EL PROBLEMA

 

 Artículo de FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS  en “El Mundo” del 10.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

El problema no es que Cataluña esté dirigida desde hace un cuarto de siglo por una casta político-mediática cuya única religión cívica es el victimismo, preferiblemente al contado, y cuya estrategia de partido y de comunidad suele situarse entre el mesianismo y la cleptocracia. Ese es un problema, sin duda uno de los más graves problemas españoles, pero no el esencial. El problema que realmente nos aplasta y que ha acabado por estallarnos como un petardo en las narices en forma de Estatuto de Cataluña es que desde la proclamación, previo referéndum abrumadoramente positivo, de la Constitución de 1978, casi todos los políticos y medios de comunicación españoles han interiorizado como legítimos los mensajes nacionalistas que proclaman la ilegitimidad, desprestigio y marginación de la idea de España y han ido aceptando como un dato de la realidad indiscutible e indiscutido que los ciudadanos españoles no tenían ningún derecho como tales, sino la obligación de ceder siempre, con más o menos presteza o voluntad, ante las ciudadanías nacientes: catalana, vasca, gallega, canaria, aragonesa, andaluza o la que fuera.

La que fuera, obviamente, menos la española, entidad que de puro menguante y venida a menos tenía forzosamente que propiciar otra creciente y venida a más. Y ahí está: es la piafante república catalana de 'Roviretxe' y Maragall, pero que, atención, no nace impulsada por una mayoría libre y decidida -aunque equivocada- de ciudadanos. Eso sería democráticamente respetable y negociable como experiencia temporal, sujeta a una serie de referenda en 30 años. Ni siquiera ha traído ese Estatuto que es un Estado apenas disfrazado esa casta de políticos intercambiables transversalmente unidos por la corrupción y el nacionalismo que sólo se diferencian en cómo culpar a Madrid de todos sus males. Eso sería malo pero quizás remediable. Lo que demuestra que el problema no está fuera de España sino dentro, y que no es de diversidad sin encajar sino de inconsistencia encajada, es que ese Estatuto que no sólo proclama una dictadura nacional socialista de hecho sino que anula la Constitución y disuelve la nación española lo ha traído el presidente del Gobierno de España, con la anuencia del Jefe del Estado y el respaldo incondicional del poder fáctico más importante de la acomplejada España: el imperio mediático de Polanco, tan mezclado con la política que merece ser nacionalista catalán. Yo no sé lo que pasará con el proceso revolucionario abierto en toda España el 11-M y cuyo penúltimo fruto es el Estatuto catalán. Temo que estamos abocados a la independencia primero y a la balcanización y cualquier dictadura después. Pero el problema está dentro de España. Si no se respeta a sí misma, ¿quién la respetará?