PARANOIAS
Artículo de Jon Juaristi en “ABC”
del 14 de febrero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
En El País
del pasado viernes, Gregorio Peces-Barba denunciaba una «incesante, dura y
cruel campaña» contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero, mantenida por el
Partido Popular desde que éste fuera derrotado en las elecciones legislativas
del 14 de marzo de 2004. El propio Peces-Barba se presenta como objeto de
descalificaciones y ataques rastreros, por parte de los populares, durante su
etapa como Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo.
Quizá la
tendencia al victimismo parezca un rasgo caracterológico compatible con el
desempeño de este tipo de funciones, por favorecer supuestamente la empatía con
las víctimas reales, pero elevarlo a criterio selectivo no suele resultar
prudente. No lo fue, desde luego, en el caso de Peces-Barba, que, al poco de su
nombramiento y con ocasión de un homenaje a Carrillo en su nonagésimo
cumpleaños, ya andaba estableciendo distinciones entre buenos (la izquierda) y
malos de solemnidad (la derecha), sin pararse a pensar que una gran parte de
las víctimas del terrorismo de ETA eran gentes de derecha. Y eso, concediéndole
a don Gregorio el beneficio de la duda, porque muchos sospecharon entonces, y
con motivo, que aquel exceso verbal fue una deliberada provocación a un sector
de las asociaciones que su flamante cargo le obligaba a apoyar y defender. Está
claro que a Rodríguez Zapatero le interesaba romper el movimiento de las
víctimas del terrorismo para facilitar así su disparatado «proceso de paz».
Aquel desliz festivo del Alto Comisionado, ya fuera debido a torpeza o a pura
insidia maquiavélica, le vino de perlas al presidente. Las asociaciones que se
consideraron ofendidas reaccionaron, lógicamente, con indignación, y la prensa
afín al Gobierno se apresuró a estigmatizarlas como plataformas de extrema
derecha. En este sentido, Peces-Barba fue, sin duda, el mejor Comisionado que
pudo tener el PSOE y el peor dotado para apoyar a las víctimas y favorecer la concordia
cívica, y es que el Gobierno no quería una cosa ni la otra. Hacerse él mismo la
víctima, a estas alturas, no cambia lo que fue, en su momento, un servicio
eficaz a su partido mediante una chapuza moral que contribuyó a la bronca y a
la división que buscaba Rodríguez Zapatero.
Da la
impresión de que Peces-Barba trata de diluir sus responsabilidades de entonces
en el fantasma de una campaña «incesante, dura y cruel» contra el gobierno de
su partido, que arrancaría del 14 de marzo de 2004. En rigor, tal especie
pertenece al mismo orden delirante que el «golpe de estado» que preparaba Aznar
según Pedro Almodóvar. Lo que sí fue muy real, y comprobable con sólo tirar de
hemeroteca, es la campaña de acorralamiento callejero del PP que los
socialistas y sus aliados iniciaron en la víspera de aquella fecha, jornada de
reflexión previa a las elecciones, en diversos puntos de España. Entre la
muchedumbre que cercó la sede de los populares en la calle Génova no faltó
alguno de los que hoy protagonizan las propuestas gubernamentales de grandes
pactos políticos con la oposición. Al PSOE y, por supuesto, a Peces-Barba, no
les preocupó la hostilidad defensiva -valga decir el cabreo- del PP mientras
contaron con un amplio frente capaz de encerrar a este último tras el cordón
sanitario que reclamaba la farándula. Lo que pasa es que aquella situación se
ha ido invirtiendo aceleradamente, y ahora es un gobierno socialista aislado en
medio del descontento general el que intenta salvar el trasero combinando el
señuelo de los pactos de Estado con la paranoia de las campañas, conjuras y
conspiraciones. O sea, de la peor forma posible.