'GAME OVER'

 

 Artículo de Ramón Jáuregui Atondo, Portavoz del PSOE en la Comisión Constitucional del Congreso, en “El Correo” del 06/12/2004 

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 Game over'. Fin del juego. Así dicen en inglés para indicar que se acabó el tiempo, que los plazos se han cumplido, que pasamos a otra cosa, para señalar, como en las pantallas de los videojuegos cuando aparece esa expresión, que el juego terminó.

Las reacciones políticas suscitadas al anuncio de Batasuna en Anoeta han tenido este común denominador. En el fondo de los pronunciamientos de políticos y partidos, instituciones y analistas, latía un mismo reproche: ya se acabó el tiempo de las ofertas equidistantes y de sofisticadas propuestas negociadoras, dedicadas a envolver y a ocultar lo único que se espera y no se dice: el rechazo a la violencia. Con mayor o menor énfasis, todos expresaron su profunda decepción por la insuficiencia del anuncio, larga y ceremoniosamente preparado.

Personalmente no sufrí decepción alguna porque no esperaba nada. Mejor dicho, esperaba precisamente esto, un juego malabarista, una maniobra de distracción, un capotazo de adorno. Ni siquiera un paso corto, aunque insuficiente, como lo calificaron muchos. He dejado de creer en toda esta ciencia interpretativa de la izquierda abertzale que nos conduce a interminables y esotéricos debates sobre las pulsiones políticas de ETA y Batasuna hacia la democracia. Nos han engañado demasiadas veces como para que siga confiando en una voluntad de paz que realmente no tienen. Creo ver con suficiente claridad su juego como para que pueda seguir pecando de ingenuo.

Reconozco que a mi alrededor, incluso en mi propia casa, en mi propia familia, sigo oyendo proclamas por el diálogo. Son conocidas las argumentaciones de quienes sinceramente creen que hay que facilitar el abandono de la violencia distendiendo y desarmando dialécticamente los 'argumentos' victimistas de su entorno, y en tal sentido proponen abiertamente legalizar a Batasuna y acercar a los presos. Escucho con frecuencia esa especulación tan sugerente de que ahora, más y mejor que nunca, PSOE y Batasuna pueden pactar lo que se niega al PNV, a cambio de la paz. Incluso recientemente se ha propuesto la posibilidad de un ultimátum a ETA que permitiera conocer las posibilidades reales del final de la violencia terrorista.

Quizás me equivoque, como nos hemos equivocado todos en este asunto, pero, en mi opinión, las cosas no son ni tan claras ni tan fáciles y desgraciadamente tenemos que asumir un largo proceso de desaparición de ETA en una dialéctica compleja y contradictoria y desde luego no exenta de violencia. Dicho alto y claro: ETA y Batasuna no van a renunciar al efecto presión que ejerce la violencia sobre la democracia española y sobre la conciencia electoral de los vascos. No están dispuestos a que su historia, con toda su carga trágica y épica a la vez, se quede en nada. Incluso en un escenario bastante previsible de una ETA declinante y en proceso irreversible de desarticulación y desaparición, mantendrán la amenaza de la violencia largo tiempo, en busca de una negociación política de calado.

Éste es el juego y los que no lo quieren ver es que son unos ingenuos o, lo que es más frecuente, quieren ganar con la partida. Veamos el asunto a la luz de la experiencia y de otros procesos semejantes.

Si miramos atrás y analizamos lo ocurrido en las distintas etapas de negociación o diálogo con ETA, dos conclusiones destacan. La primera es que ETA jamás ha negociado en el sentido político de la palabra, es decir, pactar cediendo. Ni en Ginebra con Martín Villa, ni en Argel con Vera, ni en Santo Domingo, ni en las cárceles francesas o en Zurich, con los enviados de Aznar. ETA nunca ha estado dispuesta a renunciar a nada y ha sostenido invariablemente una idea milenarista y quimérica de un Pueblo Vasco oprimido por Francia y España con derechos ancestrales a ser un Estado independiente, reunificado y euskaldun. La segunda es que en varias de esas ocasiones y principalmente la última, la tregua que acompañaba a la negociación era falsa y servía de coartada a la reorganización de la banda terrorista. Nunca olvidaré que la furgoneta que explotó para matar a Fernando Buesa y Jorge Díez en febrero de 2000 había sido robada en Tolosa en plena tregua de 1999.

