RECITALES

Artículo de Jon Juaristi  en “ABC” del 27 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El largo carnaval republicano de legislatura y media cede ahora paso a una cuaresma económica

 

EL poeta comunista Marcos Ana se quejaba, el pasado domingo, de la ausencia de representantes del Gobierno en el recital de homenaje a los republicanos fusilados en el cementerio de la Almudena. «Si hubieran cumplido con su deber con la ley de memoria, no seguiría perdurando la memoria de los vencedores», afirmó, refiriéndose a Rodríguez y a sus ministros.

Por supuesto, en ninguna parte perdura nada parecido a una «memoria de los vencedores», del mismo modo que nunca hubo una memoria unánime de los vencidos. El conflicto de dos supuestas memorias colectivas de la guerra civil enfrentadas entre sí fue una ficción creada por el zapaterismo para «hacer de República», como diría Camba, durante seis estúpidos años en los que no sólo han logrado hundir la economía y el prestigio del país, sino también los consensos nacionales alcanzados en la Transición. Ahora parecen haber decidido que la función se termine y que cada cual se apañe como pueda con su memoria propia. No otro es el sentido tácito del escaqueo socialista en las liturgias fúnebres de la apoteosis diferida de la Segunda República. Entiendo que a Marcos Ana, en particular, le irrite esta disolución no anunciada de la parodia de Frente Popular que le ha permitido vivir una tardía gloria oficial de superviviente ejemplar de las cárceles franquistas, y que le angustie la imprevista y repentina soledad frente a los que divulgan una versión muy distinta de sus hazañas bélicas.

No tengo en gran estima la poesía de Marcos Ana y tampoco me gusta Marcos Ana, pero me indigna que le restrieguen desde determinada prensa las acusaciones que se presentaron en su contra ante los tribunales de la Causa General. Cuando Marcos Ana habla de la «memoria de los vencedores» es fácil advertir que se refiere, en primer lugar, a los testimonios desenterrados por quienes hoy le tachan de asesino de retaguardia. Lo más sensato, sin que ello suponga en absoluto avalar a Marcos Ana, sería concederle el beneficio de la duda.

Lo más conveniente para todos, olvidar todas esas viejas y podridas historias de rencor. Pero Marcos Ana no tiene derecho a exigir una cosa ni la otra, puesto que se ha prestado durante los últimos años a servir de mascarón de proa de una infame política de amenazas y hostigamiento a media España. Es más, cabe interpretar sus palabras arriba citadas, sin cambiar una tilde, como la expresión del deseo de que de los vencedores de la guerra civil no quede ni la memoria. De la abundancia del corazón habla la boca y puede uno suponer lo que Marcos Ana esperaba de los socialistas en el gobierno y de su ley de Memoria Histórica.

El largo carnaval republicano de legislatura y media cede ahora paso a una cuaresma económica en la que Rodríguez ha entrado ahorrándose el miércoles de ceniza y abandonando en la estacada a una amplia cofradía de delirantes destrozonas como Marcos Ana. Sinceramente, creo que lo mejor es no hacerles caso y dejar que se cuezan en sus recitales necrófilos, pues sólo han sido un efecto secundario de la empecinada voluntad que el actual presidente y sus gobiernos han puesto en cargarse el sistema desde arriba, apelando a las ilusiones revanchistas de los resentidos.