EL EJE CHÁVEZ-ZP Y EL FUTURO DEL TERRORISMO

 

 Artículo de Henry Kamen en “El Mundo” del 13.12.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Después de un par de días de euforia por su victoria en las elecciones de Venezuela, el recién elegido presidente, Hugo Chávez, mostraba claramente su apoyo a varios miembros de ETA, prometiendo dinero a dos activistas extraditados a España y la nacionalidad venezolana a otros cuatro, que viven en el país americano. Éste era el fruto de un acuerdo alcanzado el pasado mes de junio desde el Ministerio de Exteriores venezolano. Pero el gesto causó indignación entre los demócratas y vergüenza al aliado europeo más cercano a Chávez, el Gobierno de Zapatero.

Rápidamente, el pasado 6 de diciembre, el Gobierno de Venezuela y su embajador en España desistían del acuerdo con los terroristas. Podemos pensar que se trataba de una de las maniobras dramáticas y absurdas de Venezuela, sin embargo, la cuestión no es tan simple. Chávez pretende ser un comediante, pero su comedia siempre es muy seria. Los interrogantes que suscita su apoyo al terrorismo internacional no se pueden ignorar, y ya que en Europa Zapatero es su más íntimo partidario, es pertinente preguntarse hasta qué punto la política de Chávez influye en la política de Zapatero, y qué tienen en común respecto al terrorismo.

Chávez, a pesar de su curioso comportamiento público, es uno de los líderes más notables -quizás el más notable- en el mundo hispánico. En mayo de 2006, fue nombrado por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del planeta. Ha luchado para conseguir el éxito, vencido a todos sus enemigos políticos sin necesidad alguna de la fuerza, conservado el poder a pesar de los complots y golpes, y conseguido el apoyo creciente e incondicional de su propio pueblo. Estados Unidos ha fracasado en todos sus intentos para derrocarle. ¿Cuál es el secreto del éxito del líder venezolano? El testimonio de muchos dirigentes de su país muestra, sin lugar a dudas, que no se debe a ningún genio personal, sino a la total ineptitud de la clase política venezolana a la hora de crear un liderazgo apropiado o dar soluciones a los problemas de la nación. Chávez se ha aprovechado de esta ineptitud, edificando sobre ella un populismo que parece ofrecer esperanza a millones de ciudadanos pobres.

Pero esa ineptitud no es la única explicación. Otra, de bastante más importancia en este momento, es la disponibilidad de inagotables petrodólares, ya que Venezuela es el quinto productor de petróleo del mundo. De los 24 millones de personas que pueblan el país, más del 60% vive en la pobreza y gana menos de dos dólares al día. Pero gracias a los enormes ingresos petrolíferos -sin precedentes-, Chávez ha podido llevar a cabo una impresionante serie de programas públicos, impulsando la alfabetización, la escolarización, la reforma del suelo, estableciendo subvenciones alimenticias y pequeños préstamos financieros. Ha conseguido que la riqueza sea la fuerza conductora que hay detrás de su campaña para liberarse del imperialismo americano.

Uno de los aspectos más interesantes de Chávez es que su política ha ido de la mano -y ciertamente ha inspirado- de la política del jefe de Gobierno español y su ministro de Exteriores, Moratinos. Se deduce esto de la visita que Chávez realizó a España en noviembre de 2004, cuando expresó su satisfacción por el cambio de Ejecutivo, comentando: «¡Cuán feliz es la España de hoy y cuán triste era la España que estaba subordinada a los mandatos de Washington!» Según una crónica de la agencia de noticias Reuters, Chávez fue recibido entonces en Madrid «como una estrella del rock».

La base de la alianza entre ambos gobernantes es un ferviente antiamericanismo, inspirador de la política tanto de España como de Venezuela, que de momento no muestra signos de menguar. Hace tres meses, en una entrevista con Al Jazeera, Chávez afirmó, refiriéndose a los acontecimientos en Oriente Medio, que «Israel utiliza los métodos de Hitler y EEUU utiliza los métodos de Drácula». «Estados Unidos» -dijo a Al Jazeera- «es el Conde Drácula, siempre en busca de petróleo y sangre». Y acompañó esta opinión con una fuerte propensión por la causa árabe. No cabe duda de que ésta tiene para él un considerable sentido, ya que sus petrodólares forman parte de un mercado dominado por los productores del oro negro árabes. En cambio, en el caso de España es una mera continuación de las preferencias pro-islámicas de Franco, que ha tomado nueva forma con la desastrosa Alianza de Civilizaciones.

Ambos gobiernos comparten también un claro antisemitismo -en el caso español, así se desprende de las últimas afirmaciones públicas de Moratinos-. El antisemitismo de Chávez es bastante más teatral. Cuando Israel emprendió su reciente guerra contra Hizbulá en el Líbano, declaró que el Estado judío estaba preparando «un nuevo Holocausto», para después añadir que «está masacrando niños, y nadie sabe cuántos están sepultados». A su parecer, Hezbolá, por supuesto, no mata a nadie. En un discurso que dio la víspera de Navidad del pasado año en Caracas, afirmó que el mundo estaba bajo el control de «unas minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo», y que esta minoría «se adueñó de las riquezas del mundo».

