¿EXISTE UNA SOLUCION AL PROBLEMA VASCO?

Luis Bouza-Brey, 25 y 26-5-00

La situación política actual en Euskadi está bloqueada a causa de los resultados de las elecciones municipales, europeas y generales, el fracaso del pacto de Estella, la ruptura de la tregua, la comisión de los últimos brutales y repugnantes asesinatos y el incremento de la "kale borroka".

El bloqueo consiste en el fracaso de la opción independentista o "soberanista" adoptada por el conjunto de los partidos nacionalistas con el Pacto de Estella. Los resultados de las elecciones han revelado un declive acentuado de PNV y EA, más moderado del PSE, y un incremento de los votos de PP y EH.

Debido a ello, y a la estrategia aventurera, rupturista y antidemocrática de EH, que apoyándose en el totalitarismo de ETA y el sedicente MLNV intentan imponer por la fuerza sus objetivos, el PNV ha comenzado a modificar su estrategia, echando el freno a su seguidismo con respecto a EH. Pero tarde, después de haber perdido la hegemonía en Alava y muchas de las ciudades más importantes, y el control de la mayoría en el parlamento vasco.

Como ya he apuntado en otros lugares de este rincón de Internet, el fracaso de la estrategia seguida durante los últimos dos años por los nacionalistas vascos se debe a diversos factores:

En primer lugar, a un cálculo erróneo, de sobrevaloración del apoyo al independentismo o soberanismo por parte del pueblo vasco.

En segundo lugar, al error de mezclar en la definición de la estrategia de los nacionalistas dos cuestiones que son distintas: la pacificación, para poner fin al terrorismo, y la definición constitucional definitiva del status de Euskadi con respecto a España. Lo que los nacionalistas llaman "normalización".

Al aceptar el PNV, EA e IU-EB el principio regulativo de "paz por autodeterminación" marcado por ETA y HB, los primeros han quedado subordinados al liderazgo de los segundos, perdiendo la centralidad y la hegemonía, sometiéndose a una estrategia política delirante y voluntarista, aventurera, alejada de la realidad, y que se ha demostrado que ni siquiera hubiera podido triunfar con el "plus" de la violencia.

Esto ha hecho entrar en contradicción al nacionalismo sedicentemente moderado, que se ha visto obligado a echar el freno ante el intento de EH de continuar su estrategia de nacionalismo compulsivo. Estrategia de enfrentamiento abierto con los Estados español y francés, al perseguir una alteración de las fronteras de ambos mediante la creación de un nuevo Estado independiente en el corazón de la Unión Europea. Y todo ello, además, sin apoyos populares en Iparralde, Navarra y Alava, y con apoyos menguantes en el conjunto de Euskadi.

El error estratégico y político básico del nacionalismo democrático ha consistido en radicalizar sus fines, orientándose hacia el independentismo o "soberanismo", y despreciando el sistema constitucional y estatutario aceptado por el pueblo, que constituye el pacto básico de convivencia y el punto de soldadura del pluralismo territorial, cultural e ideológico de la mayoría del pueblo vasco.

El error, desde otro punto de vista, ha consistido en no darse cuenta de que aunque la independencia o "soberanismo" puede ser un objetivo legítimo, el intentar conseguirlo sin contar con un apoyo popular amplio, o sin una pacificación previa, con movimientos tácticos confusos, oportunistas y ventajistas, en alianza con un movimiento totalitario que utiliza la violencia como medio "legítimo" para imponer sus objetivos, sólo puede conducir al fracaso ético y político.

El error consiste en que no se trata solamente de que haya comunión de fines y diferencia de medios entre unos y otros nacionalistas. La cuestión es que cuando se usa la violencia contra un sistema democrático, esa violencia se ejerce contra una fracción del pueblo, haciendo imposible la convivencia y la fundación de una nueva comunidad política legítima. La violencia deslegitima los fines que se intentan conseguir, se destruye la posibilidad de la "construcción nacional" del país.

Lo que está por ver es si la "soberanía" o independencia es aceptable como objetivo para una mayoría del pueblo vasco. Pero eso sólo se puede averiguar y legitimar después de la desaparición de la violencia antidemocrática, con definiciones claras por parte de quienes quieran proponerla como objetivo, y tomando como punto de partida el sistema democráticamente establecido. Si estos requisitos no se dan, el objetivo es ilegítimo, pues se basa en la imposición de una minoría sobre la voluntad del pueblo por medio de la mentira, la fuerza y la ilegalidad.

