá los imperios por el
azar de los tratados? ¡Que los paduanos reclamen hoy el suelo troyano ya que Antenor en otro tiempo fue troyano! ¡Que los romanos
reclamen África y España, pues alguna vez fueron romanas! Llamamos dominio
hereditario a lo que es administración electiva. No se tiene igual derecho
sobre los hombres -libres por naturaleza- que sobre los ganados" (del
comentario al adagio La guerra atrae a quienes no la han vivido).
Señoras y señores parlamentarios, como
demócratas somos desde luego partidarios del diálogo entre los diversos
partidos democráticos porque en tal diálogo permanente consiste la democracia
misma. Pero precisamente por vocación de diálogo democrático rechazamos que
éste pueda venir forzado por el terrorismo violento, que la agenda política de
los ciudadanos la establezcan quienes trastornan los usos de la convivencia
pacífica y que las leyes consensuadas parlamentariamente deban cambiarse a
gusto de los asesinos como rescate para que dejen de matar. Queremos vivir
en paz pero también queremos vivir en libertad; nos negamos a sustituir el
Estado de los ciudadanos por el Estado de las etnias. Por eso hemos salido a la calle para
defender los principios constitucionales y gritar a los terroristas: ¡Basta ya!
Y también por eso, además de agradecer el reconocimiento de este Premio Sajarov, invitamos a los miembros del Parlamento europeo a
visitar el País Vasco, no los despachos oficiales sino las calles, los bares,
los comercios, las empresas, las pequeñas localidades, las aulas, para que
conozcan de primera mano y sin injerencias propagandísticas cómo se vive
amenazado, extorsionado, sin derecho a la libre expresión de las ideas. Que
comprueben por sí mismos la verdad de lo que denunciamos y después que no lo
olviden y que nos ayuden a luchar contra esta lacra que toda la Europa
democrática debe sentir como propia.
Este es el texto del discurso leído ayer por el filósofo
Fernando Savater, en nombre de la iniciativa
ciudadana ¡Basta Ya!, al recoger el Premio Sajarov de
Derechos Humanos y Libertad de Expresión que concede el Parlamento Europeo.
Con un muy breve comentario al final.
Luis Bouza-Brey
Para los que no han seguido día a día la
evolución del País Vasco, Savater hace en esta
exposición un retrato ajustado de lo que allí sucede. Por eso es útil para los
eurodiputados en el Parlamento, y por eso conviene difundir su discurso por la
red.
Pero además es conveniente que lo conozcan los
vascos: que sean conscientes de la burbuja asfixiante y distorsionante en que
viven, creada por unos gobernantes que llevan veinte años estimulando la
ruptura y el odio entre sus ciudadanos y frente a sus vecinos. A través del
sistema educativo, de los medios de comunicación públicos y de las
declaraciones políticas.
Esa política incendiaria, protagonizada
principalmente por Arzalluz, no era, como se observa
ahora, producto de efluvios demagógicos y arterioescleróticos de un hombre
mayor, sino expresión sintética de unas actitudes básicas xenófobas,
primitivas, hostiles y antidemocráticas. De ellas ha ido emergiendo, durante
veinte años, una pauta programada de comportamientos políticos orientados a la
ruptura del ordenamiento constitucional democráticamente establecido.
Expresiones como "la bota de
Madrid", "el lenguaje de Franco", el miedo mayor a España que a
ETA, "las ratas de Ermua"...
posicionamientos como la comprensión hacia la actuación de "esos
chicos", la tristeza e irritación ante las actuaciones policiales exitosas
contra ETA, el diálogo permanente de un sector de la dirección del PNV con los
representantes de ETA, la "teoría del nogal", etc., etc., etc... Todos estos acontecimientos y actitudes han calado
entre un sector de la población del País Vasco, estimulando el odio, la
hostilidad y la violencia.
Este tinglado simbólico perverso, impropio de
dirigentes democráticos, ha mantenido o creado una subcultura política cerrada,
sorda y ciega frente a la realidad española y europea, que impide a Euskadi
deshacerse de los residuos de la dictadura y estimula la emergencia del
totalitarismo irracional, ciego y violento.
Esta es la responsabilidad de la actual
cúpula dirigente del PNV y de un sector de los componentes del partido. Han
fracasado como dirigentes democráticos, anquilosándose en mitos del siglo XIX,
estimulando el fanatismo y la irracionalidad, tolerando la impunidad de los
violentos, y deslegitimando las instituciones que deberían haber defendido.
El pueblo vasco debe ser consciente de ello,
romper la burbuja que lo aísla del mundo y obrar en consecuencia. Si no lo
hace, la sociedad vasca irá envenenándose cada vez más rápidamente con la
necrosis totalitaria, y su convivencia y desarrollo se harán imposibles.