EL PRIMER DESMARQUE

Artículo de Alberto Surio en "Diario Vasco" del 18 de octubre de 2000

El formateado es mío (L. B.-B.)

Con un breve comentario al final.

Luis Bouza-Brey

 

LA decisión del PSE-EE de acudir a la manifestación convocada por el lehendakari bajo el lema «Bakea. ETA ez» y la negativa del PP a secundar la movilización tienen un evidente significado político no exento de riesgos para ambas formaciones. Se escenifica por primera vez un desmarque entre socialistas y populares que empieza a obedecer a un análisis distinto pero no antagónico sobre la política futura que hay que llevar a cabo en el País Vasco y la relación con el nacionalismo mayoritario.

El PSE-EE ha antepuesto el valor de la unidad frente a ETA a la pugna partidista. Su decisión, que ofrece un objetivo balón de oxígeno a Ibarretxe pese a criticarlo con gran dureza, evidencia la necesidad que siente este partido de ejercer una política más diferenciada y matizada respecto a la frontal beligerancia de Aznar. Es una posición que tiene una lógica explícita, la de la unidad democrática, aunque encierra algunos peligros tácticos. Tropieza, por ejemplo, con el rechazo del Foro Ermua y de las asociaciones de víctimas y evoca el señuelo de un entendimiento con el PNV que preocupa a los dirigentes socialistas. Pero una negativa a acudir a la manifestación hubiera exhibido una hipoteca excesiva respecto al PP y la pérdida definitiva de un espacio propio de maniobra. El PSE tiene que administrar pues este papel complejo y necesitará valentía para superar la polarización. Un discurso que puede ser clave para reconstruir una política de integración entre nacionalistas y no nacionalistas. Un perfil que tendrá que aglutinar las dos almas del PSE, la pactista con el nacionalismo moderado y la que apuesta por una alternativa no nacionalista. Al PP y al PSE-EE les une una situación de indefensión frente a la intimidación. También la censura al nacionalismo gobernante y a la gestión del lehendakari. Pero siguen sin ponerse del todo de acuerdo alrededor de un diagnóstico y una terapia comunes por diversos factores: subsiste la desconfianza y su historia y sus intereses son diferentes. E Ibarretxe ha jugado hábilmente al explotar estas contradicciones.

Sería ingenuo pensar que esta convocatoria no tiene también un interés táctico y oportunista por parte del PNV por recuperar margen de maniobra y reubicarse en un terreno de firmeza democrática. Los nacionalistas tratan de soltar lastre después de meses de desgaste y confusión, de decir que no volverían más al modelo de Ajuria Enea, de asociar mediante hechos consumados paz con construcción nacional y de perder aliados. Sus reflejos tardíos son el producto de sus contradicciones internas. El PNV cometería por eso una equivocación histórica si convirtiera la marcha del sábado en un nuevo acto de desagravio al lehendakari.

Pero la movilización contra ETA del sábado es también la punta del iceberg de un giro bastante más profundo que hace tiempo viene fraguándose y que tampoco puede simplificarse y ser sometido al reduccionismo mezquino del corto plazo preelectoral. La decisión del PP, anticipada antes de que se conociera el lema, puede perjudicar a la larga su aspiración a lograr la centralidad vasca. Corre el peligro de confundir lo fundamental con lo secundario, minusvalorando gestos necesarios para rehacer una mínima complicidad y abriendo una crisis con los socialistas, innecesaria cuando lo que les une con ellos es bastante más que lo que les separa. Es un disparate trasladar la batalla contra ETA a una deslegitimación del nacionalismo, que puede ser enjuiciado con severidad, pero cuyo concurso sigue siendo esencial para estabilizar a largo plazo la situación vasca. A no ser que se quiera consolidar una guerra de desgaste ideológico de efectos desvertebradores y reproducir frentes radicales y excluyentes que al final supondrían una perversa victoria de la violencia y una desastrosa incapacidad de la política democrática.

 

Breve comentario final.

Luis Bouza-Brey

Leer los análisis de Alberto Surio es siempre un placer: en una situación en la que parece que muchos de los actores en Euskadi se mueven a base de testosterona y odio, la lucidez de Surio es un contrapunto civilizado, necesario y muy útil.

En efecto, en Euskadi cada uno tiene que desempeñar su papel: el PP persigue desbancar al nacionalismo, con la ayuda del PSE y UA, si se hace necesario. Pero el PSE tiene que desempeñar un papel distinto, consistente en presionar para hacer que el PNV vuelva al centro y cambie sus alianzas, distanciándose del rupturismo y el independentismo de la dirección actual de aquél, pero al mismo tiempo tendiendo puentes para una política, posterior a las elecciones, de unidad democrática contra ETA, si el PNV cambia.

Lo que el PSE tiene que eludir son dos riesgos: por un lado, quedar entrampado en experiencias del pasado, que puedan reeditar un gobierno en el que el PSE quede subordinado a los nacionalistas y a su ambigüedad soberanista; por otro lado, subordinarse de tal manera a la política de hostigamiento del PP, que vaya a perder un margen de maniobra y unas relaciones potencialmente positivas imprescindibles para la mencionada política de unidad democrática.

El PSE debe decir no a la política independentista del PNV actual, sí a la defensa de la Constitución y el Estatuto, sí a la unidad de todos los demócratas frente a ETA, y sí a esperar y ver qué dice el pueblo vasco en las elecciones. A partir de los resultados electorales será el momento de decidir que alianzas y coaliciones formar.

Para esta política de unidad democrática y oposición frontal al independentismo, creo que se puede contar claramente con Unidad Alavesa, que puede jugar un papel importante, no tengo claro qué hará IU-EB ---aunque la experiencia, hasta el momento, induce a no contar con ellos---, habrá que ver como evolucionan el PNV y EA, y la alianza con el PP es fundamental.

Pero el PSE tiene que exigir también respeto tanto al PP como a sus locutores mediáticos: los artículos de hoy de Zarzalejos y de los Rios en "ABC" y de Yanke en "El Mundo" son demasiado sectarios y/o desconfiados. El PSE y el PSOE deben enseñar las uñas y no admitir presiones que deformen a la opinión pública. Y tienen que mantener con respecto al PP una autonomía sólo subordinada al objetivo común de la defensa del ordenamiento constitucional y estatutario y a las alianzas necesarias para ello cuando llegue el momento.