Pero bueno, ¿qué es eso del soberanismo?

 

EL "SOBERANISMO" Y LA EXPERIENCIA DEL CANADA

 

Tanto el nacionalismo vasco como el catalán llevan bastante tiempo buscando sus fuentes de inspiración política en el nacionalismo quebequés y en su enfrentamiento con el federalismo canadiense. En Canadá, en efecto, desde que Levesque funda el Partido Quebequés en 1968 se ha desarrollado por parte de los nacionalistas una estrategia de consecución de la "soberanía" mediante dos referéndum populares, hasta ahora fallidos para las aspiraciones de aquellos (1).

Resulta interesante reseñar cómo definen sus objetivos soberanistas los nacionalistas del Quebec, para descifrar lo que se persigue también en nuestro país.

En el "Preámbulo del Proyecto de ley _ 1 sobre el porvenir del Quebec", de 1995, año del último referéndum, se dice:

"Nosotros, pueblo de Quebec, aseveramos nuestra voluntad de estar en posesión de la plenitud de los poderes de Estado : votar todas nuestras leyes, percibir todos nuestros impuestos, firmar todos nuestros tratados y ejercer la competencia máxima, la de diseñar y tener el dominio exclusivo de nuestra ley fundamental."

Este es el objetivo, a complementar con posterioridad a la consecución de la soberanía a través del referéndum, con un acuerdo de asociación económica con el Canadá por el que se podría conservar la misma moneda y ciertos acuerdos comerciales vinculados al actual "NAFTA" o Acuerdo para el Libre Comercio en Norteamérica, entre Canadá, EEUU y México.

Por cierto, ¿les interesa conocer cuál fue la pregunta que le formularon las instituciones del Quebec a sus ciudadanos en el referéndum de 1995? Pues fue la siguiente, que constituye, como verán, un modelo de "claridad" democrática:

"¿Acepta Vd. Que la provincia de Quebec pase a ser soberana, tras ofrecer a Canadá una nueva coparticipación económica y política, en el marco del proyecto de ley sobre el futuro del Quebec y del convenio de 12 de junio?"

Con motivo de estos acontecimientos y del estrecho margen por el que el "sí" perdió en el referéndum de 1995, el gobierno federal planteó al Tribunal Supremo en 1998 tres preguntas sobre esta cuestión:

"¿Permite la constitución canadiense la secesión unilateral de Quebec?"

"¿Tiene la provincia el derecho a la secesión según el derecho internacional?"

"Si hay conflicto entre el derecho internacional y el nacional, ¿cuál se impone?"

 

 

El Tribunal Supremo de Ottawa estableció dos principios importantes en su respuesta:

El primero que, "ni la Constitución ni el derecho internacional conceden (a Quebec) el derecho a una secesión unilateral".

El segundo, que esa secesión se podría negociar "bajo la Constitución", siempre que "una clara mayoría del pueblo de Quebec así lo decidiera" y que esa decisión "respetara los derechos" del resto de los canadienses. La negociación con los otros miembros de la Federación canadiense habría de ser sancionada mediante una enmienda constitucional.

El Supremo no se pronunció sobre qué porcentaje debería constituir esa "clara mayoría".

De todas maneras, los rasgos del conflicto constitucional canadiense se diferencian del problema de los nacionalismos soberanistas en España en una cuestión fundamental, consistente en que la Constitución canadiense no fué aceptada por Quebec en el momento de su "repatriación" desde Gran Bretaña en el año 1982. A diferencia de la Constitución española de 1978, que sí fue aprobada en todas las nacionalidades españolas.

 

¿EXISTE UNA SALIDA AL BLOQUEO ACTUAL DE EUSKADI?

 

La situación en Euskadi con posterioridad a la ruptura de la tregua de ETA no es la misma que antes, pero no solamente porque el pueblo vasco haya disfrutado de un período de paz y libertad mayor que antes, sino porque —y esto es lo fundamental--- ahora se ha producido un cambio básico en el equilibrio de las fuerzas políticas, con el decantamiento del PNV hacia el soberanismo y el abandono de la defensa del Estatuto.

El error del PNV ha sido dejarse arrastrar por la estrategia de ETA, como comenté anteriormente. Pero creo que, para clarificar la situación en Euskadi e intentar buscar salidas a ella hay que tener en cuenta, junto al aspecto de la formación de un bloque soberanista, la diferenciación de dos etapas que tienen que mantenerse separadas: la pacificación y la definición constitucional definitiva del país.

