EL CONFLICTO VASCO SON DOS

Luis Bouza-Brey, 21-3-01

Existe un argumento interpretativo de la realidad política vasca que merece ser comentado y desmontado de una vez. Porque a pesar de ser evidente su debilidad y falta de coherencia, todavía constituye el sustrato de apoyo del comportamiento de los nacionalistas. Porque a pesar de que razonar sobre ello es estar siempre con el "b a ba", parece que la sociedad vasca no es capaz de salir del laberinto sin volver a resituar los principios elementales.

El argumento es el de "el conflicto". "El conflicto" y su solución es la base de apoyo de toda la argumentación estratégica y búsqueda de soluciones del nacionalismo en sus diversos sectores.

Para comenzar a desmontar esta maraña ideológica creo que la primera aproximación a realizar es la de que el conflicto vasco son dos. Es decir, no hay un conflicto vasco, sino dos: el conflicto con el nacionalismo fundamentalista, violento, fascista e independentista, y el conflicto con el nacionalismo independentista pacífico, pero xenófobo, excluyente y antiespañol. Democrático, pero cuya coincidencia en el fin independentista con ETA y el SMLNV, le lleva a errores, incoherencias y oportunismos inaceptables desde el punto de vista ético y democrático.

El conflicto son dos, pero el nacionalismo son tres: el fascista, el independentista y el autonomista-federalista. Y durante estos últimos años se está produciendo entre ellos una lucha por la hegemonía—al menos, de momento, entre los dos primeros— que va a configurar el futuro del pueblo vasco.

A efectos de continuar este artículo sin necesidad de estar explicando continuamente el significado de los adjetivos, voy a utilizar una designación abreviada para referirme a estos sectores del nacionalismo:

NA será el nacionalismo de ETA, HB y el conjunto del SMLNV

NB será el nacionalismo de los dirigentes actuales de PNV y EA y del sector social de militantes y votantes que los apoya.

NC será el nacionalismo del sector crítico de PNV y EA; los "michelines", en términos de Arzalluz, y los militantes y votantes nacionalistas moderados, autonomistas y de espíritu abierto y cosmopolita.

 

El conflicto con NA consiste en que son irreconducibles a la democracia, que no son demócratas, y que cuentan con una base de apoyo amplia aunque minoritaria en la sociedad vasca. El problema básico de Euskadi es cómo solucionar este conflicto, cómo acabar con el fascismo, el fanatismo y el fundamentalismo incrustados en este sector de la sociedad.

En mi opinión, sólo se podrá acabar con él desde la firmeza del Estado democrático, erradicando sus coberturas de legitimación, y sus aparatos de apoyo estratégico y logístico.

Su objetivo estratégico global, consistente en construir un Estado independiente de España y Francia, "socialista" y euskaldún en la Gran Euskal Herría, sólo es realizable mediante la violencia, la complicidad de NB, la pasividad de NC y el desistimiento de España y Francia.

Y en eso están.

 

El conflicto con NB es más grave, pues se produce en el interior del bloque democrático y es resultado de un cambio de rumbo esquizofrénico en las instituciones de gobierno de Euskadi. Cambio de rumbo emergente de unas actitudes y mitos básicos existentes en este sector, y de una apreciación estratégica errónea consistente en la creencia de que sólo se puede acabar con la violencia cediendo parcialmente frente a las pretensiones de NA, rechazando sus métodos pero aceptando sus objetivos. Objetivos, por otra parte, que se considera que son comunes con NB.

Y el problema consiste precisamente en esta presunta coincidencia. Intentemos desentrañarlo:

 

NB coincide con NA en la necesidad de la independencia de Euskadi como mito fundacional originario de su ideología; sintoniza con la idea de la Gran Euskal Herría como soporte territorial del pueblo vasco; y se apoya en una concepción sectaria y excluyente de la identidad vasca: una concepción de un pueblo vasco homogéneo, euskaldún, invadido y ocupado por los "extranjeros" españoles y los Estados enemigos español y francés.

NB, en síntesis, mantiene una concepción de la identidad vasca como incompatible con la española, rechazando a aquellos que sienten sus identidades como complementarias y apoyando una política de exclusión frente a la de integración. Los que sienten sus identidades como complementarias y están abiertos al cosmopolitismo, el mestizaje y la interculturalidad son considerados como "renegados", traidores y cómplices del enemigo. O bien son "de fuera", o "no son de los nuestros", resultando por ello rechazables o soportados a regañadientes. Son definidos como "las ratas de Ermua" o "alemanes en Mallorca", según el humor, la brutalidad o el oportunismo electoral del que hable.

La consecuencia de esta anacrónica concepción del pueblo vasco es el fracaso democrático, derivado de la falta de percepción y sintonía con una sociedad plural y rápidamente cambiante que no se puede congelar con percepciones decimonónicas, arcaizantes y ruralizantes. NB lleva dos siglos de retraso ideológico y esta anacronía impulsa la fractura del pueblo y no su cohesión, la exclusión frente a la integración. Solamente se puede entender su supervivencia hegemónica como consecuencia de la ambigüedad mantenida hasta ahora y de la esperanza ya muerta por parte de las demás fuerzas políticas de integrar al SMLNV en la democracia.

Por ello, el fijarse la independencia como objetivo, el mantener una concepción identitaria excluyente, sectaria y fragmentadora, lleva a NB a coincidir en los fines con NA,  sin asumir conscientemente que estos fines son irrealizables en el marco democrático de una sociedad mestiza, tolerante y madura. Por ello también, NB condena moralmente la violencia pero no se enfrenta abiertamente a ella, e incluso, por parte de alguno de sus dirigentes, se mantiene la actitud de rentabilizar dicha violencia de manera cínica y oportunista.

Esta es la incoherencia básica que se deriva de la incompatibilidad interna de los fines de NB y con NA. Como decía Guevara, hay que ser demócrata antes que nacionalista. Y hay aspectos del nacionalismo tradicional incompatibles con la democracia en la sociedad vasca actual.

Pero es que, además, NB se resiste a percibir que NA y democracia son incompatibles, que la violencia no desaparecería con la independencia, sino que ésta barrería cualquier límite a aquella y a la imposición totalitaria de NA. El error básico de NB es no enfrentarse radicalmente a NA, no modernizar su ideología y concepciones básicas para conseguir el debilitamiento y desgajamiento de NA, y no buscar el apoyo de los grupos políticos democráticos para contribuir a este gran objetivo.

 

NC, por último, no consigue articularse en el interior de los partidos nacionalistas. Sus élites van abandonando o siendo excluidas de la influencia y el poder político, y dejando un vacío cuyas consecuencias tendrán que manifestarse radicalmente, y de una forma u otra, a más o menos medio plazo. ¿Qué conflicto de lealtades u obstáculos estructurales impiden a las élites de NC dar la batalla? ¿No se dan cuenta del riesgo cada vez mayor y más próximo de perversión y hundimiento democrático en Euskadi? ¿Qué harán las bases y votantes nacionalistas de NC en las próximas elecciones? ¿Seguirán votando por inercia a NB? ¿Se abstendrán? ¿Votarán a partidos constitucionalistas y autonomistas?

La respuesta a estas preguntas es crucial para el futuro de Euskadi.