¿NO HAY QUIEN LO PARE?



 Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 26.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

El clamor de la protesta contra la política de rogado pacto con el terrorismo ponía sordina al eurodisparate del Gobierno con la contraopa alemana sobre Endesa: operación no pactada que había cambiado el escenario. Un tinglado dispuesto a todo gas por el catalanismo a través de La Caixa. ¡Menudo lío! Usar el BOE como un martillo pilón para machacar la contraopa alemana sobre Endesa. Un episodio de arbitrariedad como ése, aparte de traducir una bronca fenomenal en el Consejo de Ministros —de la que se podría haber derivado la dimisión del vicepresidente Solbes, por su choque con el titular de Industria, en funciones de comisario político del tripartito catalán—, tiene proyecciones sombrías sobre Bruselas. Esas maneras de hacer contra la seguridad jurídica, cambiar el reglamento en medio del partido, son maneras bolivianas. Como ésa, conocida el sábado, de querer empapelar al presidente de la filial de Repsol que opera allí, como participada al 50 por ciento, por supuesto “contrabando” de petróleo.

Dirá el presidente Rodríguez que quien manda es él, pero lo más cierto es que el timón que llevó al último despropósito está en las manos del que fue alcalde de Santa Coloma de Gramanet y ahora entiende que el Gobierno de la Nación es, mutatis mutandi, como el de un ayuntamiento cualquiera de los que mueven a fustazos a los contratistas durante las treguas de la cultura del tres por ciento. Pero en Endesa, ante los accionistas constituidos en Junta General, ha sido su presidente, Manuel Pizarro, quien ha dicho que allí mandan ellos. Y que ellos tienen su propio proyecto, al margen de OPAs.

Era impensable desde la reinstauración de la democracia en España, tanto en los gobiernos de la UCD, como en los del PSOE y los del PP, un despropósito político como el que cursa, en todos los órdenes, con el enloquecido Gobierno de José Luis Rodríguez. Ahora es el mercado lo que, a propósito de la OPA de E.ON, esta Moncloa se pone por montera, llevándose por delante la propia normativa europea. Antes hizo lo mismo con la Ley de Partidos y la propia Constitución, con la aventura estatutaria impuesta por el tripartito de Cataluña —que la modifica de modo implícito—, y con la legitimación política del mundo terrorista, al otorgarle la condición de interlocutor para una negociación en la que los nacionalismos carroñean sobre la sangre y la memoria de las víctimas. De no resultar esto tan evidente, el sábado no habría sido por tercera vez un clamor nacional tan masiva protesta: que no fue sólo la de simpatizantes, votantes y afiliados al Partido Popular, sino la de toda la España marginada por el pacto parlamentario que sostiene a Rodríguez, incluidos, por necesidad estadística, muchos simpatizantes, votantes e incluso militantes del PSOE.

La enormidad de los desafueros ha dejado de ser sólo percepción española para constituirse en anomalía europea. ¿Verdaderamente será incapaz el PSOE de pararle los pies a este desatinado presidente, que está en la Moncloa por un rebote de segundo grado (primero, por causa de una crisis de liderazgo en su partido, y después por el cataclismo preelectoral del 11M), que le dotó de los mínimos necesarios para gobernar, pero no de la mayoría suficiente para hacerlo desde una perspectiva y una ambición nacional? Ha dicho Felipe González, en términos obviamente acusatorios para el PP, que hay que apoyar la política antiterrorista del Gobierno aunque esté equivocada, pero ¿acaso hay una política antiterrorista?, ¿cabe llamarla así a una ejecutoria como la presente?

Lo que no se acaba de decir ni se quiere reconocer es que la naturaleza del terrorismo de ETA es la propia de una guerra civil de baja intensidad y foco variablemente fraccionario, pues no sólo bate en el ámbito vasco —con la sangre, la extorsión y los estragos en las libertades y la propiedad—, sino que, puntualmente, se proyecta sobre el resto de España, exceptuada Cataluña desde los pactos de Carod-Rovira, en Perpiñán, con los etarras. Esos pactos de Carod son el paradigma de Rodríguez.