Teniendo en cuenta estas dos variables es como creo que pueden buscarse salidas a la situación. Intentaré desarrollar esta línea de razonamiento:

El conflicto de fondo existente en Euskadi es el que se produce entre unos nacionalistas que buscan la "soberanía" o independencia con respecto a España y los constitucionalistas que defienden la integridad territorial del Estado y la unidad de España.

El objetivo de los primeros es llegar a ejercitar la autodeterminación y ganar la "soberanía". El objetivo de los segundos es evitarlo, aunque pueda haber discrepancias entre ellos con respecto a la posibilidad o no de convocar un referéndum en el País Vasco, y en cuanto al modelo final que ha de alcanzar el Estado una vez terminado su desarrollo político. Federalismo sí o no, concretando algo más estas discrepancias.

El problema básico, el error inicial de los nacionalistas democráticos ha sido embarcarse en un pacto en el que han entregado mucho a cambio de poco: han abandonado la defensa de las instituciones aprobadas por el pueblo y practicado una estrategia de subordinación al liderazgo de ETA y sus instrumentos políticos. Y al final del proceso se ha vuelto a la situación anterior a la tregua, pero con el PNV dejando un vacío en el centro del espacio político de Euskadi. Es decir, los radicales han conseguido su objetivo de "acumulación de fuerzas" a favor de la independencia a cambio del disfrute de un año y medio sabático por parte de ETA.

Lo que hay que corregir, desde mi punto de vista, es precisamente esto: el nacionalismo democrático, si lo es, debe dejarse de "recoger nueces" y frenar su soberanismo hasta que termine la etapa previa, que es la de la pacificación. Pero además, si su opción se radicaliza, debe intentar dirigir el proceso democráticamente y dentro del marco democrático. Es decir, suspender los pactos con aquellos que apoyen la violencia, pedir la disolución de ETA, y buscar vías soberanistas —si esa es su opción--- a partir del ordenamiento constitucional existente. A partir de la Constitución y el Estatuto.

Por tanto, en este proceso en dos etapas caben múltiples pactos en varias direcciones entre las fuerzas políticas de Euskadi.

Pero antes de entrar en ello, quiero abrir un paréntesis para comentar algo que es una variable de la situación todavía por definir. Se trata de las consecuencias que pueda tener para el nacionalismo el que su partido hegemónico hasta ahora se decante por el soberanismo. ¿Es esta una posición definitiva? ¿qué harán en este caso sus miembros más moderados? ¿Y qué sucederá con sus votantes? ¿la posición de los constitucionalistas de intentar evitar este decantamiento del PNV es la más correcta? ¿no sería mejor dejar que las cosas evolucionen hacia una clarificación del espacio político nacionalista?

Para responder a estas cuestiones hay que definir la posición de partida propia y el análisis que cada uno hace de la sociedad vasca. Desde mi posición, que es la constitucionalista y no soberanista, y a partir de la creencia de que, según las encuestas, en Euskadi hay un porcentaje de entre un 25 y un 30 por ciento de ciudadanos que se sienten solamente vascos, creo que es conveniente impulsar una clarificación del nacionalismo. Pedirle al nacionalismo democrático que se defina ante el pueblo y acudir a éste, si es necesario, por medio de un referéndum, para vencer al independentismo. Pero dejando madurar previamente la situación. En primer lugar, acabando con el nazismo y la violencia terrorista, y dando tiempo, después, al pueblo para asimilar el cambio en las posiciones de sus fuerzas políticas, sin permitir maniobras y manipulaciones ventajistas y desleales desde las instituciones.

Es decir, para intentar sintetizar, creo que en esta nueva dinámica abierta desde 1998 entre constitucionalismo o estatutismo y soberanismo hay que superar dos fases: una previa, de pacificación y otra posterior, de definición constituyente, y articular una serie de pactos que, dentro de una lógica democrática, permitan resolver la situación. Y no creo que sea una ingenuidad confiar en la lógica democrática frente a los que no son demócratas, pues les priva de pseudoargumentos legitimadores.

