EUROPA VIEJA Y LA VIEJA EUROPA

Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 19 de abril de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

En su pertinaz discurso para tontos con que nos obsequia a todos los españoles -a los demás y a los de su propio partido-, el presidente Rodríguez acaba de regalarnos, a todos, dos verdaderas perlas de las que entusiasmaban al pirata Sandokán. Una pertenece a las conchas de la política nacional, al convertir en mérito patriótico el sobrevenido problema de estabilidad parlamentaria derivado del enojo peneuvista por el rechazo de López a la alianza con ellos, que pretendían así prolongar de nuevo, como con Ardanza, el sabinato en la gobernación de las Vascongadas.

La incomodad parlamentaria sobrevenida por ello, dice y resulta de su empeño por vertebrar España. A buenas horas mangas verdes. Aquí nadie se acuerda del estado de limbo, aparcado en la sala de espera del Tribunal Constitucional, en que se encuentra el Estatuto de Cataluña. Algo que alentó y propició haciéndolo poco menos que propio. Algo que es el empeño mayor entre todos los habidos en nuestra Historia Contemporánea para la desvertebración española. El fracaso del pirómano -el enredarse en su confusión estratégica y en sus torpezas logísticas-, lo ha presentado Rodríguez en Ferraz como mérito bomberístico y hazaña de apagafuegos.

La Anabasis y todos los demás regresos hacia la línea del patriotismo, tras la expedición confederalista emprendida en su primera legislatura, comenzó con el membrete de "Gobierno de España" y discurre ahora, tras del fiasco de la negociación con ETA, con la venta de lo nacional como panacea para las elecciones. Al tiempo que se utilizan, las convocadas para el Parlamento Europeo, como circo político frente a la catástrofe económica.

La otra perla del collar es la que se ha pescado en el arranque de la campaña para los comicios europeos, a propósito de la Europa Vieja y de la Vieja Europa, como marco de las atribuidas responsabilidades a los Gobiernos de Aznar en sus enfrentamientos de los arrumbados Chirac (a propósito de Pesrejil) y Schröder con la Administración republicana de Bush. Ese binomio, constituyente del último eje franco-alemán -más allá de los errores en que incurrió con Iraq la Norteamérica atacada por el terrorismo islamista en el 11S-, era mucho más la representación de sus pactadas y declinantes políticas personales, que la genuina representación de la mayoría de los países europeos. Especialmente, además de los del Norte, del Oeste y del Sur, de estos otros de la Europa del Este: que padecieron la Guerra Fría en forma de secuestro nacional. Toda esta Europa no era la Europa vieja, sino la Vieja Europa, a la que también pertenecen, muy primordial y constitutivamente, la Europa de la Francia sarkoziana y de la Alemania merkeliana.

Se trata en todo caso de una Europa atónita ante la peripecia de Rodríguez con el modo de replegar de Iraq a nuestros soldados, de alentar a los demás gobernantes para que hicieran lo mismo, y de volverlos a meter -para acciones de guerra- en el Pérsico. Y junto a eso, la venta como hazañosa operación política del logro de una silla en el G-20, por la mano del ahora traído y llevado Nicolás Sarkozy. Al que, por cierto, no tendrá deslumbrado por el portento de sus capacidades gestoras y de su inteligencia política.