¿DIALOGO PARA BESUGOS?

Luis Bouza-Brey, 11-1-01

Unidad desde la firmeza. Este es el mensaje implícito en el pacto PP-PSOE que descoloca a los nacionalistas, pues significa cambiar la pauta de resolución del "contencioso". El nacionalismo vasco no violento ---PNV y EA--- interpreta la situación vasca desde un esquema que explica el terrorismo como la expresión violenta de un conflicto básico secular de Euskadi con España, del pueblo vasco con el Estado español opresor. Por ello, el nacionalismo vasco no violento lleva veinte años reclamando y aplicando recetas nacionalistas, para apaciguar al mundo del SMLNV (Sedicente Movimiento de Liberación Nacional Vasco) y atraerlo a la democracia. Al no conseguirlo, y con satisfacción no disimulada de un importante sector de sus dirigentes, ha optado por radicalizar sus propios fines, identificándolos con los del SMLNV y retrocediendo a sus orígenes más integristas, excluyentes y etnonacionalistas.

El pacto de Lizarra significa la culminación lógica, pero absurda, del proceso seguido desde la transición: el PNV, partido hegemónico del nacionalismo, mimado por todos como puente con el integrismo desde la razón y el espíritu democrático, decide dar el salto al otro lado del rio. Para ello, rompe, con maniobras ventajistas y desleales ---pactos ocultos y programas electorales falsarios---, los vínculos que le unían a los partidos constitucionalistas y a un amplio sector de su electorado, rechaza la Constitución y el Estatuto de Autonomía aprobados por el pueblo, y asume la ruptura con España, la fractura de la sociedad vasca en dos mitades antagónicas, la resurrección de los principios integristas fundacionales del nacionalismo como guías de comportamiento, y el pacto con el fascismo del SMLNV, como métodos de reconducción del rumbo de Euskadi.

El error del PNV fue creerse que la asunción del fundamentalismo y el pacto con el totalitarismo podrían acabar con la violencia. Por el contrario, lo que han producido es la realimentación del fanatismo, la irracionalidad y la violencia, la deslegitimación de las instituciones y el derrumbe de la democracia en Euskadi.

Por ello, desde mi punto de vista, el fracaso de la política del PNV, la ruptura de la tregua por ETA y el incremento de la violencia durante este último año, cierran el ciclo de la transición en Euskadi y en el conjunto de España, en lo referente a las soluciones intentadas hasta ahora para integrar el Estado. Mientras no se acabe con el terrorismo, el desarrollo político español está bloqueado.

Ante la situación creada, es necesaria una reacción de firmeza frente al nacionalismo vasco por parte de los partidos y la población constitucionalistas: no se puede retroceder más frente a la hostilidad, el rupturismo y las agresiones y provocaciones verbales, xenófobas y antidemocráticas de los dirigentes nacionalistas. Ese caldo de cultivo cocinado durante veinte años en los medios públicos de comunicación de Euskadi, en el sistema educativo y en las declaraciones políticas de los dirigentes del PNV ha constituido uno de los factores básicos de incentivación del fanatismo y la irracionalidad.

Pero además, tampoco se puede continuar con la pauta masoquista de seguir esperando un apaciguamiento del SMLNV a cambio de concesiones al conjunto del nacionalismo. Hasta ahora, lo que ha habido es un proceso que se puede sintetizar con la expresión de que más nacionalismo es igual a más totalitarismo. La generosidad de la democracia española con el nacionalismo vasco debe terminar: ni amnistías, ni descentralización profunda, ni confianza en el PNV, ni esperanza en la recuperación de la racionalidad, han producido los resultados esperados de apaciguamiento e integración.

Por ello, defender la continuidad del diálogo con el nacionalismo vasco en las mismas condiciones que hasta ahora es no sólo un error estratégico, sino que además revela la incapacidad de algunos sectores democráticos del país para distinguir valores y hechos, lo deseable de lo posible, la ética de la política. Para elaborar, en definitiva, una "teoría de la praxis", en términos usados años ha por los sectores sedicentemente progresistas de este país. La confianza en la razón y el diálogo es un índice de cortedad de alcances cuando el antagonista no usa esos instrumentos, sino las armas. Lo saben por experiencia los demócratas españoles y europeos de los años treinta, los argentinos y chilenos de los setenta y toda una multitud de cadáveres y exiliados

O el PNV y EA vuelven a este lado del río, cambian, o el "choque de trenes" definido por el lehendakari Ibarretxe va a ser no entre nacionalistas y no nacionalistas, sino de demócratas contra fascistas más adheridos.

En consecuencia, el ciclo que se inicia el año 2000 en Euskadi significa que los demócratas y constitucionalistas deben marcarse como objetivo cambiar la política frente al nacionalismo vasco y cambiar el gobierno vasco: no se puede dejar Euskadi ---como hasta ahora--- en manos de un nacionalismo que ha traicionado las esperanzas puestas en él a lo largo de tantos años. No se puede permanecer pasivo ante un gobierno vasco cuyos aliados ---reales hasta hace poco, potenciales en el futuro--- son los fascistas y no los demócratas. No se puede continuar sin oponer resistencia frente a una política nacionalista que constituye el caldo de cultivo de la irracionalidad, el fanatismo y la violencia. No se puede permitir que el nacionalismo vasco más respetable se hunda en el integrismo y nos hunda en la balcanización por la ceguera de algunos de sus dirigentes. Está en juego la democracia frente al totalitarismo y la balcanización.

Por ello, el diálogo reclamado por algunos, sin darse cuenta de que la situación ha cambiado, es un "diálogo para besugos", una muletilla perezosa y en algunos casos interesada frente a la complejidad y los peligros de la situación. Al fascismo y sus aliados objetivos hay que frenarlos con una nueva política española y un nuevo gobierno vasco. Los nacionalistas demócratas vascos deberían recuperar la lucidez y cambiar su política. Mientras no se erradique el terrorismo y el fascismo y ETA se disuelva no hay solución para Euskadi. Mientras no haya solución en Euskadi la democracia española estará bloqueada por la inestabilidad y el riesgo de balcanización.

En consecuencia, es urgente que se convoquen elecciones en Euskadi, que los partidos constitucionalistas de ámbito vasco concurran a ellas como tales y con un programa de firmeza frente a ETA y sus aliados hasta su erradicación, que el PNV opte entre un programa democrático o uno nacionalista radical mientras ETA no desaparezca, que los nacionalistas democráticos lúcidos que existan en el PNV y EA se posicionen en función de ello, y que el gobierno vasco que surja de las elecciones sea un gobierno firme contra ETA.

A la espera de lo que suceda, la sociedad española debe resistir y aguardar, sabiendo que, según cuáles sean los resultados, los escenarios de futuro y las políticas a adoptar serán radicalmente distintos para el conjunto del país.