 

LA FASE DE PACIFICACION

 

PACTO UNO : El nacionalismo democrático —PNV y EA--- debe mantener una postura firme ante ETA y el nacionalismo radical de HB: os permitimos "acumular fuerzas" a favor de la independencia, radicalizando nuestros objetivos —cosa que la actual dirección y muchos miembros del PNV estaban deseando hace años--- y renunciando al estatutismo, a cambio del abandono de la violencia y la aceptación de las vías democráticas como requisito previo en esta primera fase. ETA se disuelve o firma una tregua definitiva, EH renuncia a justificar o apoyar la violencia, y PNV y EA definen una estrategia soberanista democrática y viable.

PACTO DOS: Soberanistas democráticos —PNV y EA--- y constitucionalistas —PP, PSOE, UA, ¿IU?--- mantendrían una unidad básica en esta primera fase, consistente en la defensa firme de las libertades de todos y la reordenación y estabilización de la situación política de Euskadi durante un tiempo prudencial. Tiempo prudencial que permita la clarificación de cada grupo y de la opinión pública, a la espera de que cuajen los posibles pactos entre las fuerzas políticas. Las fórmulas transitorias para desarrollar esta etapa podrían ser la creación de un foro de partidos que acepten las vías democráticas y elaboren posibles soluciones, e incluso la formación de un gobierno amplio --- ¿un gobierno de concentración democrática?--- de transición hasta unas próximas elecciones, en que ambos bloques se presentarían por separado con sus propias opciones y estrategias políticas.

El bloque soberanista reclamando un referéndum al menos en Euskadi, pero también en Navarra e Iparralde, si lo consideran conveniente, y el bloque constitucionalista con su propia opción u opciones.

PACTOS TRES O CUATRO: Entre constitucionalistas, para articular una posición común frente a los soberanistas. Como primera opción, la búsqueda de un pacto como el DOS con el nacionalismo democrático, aunque sin renunciar a una defensa del orden constitucional y su posible reforma adaptativa si se considera conveniente. Como segunda opción, en caso de que el PACTO DOS no cuaje, coalición inmediata entre los constitucionalistas a fin de pedir, en un plazo prudencial, la convocatoria de elecciones anticipadas, con el fin de constituir un gobierno de coalición PP-PSOE-¿OTROS? en Euskadi, que haga perder la mayoría parlamentaria y el gobierno a los nacionalistas.

 

LA FASE DE DEFINICION CONSTITUCIONAL

 

Esta fase podría desarrollarse en una situación de normalidad democrática, con cese total y definitivo de todas las formas de violencia política. Durante este período, ambos bloques confrontarían democráticamente sus posiciones a fin de convencer al pueblo y alcanzar la mayoría.

Desde el punto de vista democrático, en caso de victoria de los soberanistas, la única solución viable, partiendo del ordenamiento constitucional actual, sería la convocatoria en Euskadi del referéndum consultivo previsto en el art. 92 de la Constitución y la posterior revisión constitucional.

Las estrategias rupturistas de convocatorias electorales en el conjunto de Euskal Herria no pueden ser aceptadas por los demócratas —constitucionalistas o soberanistas—, ni por ninguno de ambos Estados implicados, ni por la Unión Europea. Si el PNV o EA las aceptaran estarían suicidándose políticamente y creando un problema serio a Euskadi.

En estos momentos no creo que sea posible decir mucho más sobre el desarrollo de esta segunda fase, aunque es previsible un cambio profundo en el equilibrio de fuerzas políticas en Euskadi: en los espacios electorales de cada una de ellas, e incluso en la recomposición de las élites políticas.

En fin, quiero terminar ya este artículo esperando no haber incurrido en un delirio similar al que siempre he criticado en el nacionalismo radical. He intentado tener en cuenta las posiciones de todos y encontrar puntos de acuerdo desde una lógica democrática. Que este discurso a la búsqueda de diagnósticos certeros y terapias eficaces sea correcto y alcance sus objetivos ya no depende de mí.

 

(1) Ver la información siguiente, para conocer los problemas constitucionales canadienses:

http://www.agora.stm.it/politic/canada/canada.htm

 

http://personal1.iddeo.es/lbouza/canada.htm

(para un borrador sobre la cronología reciente del Canadá).

 

CHAMBERS, TOM: "Canadian Politics: An Introduction" Thompson Educational Publishing Inc. Toronto, 1996.

PICKERTON, J. P. & GAGNON, A.-G. (Eds.): "Canadian Politics". Broadway Press, 1996 (2nd ed.)

MC ROBERTS, K.: "Misconceiving Canada: The Struggle for National Unity". Oxford U. P., 1997.

Ver también: Análisis prospectivo del curso 99-2000