Se dirá que, en estos momentos, la situación de ETA es completamente distinta y que es muy verosímil que, conscientes de su debilidad operativa, podría resultar más factible una negociación del fin de la violencia. Pero también aquí debemos remitirnos a los hechos. Los documentos de ETA de antes de la caída de su cúpula, a primeros de octubre pasado, son concluyentes. El vídeo que envió a 'Gara' el 'gudari eguna' era todo un clásico de amenazas, envuelto en la retórica acostumbrada de un pueblo vasco condenado a luchar, con ETA en la vanguardia, de una violencia inevitable. Los comunicados conocidos después de esas detenciones insisten en lo mismo y, por si cupiera alguna duda, pequeños atentados, bombas al fin y al cabo, han tenido lugar los últimos días, incluso, con evidente intención, la víspera del esperado anuncio de Batasuna en Anoeta, para dejar claro que en las armas mandan ellos y que, como siempre, los debates internos de la izquierda abertzale se acaban cuando hablan las pistolas. Curiosamente observamos, además, un recrudecimiento de la 'kale borroka' contra el PSE-EE.

En Irlanda, hace más de diez años que el IRA decidió transformar su lucha terrorista en política y, cuatro años después de que se constatara la ausencia de violencia y la seriedad de esa decisión, se firmaron los Acuerdos de Viernes Santo de 1998. Pues bien, siete años después de iniciada la andadura autonómica norirlandesa, todavía siguen latentes las amenazas y las dudas. De hecho, llevan un año largo con las instituciones autonómicas suspendidas desde Londres, porque persisten las actitudes paraviolentas y porque la entrega de las armas no se ha producido todavía.

¿Qué enseñanza podemos obtener de estos hechos? Una bien sencilla: la subcultura violenta que busca ventajas del terrorismo, aunque sea en la fase de su abandono, sigue presente mucho tiempo. ¿Alguien tiene dudas de que si ETA y Batasuna iniciaran un proceso semejante -y conviene recordar otra vez que estamos en las antípodas de eso- no mantendrían una dialéctica semejante para obtener ventajas políticas? ¿Es que hace falta recordar cuáles han sido siempre las manifestaciones de ETA sobre la negociación y la paz, indicando que la violencia «quedaría suspendida para garantizar el cumplimiento de los acuerdos»?

Pero pongamos que estoy equivocado. Haciendo caso a los que nos recomiendan ser valientes y negociar la paz, ahora que ETA está derrotada policial y políticamente y ahora que Batasuna plantea «un proceso negociador», yo les pregunto: ¿Cuáles son las condiciones políticas que estamos dispuestos a ofrecer? Porque quienes así se manifiestan deberían añadir a continuación cuál es su precio, porque todos sabemos que lo tiene. ¿De qué se trata? ¿De la autodeterminación para el Estado Libre Asociado? ¿De un referéndum que incluya a Navarra y soslaye la abrumadora opinión de los navarros para desvincularse definitivamente del País Vasco? No es el momento de reiterar la negativa democrática a toda negociación con ETA. Baste recordar que aunque sólo sea por respeto a quienes han muerto defendiendo unos valores y un orden democrático, el Estado no negociará con sus asesinos.

Es mucho más fácil. Se trata de reiterar, una vez más que para legalizar a Batasuna no hace falta cambiar las leyes, porque aceptamos esa opción política plenamente si rechaza y condena la violencia. Se trata de reiterar, una vez más, que el diálogo político es posible, pero en el Parlamento y sin violencia. Es posible todo, siempre que sea en paz y en democracia. Incluso puede ser que los presos no sólo estén cerca sino muchos de ellos en casa cuando la sociedad española perdone, porque acabó la violencia.

Es muy sencillo. Basta que sepamos que quieren parar y que tengamos la constancia del cese de la violencia. Pero mientras esto no ocurra las reglas de la democracia son claras. Desarticulación de la banda mediante la cooperación policial de Francia y de todo el mundo. Unidad política del sistema democrático español para no ceder jamás al chantaje terrorista y expulsión legal e institucional del entramado político de la banda.

Ya pasó el tiempo de querer engañar con falsas mediaciones, con extrañas fases de interminables procesos de negociación. Con alambicadas propuestas en las que siempre falta lo mismo: la condena y el rechazo a la violencia. Ese juego acabó: 'Game Over'.