ARRIEROS SOMOS...

 

Artículo de Luis Bouza-Brey del 14-9-07, 17:30

 

A aquellos que creen que UPD perjudicará principalmente al PP hay que decirles que no se pongan nerviosos, que en el camino nos encontraremos. Pero muchos no podemos seguir admitiendo que, gane el PSOE o gane el PP, en último término quienes ganan son los nacionalismos anacrónicos y reaccionarios que están hundiendo la democracia. Por eso, creo que hay que hacer llegar a la opinión pública con claridad cuál puede llegar a ser el papel del nuevo partido naciente.

  

El nuevo partido UDP (Unión, Democracia y Progreso), debe definir, además de los principios, una estrategia general en función del papel que cree que va a desempeñar.

 

Dada la situación de emergencia y degeneración crecientemente acelerada en que se encuentra el país, UDP debe fijar su objetivo estratégico en el desempeño de un rol catalizador, a fin de cambiar de raíz la lógica de la democracia española,  existente desde  comienzos de la transición:

 

Es necesario frenar a los nacionalismos y a los dos grandes partidos en la dinámica de la cesión continua orientada a la centrifugación del Estado y el confederalismo o la independencia.

 

En función de este gran objetivo estratégico es preciso cambiar los equilibrios políticos globales en perjuicio de los nacionalismos y modificar la lógica degenerativa de los dos grandes partidos, incapaces de mantener la vigencia de los principios constitucionales de unidad, igualdad y pluralismo, debido a sus necesidades de alcanzar y gestionar el poder en pacto con los nacionalismos periféricos.

 

La lógica degenerativa ha alcanzado su culminación aberrante en el PSOE de Rodríguez Zapatero, y aunque el PP intenta conservar la integridad, las presiones localistas y la búsqueda de pactos con CIU y otros caciquismos locales  pueden reiniciar la lógica degenerativa si alcanzan el poder sin contrapesos regenerativos.

 

El Papel de la UPD es alcanzar presencia política suficiente, en primer lugar, para modificar la agenda política del país, situando la defensa de los principios constitucionales en primer plano. Y en segundo lugar, para obtener escaños en el Parlamento a fin de hacer de bisagra parlamentaria regenerativa en gobiernos de coalición o pactos de Estado.

 

La pregunta estratégica clave es cuál es nuestro objetivo para las próximas generales, y la respuesta más plausible debería ser la de hacer perder las elecciones a ZP y el PSOE, a fin de que este partido se regenere, cambiando su dirección y sus alianzas. Pero para conseguir esto es necesario hacer pasar al PSOE a la oposición, si no será imposible alcanzar este fin. La alternativa de un UPD bisagra apoyando a un PSOE dirigido por ZP no produciría el efecto catártico que el PSOE y la opinión pública necesitan. Es preciso un cambio radical de la lógica política de la transición que frene a los nacionalismos y sus impulsos autoritarios o totalitarios, y eso sólo se puede conseguir mediante un giro radical de la opinión pública, que comprenda que el nacionalismo es reacción y anacronismo, y no progreso, y que la dinámica degenerativa se debe frenar de raíz.

 

Por tanto, nuestro objetivo debe ser que las próximas elecciones generales las gane el PP y pueda gobernar con apoyos suficientes como para iniciar una política de Estado que cierre definitivamente el modelo de Estado, modifique la ley electoral a fin de reducir la influencia desproporcionada de las minorías e introduzca mecanismos institucionales e intergrupales a fin de reducir la oligarquización e irresponsabilidad de los partidos ante los electores.

 

La secuencia ideal de transformación derivada de las elecciones generales podría ser la victoria del PP, junto con un número suficiente de escaños a UPD, que permitiera gobernar al PP en coalición con nosotros, posibilitando a posteriori la regeneración del PSOE, con la caída de Zapatero, a fin de preparar un pacto de Estado entre los tres para la siguiente legislatura, a fin de modificar la Constitución y la ley electoral. Este pacto de Estado podría ser de ámbito meramente parlamentario o un gobierno de gran coalición al estilo del alemán.

 

UPD debería rechazar de plano toda posibilidad de llegar a pactos que aceptaran como hecho consumado los Estatutos inconstitucionales y la deriva confederal seguida durante los últimos años. Y definir las alianzas políticas en función de este objetivo.