LOS DOS PROBLEMAS

 

 Artículo de Federico Jiménez Losantos en “El Mundo” del 06.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Aunque siempre resulta más entretenido criticar que proponer y satirizar que comprender, hay algunos elementos ideológicos que en esta derecha tan acomplejada y cosmética empiezan a brillar por su ausencia y, a mi juicio, deben incorporarse cuanto antes al programa electoral del PP, a ver si en lugar de discutir sobre el millón de votos de presunto centro, se hace con dos o tres millones de votantes nuevos. Para ello habría que salir, naturalmente, de los lugares comunes que arrastra la clase política desde la Transición y que tan astutamente rentabiliza Arriola. Y partir de una constatación: la España actual se parece muy poco, sociológica, ideológica y políticamente, a la España en que hemos nacido la inmensa mayoría de sus habitantes.

Si pensamos que Madrid, la comunidad más próspera, tiene un 15% de la población empadronada que ha nacido fuera de España (un millón de seis, más los miles y miles de ilegales) y que se ha avecindado en nuestro país hace menos de una década, se comprenderá la magnitud del cambio. También la dificultad de adaptar los partidos políticos a la nueva situación, o, como les gusta decir a los cursis en politiqués, a los nuevos retos.

El principal problema que tiene España es el de toda Europa: la crisis del sistema representativo. El descrédito de la política en general y de los parlamentos en particular es un hecho no irreversible, pero sí creciente. Por supuesto, hay nuevas vocaciones, y en el PP la entrada de nuevos valores es notoria, pero no se trata sólo de cambiar las caras, sino también la forma de hacer política. En la derecha, quitarse el complejo ante los progres es tarea inaplazable, acaso la fundamental. Pero la forma de hacerlo es desarrollar un discurso coherente sobre la inmigración, el gran cambio español en los últimos años.

Hasta ahora, el PP ha criticado acertadamente los dislates del PSOE, desde el papeles p a tós hasta la calderada regulatoria, pero no ha desarrollado iniciativas de integración coherentes a nivel nacional. En comunidades como Madrid se hacen milagros, pero una política de integración debe hacerse a escala nacional para ser eficaz. Y la clave, por cierto, es justo lo contrario de la monserga multiculturalista. Hay que conseguir que los inmigrantes y sus hijos se identifiquen con España; y el futuro de sus hijos con el de nuestra nación; y sus libertades con el sistema representativo, y su educación y su seguridad con las de todos los españoles.

La inyección de fuerza que la inmigración ha supuesto para la economía debe hacerse extensiva a la política, y eso pasa por integrar, integrar e integrar. Eso sí: desde la exigencia, el esfuerzo, la propiedad y la libertad típicas de toda inmigración leal. Quizás esa lealtad nacional sea la clave de la España futura. Y, la verdad, la veo más en muchísimos inmigrantes que en no pocos indígenas.