MENOS MENTIRA Y MÁS VERDAD
Artículo de Pedro Juan-Viladrich en “La Gaceta” del 31 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
¿No es
un sarcasmo intolerable, un desprecio a la buena fe de la ciudadanía, que en
nombre de la responsabilidad se prorrogue el Gobierno de un irresponsable?
Pues
eso es lo que ha ocurrido en nuestro Congreso. Por “responsabilidad” con la
patología de las cuentas públicas españolas es el argumento básico con que han
justificado su abstención CiU y también UPN y CC. Con esa abstención tan “responsable”
se consigue que continúe el Gobierno más irresponsable o “culpable” del
desastre. El argumento de los abstemios es, como toda “media verdad”, una
mentira ladina que introduce más corrupción en nuestro sistema político y más
desconfianza entre la ciudadanía. Lo que oculta Duran i Lleida, aunque es
secreto a voces, es que tienen previsto un argumentario
electoral para la próxima campaña autonómica a la que viene de perlas tener al
desacreditado Zapatero en La Moncloa y que, esperando ganarlas aunque no saben
por cuánto, prefieren un Gobierno español débil, necesitado de oxígeno,
dispuesto a dar lo que CiU exija: montillas, dineros y Estatut.
Lo que no dicen los de UPN es que allí gobierna el centro derecha gracias al
consentimiento de los socialistas locales, en evitación de que éstos pacten una
mayoría parlamentaria con Nafarroa Bai e IU y les echen del Gobierno foral. Para evitarlo, UPN
rompió con el PP y hace algunos favores en el Congreso al Gobierno Zapatero. Lo
de CC es tan pobretón como el chocolate del loro.
Sabiéndolo
como lo sabe, Rajoy pudo hacer oídos sordos a los múltiples consejos a favor de
que se abstuviera y, con gran tranquilidad, optó por oponerse. ¿Por qué? Porque
nadie quiere asumir el terrible marrón en que se ha convertido la economía
española. Que los escombros se los trague Zapatero. Y entre los marrones más
peligrosos, el de la urgentísima reforma del mercado laboral. Que sea Zapatero,
tan ufano de ser adalid progresista, quien se las entienda con los actuales
sindicatos y sus dirigentes, tan “modernos” de ideas y métodos, y con su
amenaza de incendiar la paz social. Hay que reconocerle, sin duda, a Duran, una
insólita lucidez y una atractiva retórica. Váyase –le dijo a Zapatero–, que su
tiempo como presidente ha terminado, pero no “ahora”, sino a comienzos del
próximo año…, una vez hechos ciertos “deberes”, es decir, tras la reforma del
mercado de trabajo y una vez CiU –sin Montilla y compañía– esté instalada en la
Generalitat. Hechos esos deberes, si es que los hace como queremos, CiU verá si
le conviene aprobar sus Presupuestos Generales del Estado. Te tenemos cogido
por los dídimos: de rodillas o te echamos al despuntar 2011.
Vengo
diagnosticando desde hace mucho tiempo que el cáncer mortal que aqueja a España
es la entronización de la mentira, como concepto y método de la res pública. Un
ejemplo: España es como un paciente, aquejado de una muy grave enfermedad, en
manos de un matasanos con su equipo de curanderos e intrusos. El matasanos
(obviamente Zapatero) nunca tuvo los conocimientos médicos oportunos para
hacerse cargo del paciente. Pero, ambicioso de poder, suple su incompetencia
con ideología y propaganda, es decir, con ese tipo de artimañas con las que
Rasputín tenía seducidos a los Romanov. ¿Dimitirá o
adelantará elecciones? Ni lo sueñen. Ese tipo de matasanos curanderos viven de
engañar al paciente, siempre con falsas esperanzas de curación en un próximo
futuro. Ni siquiera la salud –que no pueden conseguir– les interesa. Lo que
buscan es mantenerse vampirizando psicología y bolsillo del perpetuo enfermo.
¿Cómo lo consiguen? Introduciendo al paciente en una atmósfera
mágico-ideológica, apartándole así de la percepción normal de la realidad,
aislándole de quienes podrían abrirle los ojos. Mintiéndole por sistema. El peor
legado de Zapatero no es su abrumadora incompetencia y frivolidad, sino su
natural mendaz y falso. Esa mentira sistemática es corrupción en estado
químicamente puro y causa un efecto corruptor no sólo en el sistema político,
sino en todas las áreas de la vida social.
El
paciente –España y su sociedad civil– tiene su cuota de responsabilidad en esta
corrupción. La instalación sistemática de la mentira en la res publica no la inaugura Zapatero. Se la hemos consentido a
Gobiernos de izquierda y de derecha, a González y a Aznar, aunque –es justo
reconocerlo– su mayor aptitud alivió la atmósfera de mentira que en Zapatero es
naturaleza y currículum. Pero, como pacientes, también nosotros nos hemos mentido en los negocios, en la codicia y frivolidad de
vivir por encima de nuestras posibilidades, en la idolatría del dinero, en el
desprecio a la excelencia moral, al esfuerzo y disciplina profesionales con
rentabilidades más justas. Nos ha sido más cómodo dejar de atender, con tiempo
y más tiempo, las necesidades de la educación de nuestros hijos. Hemos perdido
autoridad moral y ascendiente sobre ellos por omisión o por nuestra vida
inconfesable. Somos cómplices de un sistema educativo débil, sin exigencia ni
valores, tan neutro que no obligue a mirarnos al espejo. Nos hemos mentido en el escándalo y tragedia del aborto. Nos hemos
falseado al consentirnos, como avance, la fractura de tantos matrimonios y
familias, diciéndonos que no pasa nada. El paciente ha acabado por preferir
curanderos, falsos profetas de una progresía vacía, porque le era más cómoda
esa caterva que la medicina realista y, en caso necesario, la cirugía. Estamos
en una encrucijada. Es más profunda que la sustitución de Zapatero. El paciente
–que somos todos nosotros– debe elegir entre la cultura de la verdad o la de la
mentira. Y si, por ser la única vía para curarse, opta por más verdad, entonces
la sociedad civil española debe gritárselo y exigírselo alto y claro a sus
representantes políticos.
*Pedro-Juan
Viladrich es catedrático de Universidad y
vicepresidente del Grupo Intereconomía.