EL ANTIAMERICANISMO Y LAS ELECCIONES AMERICANAS

 Artículo de Henry Kamen  en  “El Mundo” del 18-11-04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario a pie de título: INTRANSIGENTES CON LOS "ALIADOS", CLAUDICANTES CON LOS ¿ENEMIGOS?

Luis Bouza-Brey, 18-11-04

 

Este artículo intenta buscar los orígenes del antiamericanismo actual de los españoles. A mi sólo me interesa comentar aquí la pauta demencial del "pensamiento políticamente correcto" establecida  entre ciertos intelectuales, periodistas, y sectores de opinión de nuestro país. Esta pauta es tan incoherente que les lleva a ser absolutamente intransigentes con los norteamericanos ante su lucha por la libertad --- y a buscar el amparo a esta actitud en un sedicente europeísmo---, al mismo tiempo que a ser comprensivos y claudicantes con el fundamentalismo islámico totalitario. Se reprocha a los norteamericanos las muertes de iraquíes, pero no las de alemanes en la década de los cuarenta del siglo XX; se les acusa de haber aumentado el desorden y la inseguridad en el mundo sin querer percibir la lucha por la libertad que se está librando en Oriente Medio; se anima a la deserción en esta batalla y al mismo tiempo se acusa a los EEUU ante cualquier exceso de sus soldados contra los derechos humanos... En fin, la irracionalidad y endeblez teórica e intelectual de esta pauta es de tal gravedad que uno siente una vergüenza y decepción que se  incrementan día a día. En este país existe mucha gente a la que la libertad le ha sobrevenido gratis y actúan con una frivolidad,  inconsciencia y descaro de tal gravedad que revuelven la conciencia.

El antiamericanismo es todavía más antiguo que la democracia en España y ha persistido como rasgo dominante de cómo ven los españoles el mundo. Comenzó a principios del siglo XIX, cuando los comentaristas españoles culpaban a Estados Unidos por apoyar a los que se rebelaban contra el dominio español. En esa etapa el gran enemigo de los políticos españoles era la democracia, un sistema que no les gustaba y que amenazaba con destruir el imperio en América. El cenit del antiamericanismo, por supuesto, llegó con el desastre de 1898, cuando Estados Unidos respaldó el movimiento independentista de José Martí, ocupó Cuba y Puerto Rico, derrotó al Ejército español y hundió por completo la Marina española. Esa fue una humillación que no ha cesado de alimentar el antiamericanismo de la derecha española.

Tan reciente como abril de 2003, en una columna en El País, un miembro del Ateneo de Madrid lamentaba «el expansionismo norteamericano de carácter depredador, que en 1898 los propios españoles sufrimos con la agresión yanqui que nos despojó de las colonias antillanas».Otro tipo de sentimiento, de la así llamada izquierda, culpaba a Estados Unidos de oponerse a las políticas progresistas y socialistas de la Unión Soviética y de aliarse con el régimen de Franco.Así, tanto la derecha como la izquierda estaban unidas, y todavía continúan unidas, en categorizar a Estados Unidos como el enemigo de la España progresista.

Por supuesto, España no inventó el antiamericanismo. Eso, como Barry Rubin y Judy Colp Rubin señalan en su reciente libro Hating America: a History (Oxford University Press, 2004), tiene una genealogía mucho más amplia. Pero, en ella, la parte española siempre fue importante. ¿Cuál era para los españoles la solución del problema? Evidentemente, una España unida con Latinoamérica sería la solución. Como Ramiro de Maeztu, uno de los inspiradores de este antiamericanismo, escribió: «Amenazados espiritualmente de uno y otro lado [por la supremacía política y cultural de Estados Unidos], los pueblos hispánicos necesitan afirmarse a sí mismos y ello les obligará a ahondar en sus raíces, que no son, como se ha dicho, de esclavitud sino de independencia, porque el espíritu de independencia está en la raíz de todo español». Esa fue la gran época de la doctrina de hispanidad, que más tarde adoptaría Franco, quien vio en el modo de vida español una alternativa al corrupto imperialismo y materialismo de Estados Unidos. Esa es también la razón por la que los antiamericanistas habían puesto sus esperanzas en el voto hispano en las últimas elecciones en Estados Unidos. Los hispanos, pensaron, eran una proyección del espíritu español y, por medio de su voto, derribarían al presidente Bush y así vindicarían el Gobierno de Zapatero.

