GOBELAS AVISA, LA REALIDAD AMENAZA Y ESTO SE HUNDE

 

Artículo de Federico Jiménez Losantos en “Libertad Digital” del 13.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La encuesta de Noxa para “La Vanguardia” en la que por primera vez se produce el “sorpasso” de Zapatero por Rajoy tiene muchas lecturas políticas para La Moncloa, y ninguna favorable para el inquilino. Baste recordar que está hecha en vísperas de la formidable marcha contra la LOE en Madrid, que ha demostrado la profunda robustez del movimiento de rechazo a la deriva de este Gobierno de coalición PSOE-PSC-ERC. Sin embargo, en mi opinión, difícilmente reducirá el acelerón de ZP hacia el abismo del Estatuto catalán, arrastrando consigo a la Nación y al régimen constitucional del 78. 

 

Julián Santamaría, catedrático y ex embajador en Washington en la primera legislatura felipista, persona de absoluta confianza de Felipe González (diría incluso intimidad, si los políticos fueran capaces de esa emoción humana tras la experiencia monclovita) se distingue por su fidelidad berroqueña a la secta progre (o sea, que no se distingue) pero, por lo general, no manipula o “cocina” más allá de lo razonable las encuestas de su empresa Noxa, que desde hace años realiza para el periódico del Conde de Godó. El mismo, sí, que con Zeta y contra sí mismo perpetró el “antenicidio” para Polanco en 1992; y cuyos luctuosos fastos tratan de reeditar trece años después con el “copecidio”. 

 

Esto significa que ZP interpretará la encuesta como un aviso de Gobelas y el felipismo clásico a su entrega incondicional a Maragall, a Rovireche y a ese estatuto que, cuanto más conozca la ciudadanía, más rechazo cosechará entre el grueso de los votantes españoles. Gabilondo, que se ha quitado la toca de Sor Iñaki de Calcuta para rivalizar con Fernández de la Vogue en el papel de Cruella de Ville del zapaterismo, diría que el sector ilustrado del felipismo ha propinado una “reprimenda” al Presidente donde más les duele a los políticos, que es en las encuestas, traducidas automáticamente en  expectativas de Poder. No es el primer aviso del felipismo clásico en ese sentido. Basta recordar el análisis de Solchaga en “Cinco Días” o del mismísimo Vicepresidente Solbes contra el Estatuto catalán en sus aspectos económicos, que, por otra parte, no son peores que los políticos sino concordantes, redundantes y ruinosamente letales para un partido español, aunque sólo lo sea por implantación electoral. Pero una encuesta “gobelasiana” en “La Vanguardia” es mucho más seria que un editorial solchaguino. Traduce preocupación y llama a la reflexión y, si fuera posible, a la rectificación.

 

¿Rectificará Zapatero? Esta es la gran cuestión. A mi juicio, no. En parte por algo que en la propia encuesta queda también claro: el PSC mantiene sus posiciones en Cataluña y pese a la leve subida del PP (que por el voto oculto de esa aterrorizada sociedad bien podría ser mayor, pero no para darle la vuelta al mapa electoral) el bloque separatista de fondo (CiU, PSC, ERC, IUV) se mantiene casi incólume. Con ZP en la Moncloa o sin él, porque lo votado en el Parlamento catalán ya no hay quien lo desvote. Montilla, desde luego, no. Si Maragall estaba contra las cuerdas, él está contra la pared. Vengan, pues, señeras para tapar sus debilidades económicas y cubrir sus vergüenzas políticas. Pero ambos se refugiarán en el bunker mediático de Barcelona, cerrarán la COPE si ZP les da luz verde y, como Companys en 1934, proclamarán la República Catalana dentro del Estado Federal  español, sea lo que sea ese engendro. Lo que sea, antes de dimitir.

 

Y en parte también por la estrategia última de Zapatero, que es la diseñada por Cebrián en aquel libro de entrevistas entrevistadas con González: se trata de rectificar la Transición, cargarse la Reforma para entronizar la Ruptura (con o sin Corona) y hacer de la Derecha sociológica y política lo que hizo la masonería mexicana con los católicos bajo el PRI o la masonería española en la II República: el rehén y la coartada internacionales de un régimen aparentemente democrático pero donde se persigue sañudamente la libertad y se proscribe implacablemente la alternativa. Alberto Recarte, en su último y escalofriante análisis sobre la estrategia última de ZP advierte de algo muy probable, por no decir ineluctable: incluso perdiendo las elecciones, la estrategia de secesión disimulada de Cataluña, a la que durante la discusión del Estatuto se sumaría el País Vasco de la mano de ETA,  haría absolutamente ingobernable España para el PP, incluso consiguiendo la mayoría absoluta. Eso, que parecía imposible hace un mes, hoy ya no lo es tanto. Y según la encuesta de Julián Santamaría, puede ser hasta probable.

 

Pero los datos objetivos del análisis de Recarte están ahí y, aunque caben distintas interpretaciones, no hay quien los mueva. Podría cambiar la incondicionalidad polanquista de apoyo a ZP y los separatistas. Podría cambiar la abierta colaboración de la Corona con el PRISOE y su animadversión contra los medios de la Derecha, o, al menos, disimularla. Sin embargo, el Estatuto catalán habría sido votado en el Parlamento catalán. Gracias a Zapatero, sí, pero votado. Y además habría sido respaldado por el Presidente del Gobierno, antes —en las elecciones autonómicas—, durante —cuando convenció a Mas de que la Generalidad sería suya—; y después —en ese trámite a admisión parlamentaria donde meses antes había vetado el Plan Ibarreche—. El compromiso personal y político de Zapatero con la voladura del régimen constitucional no tiene, aparentemente, marcha atrás. Incluso si arrastra al PSOE al precipicio, en el precipicio estamos todos; menos Polanco y Cebrián. De momento, claro. Al final, también ellos se hundirán en este abismo que han abierto deliberada, criminalmente, bajo los pies de España. Flaco consuelo bajar al Hades en tan detestable compañía.