NO HABRÁ PAZ SIN VICTORIA

 

 Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 05.01.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

El formateado es mío (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario a pie de título:

 

POR ESO NO CAMBIARAN  SUS POLITICAS

Luis Bouza-Brey,  5-1-07, 0:30

 

A mi juicio, este es el análisis correcto. No cambiarán porque van contra la Constitución, porque van contra España, porque prefieren la Tercera República, porque van contra la "derecha extrema", porque constituyen un "bunker" ideológico anacrónico y resabiado. Porque su ideal estratégico es el del Frente Populista y la supresión de la alternancia. ¿No quedan demócratas ni socialistas en el PSOE?

 

Nos han robado la democracia, nos están robando el país y nos quieren robar el futuro. Y excepto una minoría, el pueblo no se entera.

 

Nunca habrá paz sin victoria si a la parte que hace la guerra no se la quiere derrotar sino convencer. Así fueron siempre las cosas cuando se descartaba que la rendición al beligerante fuera opción válida y legítima.

Extraña sincronía la de la reaparición casi simultánea en la T-4 del presidente del Gobierno (que vacaba en Doñana, mientras su partido y su Gobierno decían y sostenían lo contrario de lo que él había dicho y sostenido) y de los coches bomba de los asesinos (amonal, mecha y furgoneta), en una calle de Durango/Cañaveras, cuando el otro transporte hacía cinco días que había llegado a su destino.

Parecía probar este hallazgo policial —también relacionado con el de los zulos con los que ETA preparaba su declaración de la ruptura de la tregua— la insistida preferencia etarra en la logística redundante para asegurar sus atentados. Probaba la declaración presidencial la contumacia en el sostenella y no enmendalla, puesto ¿a qué puede saber y sonar a estas alturas del proceso político nacional eso de que “la energía que tengo para alcanzar la paz es hoy mucho mayor?

La bomba del Duranguesado rubrica la evidencia de que el atentado de la T-4 no fue obra de unos etarras sin control de sus jefes, sino que resultó de un propósito estructurado de éstos, tanto en lo concerniente al rompimiento de la tregua para las prácticas terroristas de alta intensidad, como en lo que se refiere al grado de menosprecio hacia sus mandatarios para la negociación: el equipo de Perpiñán —Ternera y otros eméritos de la Banda— y los batasunos, por su fracaso en la fase “política” de la guerra revolucionaria.

Sólo en Cataluña se sostiene la tregua etarra. La razón es clara: ERC, el partido independentista catalán, con su compartido anti-españolismo, se capitaliza políticamente con la observancia rigurosa del alto el fuego. Para Cataluña se reconoce una paz que está conceptualmente emparentada con la que busca el presidente del Consejo, y por la que no ceja en su determinación. Es la paz de Carod Rovira la que persigue el responsable del Gobierno de España.

Por motivos tan manifiestos ha dicho Rodríguez lo que ha dicho y ha omitido pronunciarse sobre lo anunciado por su ministro del Interior, en el sentido de buscar otro consenso parlamentario sobre ETA, y en lo que respecta al estado del muy kafkiano “proceso de paz”, que implícitamente insiste en considerar suspendido y no roto. La doctrina Rodríguez es la doctrina Carod: confederalismo al precio que sea. Algo que de ninguna manera cabe en la Constitución.

Cuando Rodríguez habla de paz está pensando en el cambio confederalista de la Carta Magna. Algo que en parte coincide con las exigencias etarras y que en todo satisface a los nacionalismos convencionalmente entendidos como democráticos. De ahí que lo manifestado en Barajas puede excluir toda posibilidad de su comparecencia a corto plazo en el Parlamento, pues ni quiere apearse de su ambigüedad sobre el estado del proceso de marras ni quiere en definitiva otro consenso que el definido en el Pacto del Tinell. Éste más que excluir al Partido Popular, excluye toda idea de España integrada, a la que responde la Constitución de 1978, y en la que existe ese federalismo objetivo en que el autonomismo consiste, pero en la que no cabe el confederalismo ambicionado por los nacionalistas de toda condición.

Se debe insistir. No es preferentemente la paz sino el confederalismo lo que Rodríguez persigue, por eso el proceso de la negociación con ETA tiene para él —y para Carod— un incuestionable valor instrumental. Si diera por roto el proceso o pactara con el PP el pacto por las libertades y contra el terrorismo, renunciaría a su inadmisible política territorial; política para la que no tiene mandato. Ni él ni las actuales Cortes, que no fueron convocadas ni elegidas como constituyentes.

Luego del discursito de ayer en Barajas, además de estupefactos, quedamos sumidos en la confusión política. Lo único claro es que frente al terrorismo no cabe la paz sin victoria. La negociación con ETA, como se demuestra por Barajas y por Durango, es un imposible moral y metafísico.