Esa esperanza, desdichadamente, no se materializó. Al final, el presidente Bush ganó casi la mitad del voto hispano, más que cualquier candidato republicano presidencial en al menos tres décadas. La cifra está en debate, porque la encuesta de la votación no era muy amplia. Pero los comentaristas coinciden en que los hispanos, que en el pasado solían votar demócrata, contribuían materialmente a mantener al presidente en la Casa Blanca. Las recientes elecciones fortalecieron el voto republicano entre los hispanos, en particular sobre cuestiones de moralidad, y produjeron en Colorado y Florida los dos primeros senadores hispanos elegidos en los últimos 30 años. No había por consiguiente nada anti-Bush en el voto hispano, que ya en algunos estados se había mostrado firme en su apoyo a los republicanos. En Florida, los cubanoamericanos dieron al partido republicano una base entre los votantes y Bush ya era fuerte entre los votantes hispanos en Texas, quienes son principalmente mexicanoamericanos.

El hecho de que el voto hispano no haya respaldado las esperanzas anti-Bush en España hace doblemente importante que el Gobierno español se dé cuenta de que un crudo, populista antiamericanismo no es una forma inteligente de conducir las relaciones con un país que domina todos los sectores de la vida social, cultural y económica de España. Hace poco se decía que un ministro declaraba: «Ellos nos necesitan, nosotros no les necesitamos». Cualquiera que hable de esta manera sin sentido no merece ser un ministro.Entre Zapatero y Bush existen claras diferencias políticas, pero tienen que ser afrontadas de forma inteligente. La España socialista es contraria al Gobierno estadounidense en casi todos los asuntos relevantes y debería por consiguiente tomar medidas para que los norteamericanos entendiesen que la coexistencia es necesaria.

La coexistencia es necesaria porque existen diferencias radicales, sobre todo en el aspecto moral. Todos los comentaristas coinciden en que la victoria de Bush ha sido por motivos morales, y no por la política exterior. Los americanos que votaron a Bush se oponen al matrimonio entre homosexuales, al aborto, al divorcio rápido y (en cierta medida) a la investigación con células madre; el régimen de Zapatero apoya todas estas cosas activamente y por tanto se halla al lado opuesto de la moral de Estados Unidos.

También se halla en el lado opuesto en materia de política exterior cuando respalda abiertamente a Palestina y va en contra de Israel.Y por supuesto el punto de vista del Gobierno sobre Irak también es diametralmente opuesto al de los norteamericanos e incluso al del pueblo iraquí. En una reciente encuesta en Irak, salió que la mayoría de la población opinaba que el país que debería ayudar a reconstruir su patria era primero Estados Unidos y después Japón. España, por el contrario, quiere que la reconstrucción esté en manos de las Naciones Unidas. En el Gobierno, y también entre la población en su conjunto, se mantiene la extraña idea de que Estados Unidos es la causa de todos los problemas del mundo, desde los armamentos hasta la sobrealimentación. En una reciente encuesta europea, se halló que la proporción de gente con una actitud favorable hacia Estados Unidos era de casi del 50% en Gran Bretaña, del 31% en Francia, pero sólo del 14% en España.

Estas diferencias vitales entre la diminuta España y la nación más poderosa del mundo sólo pueden ser debatidas con seriedad si no hay prejuicios forjados por fútiles demostraciones de antiamericanismo.El actual embajador de EEUU hace ya las maletas para regresar a casa y se llevará consigo la impresión de que algunos miembros del actual Gobierno de aquí saben muy poco de sutilezas a la hora de hablar inteligentemente de puntos de vista diferentes.

En el mundo hay espacio suficiente para políticas distintas, pero tienen que ser llevadas a cabo por gobiernos que conocen el lenguaje de la diplomacia. Los ministros del Gobierno quizá no siempre hablen inglés, pero deberían hablar el lenguaje de la diplomacia directamente y no dejar a otros -ante todo al Rey y a la Reina de España, quienes aparentemente viajarán pronto a Estados Unidos para interceder personalmente ante Bush- que intenten mejorar las relaciones que ellos mismos han destruido con su torpe política amateur. Los problemas del mundo no se pueden resolver insultando a la bandera americana y sentándose a su paso. Tampoco expresando públicamente el deseo de que el actual presidente de Estados Unidos y el hoy primer ministro británico pierdan las elecciones en sus respectivos países. Estados Unidos ha cometido y cometerá errores políticos graves, pero (como dijo un antiguo presidente) con su oposición al fascismo alemán y al imperialismo japonés aseguró la democracia en el mundo y aún hoy es la única esperanza que queda para resolver los principales problemas de la paz mundial.

Una última palabra sobre este asunto. El antiamericanismo en el ámbito político está inspirado por la paranoia y la ignorancia y con el tiempo eso es contraproducente. Pero esto no significa que sea del todo injustificado. Henry James una vez comentaba que los norteamericanos son «los más adictos a creer que las demás naciones de la tierra forman una conspiración para subestimarlos».Estados Unidos puede ser el país más grande del mundo, pero también posee algunos de los más grandes defectos y nos hacemos un servicio a nosotros mismos y a los norteamericanos cuando nos sentamos a examinar esos defectos sin caer en la trampa de la paranoia.