BOLEROS

 

 Artículo de Jon JUARISTI  en  “ABC” del 28/11/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

No se le puede negar a Chávez un innato sentido del ritmo. Fascinado por el terremoto guajiro de sus caderas, Rodríguez perdió el aplomo y la rueda de prensa conjunta de caudillo y presidente derivó hacia un guateque vacilón. Nadie contaba con el bolerazo que traía el invitado en la sobaquera y menos que nadie el anfitrión, incauto rey de la selva que nunca pisó la veredita tropical. ¿Cómo habría reaccionado a las primeras notas salseras su tocayo venezolano, alias el Puma? En materia musical, nuestro conocido cantante José Luis Rodríguez el Bambi sólo parece dominar ese compás de compasillo que esboza en sus discursos, la zurda sepultada en honda faltriquera mientras la diestra acciona compulsivamente una batuta imaginaria (como en apacibles veladas leonesas de mesa camilla, con la familia gorjeando la Internacional en torno al Solfeo de los solfeos del maestro Eslava). Pues bien: el repentino frescor de los limones salvajes del Caribe sumió a Rodríguez en un terror sagrado. Dejó que el bolerista foráneo se hiciera con el escenario y él se retiró balbuceando vagas promesas para salir del apuro, como hace siempre José Luis Rodríguez, el Bambi. O sea, José Luis Rodríguez, el Zombi. Quizá el artefacto más previsible del planeta.

LA madre de la vaina, como dicen en Maracaibo, se encontraba en otra parte. Rodríguez tiene algún defecto de fabricación (a estas alturas hay que ser pero que muy lameculos para obstinarse en ignorarlo). Sin embargo, adolece de iniciativa autónoma para el suicidio cotidiano. Necesita de un maestro shaolín que lo conduzca cada mañana al borde del precipicio y le invite a sobrevolar desde allí las cumbres de la historia. Como Dios los cría, ha terminado por encontrar en Moratinos la horma exacta de su zapato. Todos sabemos que Moratinos es un genio. Nos lo han estado repitiendo durante los años de su fecunda labor de mediación pacificadora en Oriente Medio, cuyos resultados están a la vista. Desde abril, buscando mayor espacio para sus hazañas, se ha esforzado en sacar partido mundial de su pasada experiencia. Sobre todo, a Moratinos le chiflan los pretorianos, ya sean venezolanos, cubanos o palestinos. En el ideal multilateralista del ministro de Exteriores sobrevive la nostalgia progre de los países no alineados, aquellos laboratorios de los socialismos nacionales donde, en teoría, se iba a fraguar la verdadera democracia integral, inseparable de la nivelación económica, y que acabaron, sin excepción, convertidos en satrapías arruinadas bajo dictadores que culpaban de sus chapuzas más o menos sangrientas al chivo emisario por excelencia: los Estados Unidos.

MORATINOS ha conseguido que el antiamericanismo, esa reliquia cochambrosa del izquierdismo de la guerra fría, adquiera la condición de ideología dominante en el nuevo socialismo español. Una ideología que ha dado a la política exterior del Gobierno de Rodríguez la coherencia maniquea de sus primeros siete meses, plasmada en la aproximación a los países de la Liga Árabe, a Cuba y a Venezuela -lo que ha implicado una generosa tolerancia con regímenes totalitarios y autoritarios de toda laya, apenas edulcorada por la esperanza ilusoria de una democratización milagrosa- y en la desafiante retórica antiamericana (y, por qué no decirlo también, en un antisionismo no disimulado). La acusación retrospectiva al Gobierno de Aznar de complicidad en el golpe contra Chávez no es un desliz menor de Moratinos, sino, por el contrario, un elemento indisociable del programa de confrontación universal entre la futura Internacional multilateralista (potencialmente socialista en el delirio conjunto de Moratinos y Rodríguez) y los Estados Unidos y sus aliados (Israel, los liberales europeos y los laboristas británicos). Moratinos, un leninista rezagado que teme el choque de civilizaciones pero añora el de sistemas, no tiene interés alguno en mejorar las relaciones de España con la América de Bush. Y Rodríguez, en consecuencia, tampoco. A este paso, ambos, presidente y ministro, con tanta carantoña imbécil a los tiranos de telenovela, van a terminar más sonaos que las maracas de Machín. Mambo.