D=C+R+P

Artículo de Luis Bouza-Brey dedicado

a Erasmo de Salinas, comentando su artículo “Perversión de la democracia en España”.

 (10-5-08, 9:30).

Los que creemos y actuamos de acuerdo con parámetros democráticos tenemos que continuar sin desmayo lo que iniciamos ya hace tres años: el proceso de llenar de savia ciudadana las instituciones formalmente democráticas, pero materialmente oligárquicas. Y eso, en la época de internet, se hace con redes horizontales de comunicación que hagan ascender desde la base los impulsos y el control sobre la aristocracia-oligarquía.

Democracia es igual a Ciudadanos, más Redes, más Partidos, pero hasta ahora el proceso se ha construido de arriba abajo, y nosotros estamos trabajándonos el arduo camino que comienza de abajo a arriba. Por eso es tan duro y frustrante el proceso, porque resulta muy difícil hacer cuajar los escalones intermedios, de C y R, y conectarlos después en el nivel P. Porque C es muy heterogéneo, con residuos ideológicos todavía operantes hacia el sectarismo, y sensibilidades muchas veces ineducadas y primitivas, y en muchos casos no democráticas. Y porque las R tienen que ser abiertas, y por tanto, pueden degenerar en su calidad, o ser dañadas por infiltrados y trolls de muy diverso tipo, a veces procedentes de los grupos ya existentes.

Pero al menos C y R no necesitan cuajar en más jerarquías que las muy flexibles derivadas del prestigio y el liderazgo más inmediatos, derivados de la comunicación veraz y argumentada racionalmente. Pero es preciso mantener vivos ambos niveles, reduciendo el sectarismo, los residuos dogmáticos e ideológicos y la autoafirmación psicológica agresiva. C y R son la base de la democracia, y son la base desde la que construir una democracia auténtica, con un mínimo nivel de calidad que frene la “ley de hierro de la oligarquía” (Michels). Podemos construir y fortalecer ese nivel mediante transversalidad y dignidad, derivadas de la comunicación razonable y la honestidad radical.

Por eso yo debo felicitarte, Erasmo,  y felicitaros a los que habeis edificado, contra viento y marea, “Ciudadanos en la Red”, y por eso he decidido participar con vosotros y ayudaros a mantener el milagro democrático de la única red horizontal de comunicación que existe en el país. Tenemos que trabajar por mantener este instrumento vital para la democracia, reduciendo mediante el diálogo y la ética las miserias derivadas de las patologías del movimiento ciudadano que apuntaba anteriormente, y las agresiones intencionales dirigidas a desacreditar la Red. En CRED existe un núcleo de ciudadanos conscientes, valientes y decentes que está consiguiendo mantener un substrato irreducible de ética y razón, a pesar de las patologías mencionadas. Debemos ayudar entre todos a ampliar y elevar ese substrato, para hacerlo más invulnerable frente a la putrefacción.

El problema más difícil de resolver en este proceso de abajo a arriba es el del nivel superior. Porque en este tercer nivel, P, ya surge la competencia para ocupar posiciones escasas y complementar las estructuras partidarias ya existentes con otras nuevas que deberían ser más democráticas y auténticas.

Repasemos la experiencia: algunos venimos ya de bastante atrás, y tenemos trienios acumulados de diversas capas de sedimentación política, cuajadas durante estos cuarenta años. Hemos participado en la fundación de partidos políticos desde el principio, y defendido políticas que en su momento constituyeron herramientas necesarias para despegar, pero que ahora ya son un lastre para el vuelo. Es algo análogo a como si el piloto de un avión dejara sin recoger el tren de aterrizaje después de despegar, o siguiera ascendiendo con el mismo ángulo de elevación indefinidamente: llegaría un momento en que se asfixiaría, congelaría, acabaría con el combustible sin haber salido de las proximidades del punto de origen ni llegar a alcanzar los objetivos y caería en picado sobre la montaña más próxima.

Este ejemplo viene a cuento porque analizando la democracia española de hoy nos encontramos con una ley electoral que ya es disfuncional, un sistema de partidos oligárquico y corrompido, un proceso de descentralización que continuará hasta acabar con la democracia cayendo en el cantonalismo anarcoide y/o en las taifas caciquiles despóticas; unas políticas lingüísticas y culturales cuya exacerbación y exageración son antidemocráticas; un “buenismo” dialogante incapaz de distinguir lo que es legítimo de lo que es totalitario; unos líderes partitocráticos que ya no derivan su autoridad del liderazgo social vivo y auténtico, sino de las habilidades clientelares  burocráticas; unos partidos políticos que se han transformado en redes oligárquicas cooptativas cada vez más distantes de las aspiraciones y necesidades populares; unos medios de comunicación vendidos al sectarismo político; unas burocracias políticas locales corruptas por la especulación o la ceguera delirante del nacionalismo; y unos ciudadanos aborregados y/o hartos que se van desentendiendo de la salud pública y de la ciudadanía activa.

Por todo esto, un sector de la ciudadanía nos hemos rebelado democráticamente contra la degradación y hemos comenzado un proceso de regeneración, que ha cuajado en movimiento ciudadano y redes asociativas, luego en C´s y posteriormente en UPyD. Pero en este nivel P tenemos problemas: la experiencia de “Ciudadanos” fracasó cuando líderes improvisados fueron incapaces de desempeñar su función de guía y dirección, comenzaron a enfrentarse por ambiciones personales, miopes y caciquiles y acabaron rompiendo el partido por obra de manipulaciones, vulneración de las normas y sectarismo excluyente.

El nuevo intento de realizar el proyecto democrático en el nivel P es UPyD, y deberíamos esforzarnos por evitar que el fracaso se repita. Tenemos la ventaja de un liderazgo R10 consistente y provisto de autoridad real, pero debemos evitar que el partido se quede estancado en una organización interna disfuncional, o en mecanismos de selección oligárquicos, autoritarios o excluyentes. Es cierto que las normas y la estructura para el despegue no podían ser democráticas ni improvisar un liderazgo por sorteo u orden de nombre o apellido, pero a partir del momento de nuestra presentación en sociedad en las elecciones no podemos estar inmóviles durante año y medio permitiendo la putrefacción estructural y la degeneración oligárquica. Es preciso iniciar ya la democratización paso a paso, construyendo una red partidaria desde la base, permeable a los impulsos y aspiraciones sociales, que impida la cooptación oligárquica y se base en la selección meritocrática, conectando firme y ágilmente con el nivel C y R.

Esa es la tarea inmediata: ir creando red, conectar con las redes preexistentes, seleccionar a los mejores y no a los más obedientes, complementar el liderazgo R10, del que disponemos como palanca, con una estructura viva que surja limpiamente desde la base, y cerrar el círculo de los tres niveles correctamente. Estamos en el momento crítico para cimentar UPyD. Si la experiencia fracasa por estancamiento estructural habremos perdido dos años más, y habrá que volver a empezar. Uno quisiera que las cosas no se malograran de nuevo: el país no se puede permitir el lujo de perder el tiempo eternamente, sin conseguir aprender de la experiencia.

Me gustaría dedicar este artículo también a Carlos Martínez Gorriarán, pero no sé si tiene los oídos despejados o auriculares puestos.