Uno diría que estas opiniones son sólo retórica verbal, pero lo cierto es que en el caso de Venezuela y España son opiniones que parecen inspirar la política exterior. Quizás la más perturbadora de todas sea la actitud ante el terrorismo. Chávez parece creer que los acontecimientos del 11-S no fueron perpetrados por Al Qaeda. Hace unas semanas hizo las siguientes declaraciones: «La hipótesis que cobra fuerza es que fue el mismo poder imperial norteamericano el que planificó y condujo este atentado o hecho terrorista terrible contra su propio pueblo y contra ciudadanos de todo el mundo. Por tanto, no es descabellada la hipótesis de que esas torres fueran dinamitadas, que había un conjunto de explosivos en las torres». No le cabe duda, explicó, que la razón sería «justificar la agresiones que inmediatamente se desataron sobre Afganistán, sobre Irak, y las amenazas contra todos nosotros, Venezuela también».

Cuatro semanas después de su discurso, una declaración oficial en la gaceta gubernamental invitaba al Congreso de EEUU a «exigir que el Gobierno de Bush explique el auto-infligido ataque del World Trade Center, el supuesto avión que se estrelló en el Pentágono y las conexiones entre la familia de Bin Laden y la de Bush». Un portavoz de Chávez, Carlos Escarrá, afirmaba que «para el resto del mundo, ya no cabe duda de que el 11-S no fue una ataque de Al Qaeda». En vista de la curiosa interpretación de Chávez sobre los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre y su negativa a condenar a Al Qaeda, no sorprende que también se niegue a condenar a ETA. En España no costará reconocer la cualidad de esta actitud, que puede encontrarse en muchos círculos en los que se exime de toda culpabilidad a Al Qaeda y a ETA, para situarla sólo en el lado de las víctimas.

Las precedentes afirmaciones de Chávez dan motivos de sobra para cuestionar el verdadero valor del eje Chávez-Zapatero. Todos saben que España se aferra a Venezuela porque el gigante energético español, Repsol, es un beneficiario directo del petróleo de Venezuela. En un reciente (2004) acuerdo, Chávez permitió a la multinacional aumentar en un 60% su producción de petróleo en Venezuela. A cambio, en marzo de 2005, Zapatero fue a Caracas para alcanzar un acuerdo con el régimen chavista, que incluía la venta de material militar, barcos y aviones por un valor de unos 1.000 millones de dólares americanos. ¿Debería España dar apoyo militar a un régimen que defiende a Al Qaeda y a ETA? Zapatero ha rechazado todas las críticas. ¿Se debe esto a que sus premisas políticas son en realidad las mismas que aquéllas de Chávez? Un reciente informe desde Venezuela, que puede ser o no exacto, da algunos motivos de preocupación.

El informe (con fecha de hace tres semanas) pertenece a una periodista venezolana que trabaja para Univision Radio. Se refiere al tráfico de ciudadanos vinculados a redes terroristas que estarían utilizando el territorio venezolano para lo que se califica como «enfriar terroristas», es decir, utilizando el país como puente antes de ingresar en territorio estadounidense. Supuestamente, en los primeros días del mes de septiembre de este año, llegaron a Caracas tres delegados de Al Qaeda procedentes de Afganistán. Una vez allí, la organización de un conocido sheik les facilitó pasaportes venezolanos para poder entrar en EEUU. La infraestructura de Al Qaeda maneja pasaportes venezolanos -originales, no forjados-, obtenidos a través de algunos factores de poder de Oriente Medio.

Al mismo tiempo, según la información, se han reclutado activistas de Hizbulá en el Líbano para ser enviados a Venezuela. Las personas que conocen esta situación han hecho denuncias y tratan -infructuosamente- de alertar a los altos funcionarios venezolanos que pudieran estar en desconocimiento de estas denuncias, y a los militares para que desmantelen la red terrorista y sus conexiones. Nada es posible, según las propias palabras de los denunciantes, porque la «revolución venezolana» se sustenta dentro de un escenario de utilería, que sólo busca captar incautos para una causa antiimperialista virtual. La fuente cree que es una situación peligrosa para el país.

Por supuesto, de la misma manera en España el robo de unas cuantas pistolas en Francia podría ser un peligro para el país. Pero si el Gobierno de aquí cree -como el de Chávez parece creer- que el terrorismo no existe y que la única amenaza a la paz del mundo es EEUU, entonces se ha entrado ya en un círculo vicioso que tendrá quién sabe qué consecuencias.

 

 

Henry Kamen es historiador y acaba de publicar Del Imperio a la Decadencia. Los Mitos que forjaron la España Moderna

(Temas de Hoy).